No es fácil hacer poesía. No es sencillo poseer la musicalidad y el silencio justo que la poesía necesita. No es simple hallar la simplicidad en el lenguaje. Pero más complejo aún es intentar hacer poesía con el cuerpo: poder manejar la musicalidad, el silencio y la síntesis por medio suyo requiere de una sensibilidad especial.
Sabrina Kadiajh encuentra su forma de entender y de comunicarse con el universo tangible e intangible que la rodea a través de su cuerpo. Su canal no son las palabras: su canal, su mensaje, su medio es el cuerpo. Este es su lenguaje natural; no nos va a mentir con palabras, nos va a decir sencillamente que un rayo de luz es bellísimo al capturarlo con su espalda y su cámara.
Es un gran reconocimiento a la sensibilidad de Sabrina que su fotografía integre la muestra "Territorios y subjetividades: arte contemporáneo de la Argentina" organizada por el Fondo Nacional de las Artes con curaduría de Andrés Labaké y Fernando Farina. La muestra se expuso el año pasado en Nueva York y continúa itinerando. El próximo 3 de abril se inaugurará en el Museo de Arte de las Américas en Washington DC.
- ¿Por qué elegiste el cuerpo como principal motivo de tus obras?
- Porque yo me siento a mí misma como elemento de mi trabajo, así como otros artistas utilizan el lápiz o el óleo por ejemplo, a mí me gusta el cuerpo como una herramienta. Además porque así me hago cargo de lo que digo. Es hablar de la forma más directa. Yo soy la que envía esa imagen, por lo tanto, yo soy la que está adentro de ella. Me siento cómoda conmigo misma, siento que no tengo que darle explicaciones a nadie de lo que digo o de lo que hago, no importa si eso significa o no algo específico.
- En algunas fotos, el fondo pareciera una ampliación de lo que el cuerpo piensa, como en la serie "El despliegue del pensamiento" ¿Cómo planteás el juego figura-fondo?
- Sí, en esas series el fondo es elemental. En la serie de la cocina me gustaba mucho el espacio, lo importante ahí era la cocina con el cuerpo. En la del 'despliegue del pensamiento' lo importante era el viento, no el espacio en sí mismo, aunque el espacio era tan horizontal que aportaba un montón a lo que yo quería decir, despejaba, limpiaba la situación. Pero lo que me atrajo de ese lugar fue el viento, la fuerza que corría, la corriente.
La fotografía de la luz en el baño salió un poco de casualidad, me encontré esa imagen. La idea era trabajar con la luz en contacto con el cuerpo, pero nunca pensé que la luz iba a verse como una mancha tan delimitada. Tan como si esa misma mancha se estuviera apoyando en el cuerpo, tocándolo. Me gustaba mucho la luz que había ahí y la quise atrapar con el cuerpo.
- ¿Cómo elegís la expresión corporal en cada foto?
- Casi siempre adopto cierta inmutabilidad, pues soy bastante neutra en las expresiones del rostro o del cuerpo. Me pongo en un estado de neutralidad. Tengo que entrar en contacto con el espacio donde estoy trabajando, es como entrar en un estado mental. Corporalmente no es mucho lo que hago, no me interesa la acción histriónica.
Quiero contar algo, pero muy pequeño, quizás en relación a los elementos que están ahí. Por ejemplo con la luz del baño yo no tenía intención de entrar en choque, prefería que la luz me tocara a mí, que el cuerpo no tuviera intención de ir hacia la luz sino que la luz se pegara al cuerpo. Entonces tenía que estar en una posición de reposo.
Lo que evito es el expresionismo, la actuación de una escena. Mi límite para lo que voy a hacer es eso, no hacer una actuación o dramatismo del cuerpo. Con la esponja yo quería tener un contacto a través de la acción. Con otros objetos también pasa que la interacción va determinando el movimiento o la posición del cuerpo. En el caso de las obras donde aparezco colgada la pose tenía que ver con que yo quería estar inanimada casi como la silla que estaba colgada, el cuerpo como un objeto.
- ¿Y en las performances en que estás recubierta de papel film?
- Busco con el cuerpo cierta naturalidad aunque estar envuelta en plástico no sea nada natural. Busco una corporalidad naturalista aunque las situaciones de las fotos no sean realistas. A veces lo siento como si estuviera haciendo tai chi. Requiere de un conocimiento del cuerpo, de una concentración. Generalmente son cosas con las que entablo una comunicación afectiva.
- ¿Cómo surgen las performances?
- Yo no soy performista, no considero que me vaya a dedicar a la performance. A mí me gusta hacer acciones, hacer registros de eso y la fotografía me encanta. Después, hay veces que el formato fotografía me es insuficiente, necesito sacarlo de ese lugar, entonces la performance en ese momento es como un instrumento que uso. Cuando necesito salir del espacio fotográfico y mostrar el movimiento en vivo. Ahí es cuando me salgo, sino no lo hago. Y la foto es fotoperformance también. A lo que yo hago prefiero llamarle acciones porque no me interesa la performance que puede estar más ligada al espectáculo.
- Tus fotos no tienen retoques de posproducción, ni una construcción escenográfica. ¿No te interesa eso?
- No, siempre tuve el conflicto de que había que tener una gran técnica y yo honestamente no tengo muy buena técnica, podría tenerla si le dedicara mucho tiempo, pero antes de dedicarle mucho tiempo a la cuestión técnica prefiero darle tiempo a la obra. Es casi una fotografía de registro en muchas ocasiones.
Yo lo que quiero es que el proceso sea natural, no me gustan las superproducciones. No es lo que busco en mis imágenes. Las fotografías con mucho artificio me dan la sensación de que son tan perfectas que están como plastificadas. Me gusta que se vea el error. Me gustan las cosas más espontáneas, más como el cuerpo es.
El versátil lenguaje del cuerpo
El 3 de abril se inaugura la Muestra “Territorios y subjetividades: arte contemporáneo de la Argentina” en el Museo de Arte de las Américas de Washington DC. Allí, la mendocina Sabrina Kadiajh viajará con su obra, invitada por el Fondo Nacional de la Art
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