Los cuatro meses del debate histórico sobre la legalización del aborto en el Congreso no fueron en vano: la sociedad se informó y tomó conciencia sobre la calamidad de las muertes de embarazadas en la clandestinidad, jamás atendida, y sobre la libertad de elección de las mujeres. Pero muchos senadores y diputados, por desconocimiento, falta de interés y oportunismo político, no estuvieron a la altura de una discusión.
El mes pasado Gabriela Michetti se declaró en contra del aborto inclusive en casos de violación. Habló como si fuera vicepresidenta de Uganda o el Congo, donde el aborto está prohibido bajo cualquier circunstancia. En la Argentina, el Código Penal permite el aborto en casos de violación desde hace casi cien años, o al menos desde 2012, de acuerdo con el fallo FAL de la Corte Suprema de Justicia. Michetti es la presidenta del Senado, debería conocer la ley.
En el plenario de comisiones, la senadora jujeña antiabortista Silvia Giacoppo (UCR) dijo que no entendía cómo con la ley el aborto pasaría de ser un delito a ser un derecho. La abogada tucumana Soledad Deza, expositora, le explicó que el adulterio, el divorcio y la homosexualidad también eran delitos, y ahora ya no lo son. Le enseñó así cuál es su trabajo como integrante del Congreso: legislar.
En los pasillos se rumoreó que el tucumano José Alperovich (PJ) tenía preparados dos discursos: uno a favor y otro, en contra. Mantuvo su decisión en secreto hasta el día de la votación. Ayer llegó temprano al Senado y en la puerta anunció a periodistas que votaría en contra, cuando el rechazo ya era irreversible. Alperovich se anotó en la lista de oradores y después no habló. Quiere volver a ser gobernador de Tucumán, una provincia en la que hay encuestas que marcan un 80% en contra del proyecto.
También el radical Juan Carlos Marino peleará por la gobernación de La Pampa el año próximo. Necesitaba desmarcarse del peronismo de su provincia, que apoya la legalización del aborto, y no quedar detrás de un posible competidor interno, el joven diputado macrista Martín Maquieyra, un firme defensor de la causa “provida”. Por eso votó en contra, porque dijo representar a los pampeanos, que en su mayoría rechazan la ley.
Votantes
La rionegrina Silvia García Larraburu (FPV) desobedeció el mandato de su bloque y tres días antes de la sesión anunció su rechazo: tras postear una imagen de la Virgen María en Instagram, dijo que “el peronismo nunca fue abortista”, cuando en realidad ningún partido lo es. También afirmó que el proyecto es “malo”, sin explicar por qué cree que es malo, y sentenció que “las mujeres pobres no abortan”.
El bloque del Frente para la Victoria, que conduce Marcelo Fuentes y lidera Cristina Kirchner, había fijado una postura institucional a favor del aborto legal. Fue un compromiso con sus votantes.
Algo similar había pasado en Diputados con el mendocino José Luis Ramón (Protectora) dio entrevistas a los principales medios del país anunciando que votaría a favor del aborto legal. Después anunció su voto en contra. Martín Lousteau, el presidente del interbloque lo echó.
También la diputada chaqueña Aída Ayala (UCR) apareció en las reuniones de comisiones con el pañuelo celeste. Después votó a favor del aborto legal y una semana después dijo que se arrepintió de haber votado a favor.
El senador chaqueño Ángel Rozas (UCR) resaltó que su rechazo no respondía “a ningún tipo de especulación sino de convicciones”. Curiosamente, las mantuvo en secreto y anunció su decisión una semana antes de la votación.