Yo me pregunto:
¿Qué hubiera pasado en Argentina si el todavía presidente constitucional, Mauricio Macri, hubiera convocado un plebiscito en 2017 para perpetuarse en el poder, cuando todavía no chocaba su gestión?
¿Qué hubiera pasado si perdía el plebiscito y aún así conformaba una Corte Suprema adicta para sacar un fallo que le permitiera presentarse a reelecciones indefinidas?
¿Qué hubiera pasado si durante el escrutinio de la elección general para presidente, al ver que los números no le daban para ser reelegido, hubiera parado el escrutinio?
¿Qué hubiera pasado si al otro día la tendencia aparecía revertida cuando se retomaba el escrutinio y la información sobre el mismo?
¿Qué hubiera pasado si la Organización de Estados Americanos, veedora en la contienda electoral, daba un informe lapidario donde indicaba más de un 25% de irregularidades en las mesas de votación?
Como es lógico, todo el arco opositor a este gobierno, muchos de los cuales abogan por su caída desde el primer día, hubieran salido a la calle a protestar de todas las formas que se conocen en Argentina.
No me cabe duda que hasta hubieran incendiado todo, literal y figuradamente hablando.
Y la protesta hubiera sido legítima.
Tal vez hasta éste que escribe se hubiera sumado a alguna forma pacífica de protesta.
Pero todo eso que pudiera haber pasado, no pasó. Más allá de los gruesos errores en el manejo de la economía producto de la rigidez que proveen las ideologías, hemos tenido un gobierno que ha respetado las instituciones. Y no es una cosa menor. El respeto por lo que el pueblo conoce como parámetros para elegir, designar, tolerar y castigar a sus representantes, no es menos importante que otras políticas, porque aseguran un status de justicia y por lo tanto de paz social que, visto desde la realidad conflictiva de nuestra región latinoamericana, no podemos desdeñar.
Un párrafo debo dedicar al doble discurso. Si técnicamente o en la realidad lo de Bolivia ha sido un golpe de Estado, no lo sé. La distancia me impide tener los elementos para juzgar con criterio periodístico, histórico y legal los sucesos en el país hermano.
Pero de lo que estoy seguro, es que si todo lo que me pregunto en los primeros párrafos de esta nota hubiera sucedido, “todos”, y digo “todos” los que hoy reclaman un golpe de Estado en Bolivia y piden la restitución de Evo Morales en el poder, estarían en las calles manifestándose y llenando las redes sociales de mensajes de indignada protesta.
No es bueno que las instituciones de un país puedan tener color ideológico y acomodaticio. Que no se respete la democracia en todos sus términos y que se ponga por encima de la voluntad popular una ideología determinada.
Ahora bien. Imaginemos que Alberto Fernández hace el mejor gobierno desde el regreso de la democracia. Imaginemos que sigue bajando el déficit, logra derrotar a la inflación, llena las heladeras de los argentinos, disuelve la pobreza estructural, paga la deuda que le han dejado los anteriores gobiernos, logra acuerdos internacionales de comercio, industrializa el campo y dejamos de ser sólo proveedores de materias primas. Pero disuelve el Poder Judicial; nombra a dedo a una nueva Corte Suprema; manda a las fuerzas federales a ajusticiar opositores; arma un pool de empresas para que trabajen la obra pública sin licitar o licitando con trampa; manda a exonerar o indulta a los presos por corrupción y llama a reformar la Constitución para obtener una carta magna “albertista” que le permita la reelección hasta que la muerte lo detenga.
¿Qué haríamos los argentinos?
Vos, argentino, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a salir a la calle a defender la justicia, el orden institucional y los dineros públicos?
¿O vas a dejar que te silencian mientras se llenan los bolsillos de dinero y poder, porque te comisionan con algo en el proceso?
Argentinos: valoremos y cuidemos las instituciones. Aprendamos que con eso no se juega. Tengamos la certeza de que siempre van a ser el mejor camino, para ser un mejor país.