Por Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Aquella antigua expresión popular que se utilizaba como advertencia de que algo se estaba demorando mucho y corría el riesgo de ocurrir demasiado tarde, aplica bien para describir la inquietud que ha comenzado a extenderse en buena parte de la sociedad argentina y en ciertos niveles del gobierno de Mauricio Macri. Esa inquietud se refiere a la retardada salida de la recesión económica y al comienzo de una ansiada reactivación que siente las bases para un crecimiento sostenido.
Como el pescado, que si no se vende a tiempo se pudre, las expectativas comienzan a modificarse, los procesos se alargan, la confianza se deteriora y todo eso impacta de lleno en el clima político. Por esa razón, el incremento del 2,4 por ciento del costo de vida que midió el Indec para octubre pasado, y la comprobación de que algunos incipientes brotes de recuperación no prosperaron como se esperaba, ha sumado nuevas preocupaciones y temores al equipo económico macrista.
“Es un momento difícil, el contexto internacional no nos favorece, Brasil tarda en recuperarse y encima el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos pone en evidencia la necesidad de que el mundo inicie un nuevo orden económico”, reflexiona uno de los principales asesores del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay. En otros dos ministerios clave, Desarrollo Social e Interior, siguen el minuto a minuto de la conflictividad y están pendientes de las respuestas de los movimientos sociales cuando se anuncien los aumentos en los planes, bonos de fin de año y bolsones de comida.
Es intención del Gobierno hacer esos y otros anuncios luego de la marcha convocada por las organizaciones piqueteras, la CGT y otras agrupaciones el próximo viernes, para reclamar la sanción de la Ley de Emergencia Social. El objetivo trazado por Macri a sus colaboradores es tener “un diciembre en paz”.
Las patinadas
Cuentan en la Casa Rosada que las reuniones de gabinete son una especie de terapia grupal, en la que todos se lamentan por lo lento que es el proceso de despegue económico y que eso no le permite a la sociedad apreciar lo mucho que se ha hecho en otros aspectos.
“Estamos produciendo una transformación importante en los mecanismos de funcionamiento del Estado”, se entusiasman en el Ministerio de Modernización que conduce Andrés Ibarra. Pero al Gobierno en su conjunto no se lo evalúa por esas realizaciones, sino por la situación que vive la gente en el día a día.
De todos modos, el Presidente renueva a cada momento su optimismo, lo transmite a su equipo y espera que el año próximo sea la entrada a una etapa de prosperidad. Lo que no puede evitar Macri es que cada semana gane relevancia un nuevo error político. El último, que demuestra la vigencia del amateurismo oficial, fue la apresurada e innecesaria toma de posición pública frente a las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
El derrape vino nada menos que de una profesional de la diplomacia, la canciller Susana Malcorra, al expresar las simpatías del gobierno argentino por Hillary Clinton y augurar su triunfo. La victoria de Donald Trump dejó al país en una incómoda posición para el momento en que se siente a conversar con los republicanos sobre las relaciones bilaterales. No es la primera de Malcorra, quien ya se había equivocado en la cuestión Malvinas con un documento firmado junto al embajador de Gran Bretaña.
Aunque se le reconocen éxitos notables en el Congreso donde debe negociar cada paso con la oposición, el aprendizaje político del Gobierno también parece estar demorado, al igual que los resultados económicos. A las puertas de un año electoral, es una pesada carga de la que deberá desprenderse si no quiere que el pescado se pudra.
Sordos ruidos
Sin tanta repercusión pública, han comenzado a producirse algunas novedades en el funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia luego de completarse su integración de cinco miembros. La decisión de Horacio Rosatti de mostrarse con un perfil mediático, que hasta ahora sólo exhibía el presidente Ricardo Lorenzetti, ha dado lugar a múltiples comentarios y conjeturas. Desde hace dos semanas, Rosatti ha dado reportajes a Clarín, Perfil y La Nación para hacer conocer su pensamiento sobre diversos temas, pero en especial buscando que se lo conozca más.
En los pasillos de Tribunales no son pocos los que se preguntan si con Rosatti no estamos ante “un nuevo Eugenio Zaffaroni”, el ex juez kirchnerista que renunció el año pasado. No lo dicen por su pensamiento político, sino por sus deseos de figuración en los medios. Rosatti se declara peronista, fue en 2003 procurador del Tesoro durante el gobierno de Néstor Kirchner y en 2004 pasó a ser su ministro de Justicia.
Renunció a ese cargo en desacuerdo con algunas políticas oficiales.
Hoy, como vocal de la Corte propuesto por Macri, es el único integrante del cuerpo que tiene secretario de prensa. Se trata de Silvio Robles, quien lo acompañó cuando fue ministro, y también cumplió esas funciones con Ricardo Jaime en Transporte, y con Felisa Micheli en el Ministerio de Economía. Robles ya ha tenido encontronazos con la secretaria de Comunicación de la Corte y directora del Centro de Información Judicial, María Bourdín.
De la mano de Robles y su posicionamiento mediático, ¿se prepara Rosatti para disputarle a corto plazo la presidencia de la Corte a Lorenzetti? ¿Comenzarán los roces, las intrigas y quizás las operaciones dentro del máximo tribunal? El poder siempre es una tentación.