El entorno lo decía todo. Se trataba de la típica postal mendocina con los viñedos, la imponente montaña de fondo, el cielo celeste y el agua siguiendo su curso por el río. Para Adrián Yacopini era el lugar perfecto para estar con su gente y presentar la Volkswagen Amarok que conducirá en el Rally Dakar.
Un recorrido diseñado para la ocasión sobre el predio de su propiedad, caracterizado por tierra suelta, enormes piedras y saltos en la mayoría del trayecto, resultaban una verdadera incógnita para los navegantes por un día, que esperaban en la carpa junto al camión de asistencia. La butaca derecha que ocupará Marco Scopinaro desde el 5 de enero próximo fue destinada a periodistas y allegados del piloto mendocino, que afrontará por segunda vez la competencia más exigente del planeta.
Antes de que el Chiara Rally Team emprenda viaje rumbo a Lima, la capital peruana que servirá para la largada simbólica, Yacopini sacó jugo a su camioneta y el periodista de Más Deportes fue ayer parte del evento que arrancó bien temprano y finalizó con un exquisito almuerzo. Con capucha ignífuga y casco colocados, me aferraron a la butaca con el cinturón de seguridad y saludé a Adrián mientras conectaban la radio para hablar con él durante la exhibición. La puerta izquierda se abre y uno de los integrantes del equipo afirma que “la temperatura está bien y la presión de aceite es normal”.
En cuestión de segundos emprendió la marcha, yendo de costado en casi todos los sectores, corrigiendo en más de una ocasión y peleando con el volante para ir por la huella correcta. “Vamos a 170 kilómetros y en la próxima curva frenamos bruscamente para entrar a 70”, me afirmó cuando veníamos por una recta con piedras de diferentes tamaños, a la vez que la Volkswagen volaba y perdía la cámara que llevaba en el capot para capturar imágenes.
Pasa a centímetros de unos palos ubicados cerca de la viña y comenta que “este camino lo he recorrido muchas veces. Es entretenido y tiene de todo”. Me guío por unas banderas publicitarias ubicadas sobre una tela y se aproxima una curva a la derecha, por lo que Chino me apunta que “entraremos a fondo”. Un poco de tierra se mete al habitáculo y la vuelta de casi dos minutos y medio ya casi termina. “Acá se ha hecho como una zanja, por eso el suelo ya está muy suelto”, tira Yacopini, pasando a metros de un lago artificial.
Estaciona la Amarok, se hidrata y no queda otra que bajarme del vehículo para que la jornada siga adelante. “Espero que te haya gustado”, me dice, a lo que respondo que fue fantástico pero tuvo gusto a poco porque todo ocurrió rápido.
Luego, descansando, sostiene a los medios de prensa que “la idea es tomarme revancha del abandono de 2012 y lograr el objetivo llegando a la meta”. Su primer paso está dado. Ahora vendrá lo mejor.