Zaffaroni y Verbitsky, ¿reencarnaciones de Voltaire? - Por Carlos Salvador La Rosa

El abogado y el periodista sueñan con quedar inmortalizados como los dos más grandes defensores de los derechos humanos.

Zaffaroni y Verbitsky, ¿reencarnaciones de Voltaire? - Por Carlos  Salvador La Rosa
Zaffaroni y Verbitsky, ¿reencarnaciones de Voltaire? - Por Carlos Salvador La Rosa

Encaramados en el podio de sus soberbios egos, el abogado Eugenio Zaffaroni y el periodista Horacio Verbitsky hace tiempo que se propusieron emular a Voltaire en el siglo XXI. Así como el legendario intelectual francés quedó en la historia como el más cabal representante de la Ilustración, sus supuestos imitadores argentinos sueñan con quedar inmortalizados como los dos más grandes defensores de los derechos humanos.

Uno desde el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y otro desde la CIDH (Corte Interamericana de  Derechos Humanos) dictan cátedra de moral y buenas costumbres progresista, erigiéndose en jueces de todas las causas que suponen necesita su aprobación cuando menos espiritual. Son dos almas puras.

Supieron edificar su fama durante la era menemista, cuando mostraron lo mejor de sí mismos. Uno, Verbitsky, como periodista incorruptible que desnudó con brillantez el fango y la inmoralidad de esa época.

El otro, Zaffaroni, como el jurista comprometido que con sus libros humanistas y su militancia en el Frente Grande se mostró como el modelo del intelectual comprometido políticamente pero que se ponía por encima de los partidos tras las banderas universales de la verdad y la justicia.

Dos maestros de la juventud. Sin embargo, algo empezó a andar mal entrados los años dos mil. Ambos simpatizaron de entrada con el kirchnerismo gobernante, lo cual no sonaba mal. Que dos intelectuales de su fuste le aportaran racionalidad al nuevo gobierno parecía positivo para darle equilibrio a los posibles excesos de un presidente acostumbrado a gobernar con mano de caudillo su provincia sureña.

Pero ocurrió lo contrario, que por otro lado es lo que suele ocurrir casi siempre. Los intelectuales en vez de aportar sabiduría al político, terminaron perdiendo objetividad ante los requerimientos del político y poco a poco devinieron militantes acríticos del nuevo régimen, convirtiéndose en justificadores de todos sus excesos y tropelías, o callando en el mejor de los casos.

Verbitsky, el que desnudó casi toda la corrupción de los 90, no encontró un solo caso para denunciar en un gobierno como el kirchnerista que multiplicó infinitamente la corrupción menemista.

Y Zaffaroni, el prestigioso juez de la Corte Suprema más prestigiosa de la democracia terminó militando sin disimulos para otro poder, el Ejecutivo, al cual le respondía desvergonzadamente.

Fue entonces cuando se comenzó a difundir el pasado anterior de ambos,  poco divulgado hasta entonces puesto que todos querían admirar a los dos Voltaire y perdonarle sus pecados de juventud.

Esos pecados que ahora se veía, no habían nunca sido dejados de lado por los supuestos virtuosos. Ambos fueron colaboradores del Proceso militar. Uno escribiendo libros y discursos para dictadores.

El otro emitiendo fallos complacientes, negando hábeas corpus y hasta aportando literariamente al derecho militar de esos mismos dictadores. Ambos fueron intocables y progresaron individualmente durante los tiempos del genocidio.

Y ahora son golpistas, mejor dicho, ideólogos del golpismo. Porque el resto de los que desean golpes en la Argentina de hoy son hombres y mujeres aterrados por no caer presos, o sea que lo desean para salvar el pellejo. En cambio ellos lo hacen en nombre de las ilusorias revoluciones con las que hoy se pretenden inmortalizar.

Para seguir creyéndose Voltaire. Y para seguir defendiendo corruptos. Corruptos pero progres. Porque cuando se es progre, no importa la conducta que uno sostenga o haya sostenido en su vida. La ideología te exime de la moral. En cambio, si tenés otra ideología, estás condenado moralmente aunque te portes como una monjita de convento.

Brutal y falsamente, uno declaró que Macri ya tenía su primer desaparecido con el caso del joven Maldonado. El otro expresó su malsano deseo de que Macri se vaya antes de tiempo porque eso le haría bien al país.

Dos barbaridades de dos bárbaros que se sienten impunes de decir cualquier cosa pero que hablan más de la época en que vivimos que de ellos dos. Porque si Zaffaroni y Verbitsky nos dictan cátedra de moral es porque alguna grave enfermedad ha enfermado, al menos a buena parte de la sociedad.

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