Después de 52 horas históricas cargadas de giros inesperados, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva ingresó el sábado en una prisión de Curitiba ante la expectación de un país dividido entre quienes lo aman y quienes lo odian, pero que nunca lo pierden de vista.
A seis meses de las elecciones generales, la vida pública de la mayor economía de América Latina arranca una nueva etapa llena de interrogantes. A los 72 años, Lula comienza ahora la vida de presidiario y, aunque todavía es pronto para saber si algún recurso puede liberarlo a corto plazo o cómo se adaptará, nadie duda de que no pasará desapercibido.
“Él es un líder nato, una figura fundamental en la historia política y específicamente en la izquierda”, valoró el analista André Cesar.
Durante su último pronunciamiento en libertad, el exlíder sindical dejó numerosos mensajes. Comunicador brillante, Lula estuvo flanqueado gran parte del tiempo por los jóvenes precandidatos de izquierda Manuela d'Ávila, quien a duras penas contenía el llanto, y Guilherme Boulos, líderes del Partido Comunista do Brasil y del alternativo PSOL, respectivamente.
Con Lula en prisión y su participación en las elecciones prácticamente inviable, se abre la carrera por hacerse con el capital electoral de quien era el líder destacado en las encuestas.