La semana pasada Los Andes publicó en su edición digital el noble gesto que tuvieron dos policías en la plaza Independencia al regalarle un par de zapatillas a un hombre en situación de calle que estaba descalzo. La acción fue destacada por una usuaria del grupo de Facebook de este diario Mendocinos en Alerta.
El posteo de la mujer, que valoró el gesto de los uniformados, fue replicado en la web y la red social se llenó de comentarios elogiosos hacia los efectivos de la Unidad Ciclística de Acción Rápida.
Las temperaturas registradas la noche del pasado lunes 2 de septiembre ya permitían sentir que la que se avecinaba sería una madrugada gélida. El mercurio ratificó las sensaciones horas después.
Los efectivos que realizaban patrullajes en la plaza céntrica observaron a un hombre en situación de calle que se acomodaba en un banco para intentar dormir. El anciano estaba desaliñado, una desprolija barba blanca cubría su rostro y sólo unas roídas medias de algodón protegían sus pies. Los uniformados advirtieron que el frío de la noche sería tremendo para este personaje que suele verse merodear por las calles céntricas, sin rumbo fijo.
Pero a sólo unas horas de la emotiva publicación, que llegó a la web al martes 3 de septiembre, nos tocó informar la secuela. El indigente vendió las zapatillas que le habían abrigado los pies de noche para comprar vino.
Yo mismo pude observarlo cuando salí de la Redacción, ya entrada la noche del martes, con una caja de vino blanco en una mano, buscando restos de comida en las mesas de los restaurantes y cafés de la peatonal Sarmiento.
Pero entonces esta nueva noticia tuvo otro efecto, muy distinto a la de la anterior. En sólo cuestión de minutos, la nota -también publicada en la plataforma digital- ganó miles y miles de lecturas. Pero, al parecer, no era la triste historia de este hombre lo que generaba el clic. Era la indignación y una considerable falta de empatía.
Entonces las redes comenzaron a llenarse de comentarios negativos. Hacia los policías por haberle dado algo a quien, de acuerdo al criterio de muchos, no lo merecía y hacia el propio indigente por “desagradecido, vago, acostumbrado al asistencialismo, borracho” y otros calificativos que no vale la pena reproducir.
Si hasta los propios uniformados que lo asistieron entendieron que el anciano a quien horas antes habían asistido lidiaba con un enorme problema: su adicción al alcohol. Su acto generoso y desinteresado no era menos valorable por ello, aunque un sabor agridulce los hubiera invadido al conocer las consecuencias horas después.
El objetivo de la publicación tampoco fue mostrar el presunto desinterés y desagradecimiento del anciano sino reflejar las consecuencias de esa problemática.
¿Es tan difícil entender que este hombre resignó su bienestar para dormir con menos frío esa gélida noche y, quizás sin siquiera planteárselos por su enfermedad, optó por comprar alcohol? Quizás ese acto, que se diluyó en unos minutos, lo llevó a evadirse de la realidad que le toca afrontar. Quizás, por aquello de “ahogar penas”, encontró en ese tetrabrik un “escape” a sus penurias.
No estoy aquí justificando una adicción, sino que sigo sorprendido por la reacción de cientos de usuarios que, muy lejos del acto desinteresado de los policías y de la realidad con la que debe lidiar ese indigente, optaron por criticarlos desde la comodidad de una pantalla.
¿Recuerdan el cantito infantil de “el que come y no convida tiene un sapo en la barriga”?
Pues en este caso la continuidad de esa canción podría resumirse: “Yo ayudé (por los policías). Yo tomé (por el indigente). El problema lo tiene usted”, usuario de redes al que le han extirpado la empatía.