Yésica Marcos es una de las personalidades más impactantes que ha tenido el boxeo nacional, y la más valiosa a nivel local.
Pionera del boxeo femenino local, donde su carismática figura despertaba pasión, admiración y asombro, cualidades que la convirtieron en la deportista más convocante a nivel nacional en esos días.
Un fenómeno, que luego se convertiría en campeona mundial supergallo de la Asociación y Organización Mundial de Boxeo (AMB y OMB).
Hace algunos días se cumplieron 10 años de su debut profesional. Desde hace un largo tiempo, el Bombón Asesino o La Leona reside en Santiago de Chile, donde se prepara para volver a combatir por el título mundial supergallo frente a la francesa y campeona, Segolene Lefebvre, el 2 de noviembre, en Francia, por la corona de la Federación Mundial Femenina.
-¿Cuánto tiempo llevás viviendo en Chile?
-Hace casi tres años que estoy en Chile y la verdad me ha cambiado la vida. He aprendido que valgo mucho, que puedo hacer mucho y aprendí a tomar las riendas de mi vida y no dejar que otros lo hagan por mí. Estoy dando clases, donde comparto y aprendo con cada alumno, y además me entreno. La verdad, estoy muy feliz.
-¿Y por qué te fuiste a Santiago de Chile?
-La pelea de noviembre de 2015 iba a ser la última en mi vida. No quería boxear más, no quería saber más nada. Estaba defraudada de los promotores, de la gente que me manejó. Y, además, no quería ver más a mi padrino (Cristian Etem), que estaba poniendo y sacando plata de su bolsillo para que siguiera adelante y no me defraudara del boxeo. Tomé conciencia y dije “me voy a Chile”. Mi padrino se puso feliz, porque a través de él conocí a Crespita (Carolina Rodríguez, hoy su entrenadora y amiga) y aquí me quedé. Aquí sigo boxeando.
-¿No extrañás tus días de gloria?
-Lo que más extraño de esas peleas en Mendoza es el público alentándome. Es lo que valía la pena, la gente y su apoyo. Nunca he dejado de extrañar todo eso y cuando cantaban “El Bombón Asesino” y la gente se levantaba con ese furor. Ese apoyo y amor de la gente lo llevó en mi corazón.
La otra parte es el tema boxístico, que es donde más me tendrían que haber cuidado y no lo hicieron. Sólo me veían como un objeto deportivo, nada más. Sólo era eso. No me vieron como persona, ¿cachay? Y esa gente, que pensé que me estaba ayudando, me estaba dando una puñalada por la espalda. Era un objeto con el que hacían plata y nada más. En Chile me ven como una deportista y como un objeto, eso es algo impagable para mí. Primero está la persona y luego la deportista.
-Han pasado 10 años desde tu debut profesional, ¿cuál es el balance que hacés hoy?.
-La verdad, estoy muy agradecida al deporte porque me ayudó a salir adelante, a superar mis miedos. Valerme por mí misma; la gente que se arrimó, que me ha apoyado y me ha ayudado. Como por ejemplo, Jorge Omar Giménez (intendente de San Martín), que todavía me sigue apoyando. Y a mi padrino, que lo conozco desde chica y siempre está firme él a mi lado. Estoy muy agradecida desde mis inicios en el boxeo hasta hoy. Un aprendizaje muy grande. Creo que cuando me retire lo haré con felicidad por todo lo que he logrado. No tan sólo deportivamente.
-Aquel nocaut que sufriste frente a la Tigresa Acuña, ¿te marcó?
-Después de esa derrota volví a combatir en Chile. Esto es boxeo y siempre hay caídas. La Tigresa tuvo una mano de suerte. Le había pegado todos los rounds, bajé la guardia y ella tuvo una mano de suerte. Hacía mucho que no combatía y (me ganó) la desesperación de ir por el título; quería entregar todo como siempre y me jugó en contra. Eso fue lo que pasó.