Las calles presagiaban fiesta. Alumnos, profesores, familiares, amigos y la comunidad en general se congregó ayer en calle Pablo Pescara al 500 de la ciudad maipucina.
En ese lugar se alza la usina cultural que lleva por nombre “Doña Paula”, edificio que antiguamente cobijó la primera escuela de mujeres del departamento: Paula Albarracín de Sarmiento. El objetivo de la convocatoria era realizar el cierre de actividades con la tradicional muestra anual de talleres y la presentación de la obra de teatro ‘Circu du Paula’
Más de mil alumnos aprovechan de lunes a sábados, y en diferentes horarios, de una oferta cultural heterogénea: 45 talleres y cursos. Entre estos se cuentan tejido, corte y confección, idiomas, fotografía, percusión, guitarra, pintura en tela y madera, folclore, zumba, hip-hop, malambo, cocina, yoga, teatro, informática y maquillaje. Según Cristian García, director de Cultura de la Municipalidad de Maipú, el número de personas por curso varía, aunque calcula “entre 20 y 60 integrantes por taller”.
“Desde hace cuatro años dicto el taller de portugués, tengo 45 estudiantes desde jóvenes a adultos mayores”, dice la profesora Fernanda Galiano. “Tudo bem” responden los chicos que la rodean al son de una samba brasileña que suena a lo lejos.
Mariela Altamirano (42) ha asistido durante la temporada 2015 al taller de cocina y repostería. En diálogo con Los Andes relata: “Somos 12 mujeres interesadas en la elaboración artesanal de budines, alfajores, pastafrolas y otros platos dulces”. El aprendizaje no queda en casa puesto que el grupo se ha organizado para ofrecer sus productos a la vecindad.
Alejandro Re, a cargo del taller de guitarra, también forma parte del colectivo ‘Doña Paula’, que desde 1987 contiene a un abanico de edades que van desde los 4 a los 70 años. “Desde 2010, venimos trabajando con un grupo más o menos estable. El guitarrista más chico tiene 9 años, y el más grande supera los 40. Es un desafío encontrar una pieza musical que se acomode a todos. Sin embargo, respetamos el nivel de cada uno, y acompañamos sus procesos”, cuenta Re.
Los espacios formativos son autogestionados, por lo que los profes tienen la libertad para su administración. “Desde 2013 a la fecha, venimos refaccionando las instalaciones de manera tal de brindar mayor comodidad a los inscriptos”, suma García.
El patio del edificio constituye el lugar de ensayo de los conjuntos que practican danzas. Es el caso de la agrupación que encabeza Alejandra Lebrino. La profe, que desde hace 7 años es responsable del taller de reggaetón, destaca “la dinamicidad y familiaridad de la Casa”.
Las chicas de zumba, lideradas por Mariana Rigato, son de las más ruidosas de la institución. Con casi 80 integrantes, el grupo coincide en destacar que “la danza sirve como escape a habituales presiones como trabajo y estudio”, además de ser la pasión que las une.
Olga Pérez, con sus más de 50 años, no dudó en continuar perfeccionando sus habilidades idiomáticas. Participa del taller de inglés y confiesa que ha vivido satisfactorios momentos en este y otros centros culturales.
Antes de salir a escena, chicos y chicas afinan sus instrumentos. Abundan los violines. “Creíamos que al ser un instrumento extraño, al menos para nuestra edad, nos íbamos a aburrir; sin embargo, fue una experiencia muy entretenida”, comparten los adolescentes Macarena y Gustavo.
Para 2016, el meta es trabajar en la terminalidad de los alumnos. Asimismo, las autoridades adelantaron que buscarán mejorar el sistema de calidad incorporando evaluaciones y un seguimiento más personalizado de los inscriptos.