Esa eterna consagración de la primavera - Por Fabián Galdi

Un 29 de mayo de 1913 fue estrenada la obra más controversial de Igor Stravinsky. Una mirada sobre este gran referente de la cultura rusa.

Esa eterna consagración de la primavera - Por Fabián Galdi
Esa eterna consagración de la primavera - Por Fabián Galdi

Y de repente, los murmullos hirientes se transformaron en agresiones verbales explícitas. Desde los palcos, la aristocracia practicaba sus deportes favoritos: el cinismo, el sarcasmo y la ironía. El tono ceremonioso se desechaba. El cuidado de las formas se desmoronaba. Las risotadas acompañaban el tono soez de las burlas expresadas en voz alta. Los fantaseadores de sentirse nobles aunque sea por un rato, asentían. Un rechazo semejante aunque menos exteriorizado, fue el de los reaccionarios románticos y post románticos frente a tal osada manifestación vanguardista. Hubo hasta escenas de pugilato entre estos aficionados y los modernistas, quienes sí aceptaron a esta propuesta claramente desectructurante. En tanto, la orquesta -ensimismada- seguía tocando; su director, la sostenía. En el escenario, la danza se expresaba en una performance desusada para la época. En los sectores más igualitarios del teatro, los espectadores se conectaron con las imágenes sensoriales que recibían. Así, el estreno de "La consagración de la primavera" quedó inmortalizado en un cruce dual de opuestos: los unos y los otros. La percepción del hecho artístico marcó una divisoria de aguas. Un revulsivo, quizás. Una bisagra, en definitiva, se había instalado para siempre tras esa batalla cultural librada un 29 de mayo de 1913 en el Théatre des Champs Elysées, en Paris.

Igor Stravinsky fue el creador de esta obra revolucionaria y tuvo como musa inspiradora a un sueño propio de tres años atrás, del que se guardó la fugacidad de una visión. En su evocación, el compositor ruso alude a una costumbre pagana de carácter solemne, en la que se produce un ritual; los ancianos sabios observan a una joven que danza frenéticamente hasta morir y la sacrifican en honor al dios de la primavera. La imaginó como ballet y convocó al extraordinario bailarín Vaslav Nijinsky, quien nunca antes había asumido el papel de coreógrafo. Junto al empresario Serge Diaghilev se empezaba a gestar entre los tres uno de los fenómenos artísticos más controversiales del siglo pasado. La musicalidad fue de tono simple y combinaba movimientos catárticos con una percusión de alta expresividad. Para quien la creó, era una representación de la Rusia pagana, en la cual se mixturaba el misterio con el poder primaveral ligado a la creatividad.

Tal fue el impacto del producto, que Nijinsky debió realizar 120 ensayos previo al estreno. Había tal grado de dificultad para los bailarines que éstos debían saltar de continuo y caer como si estuvieran en trance. Las crónicas de época registran que un espectador pidió un doctor a los gritos suponiendo que se habían registrado episodios de epilepsia debido al contoneo de los cuerpos en el piso. El poder simbólico de la representación estaba basada en liberar instintos atávicos, lo cual no guardaba punto de relación alguna con el cánon de la danza clásica.

El genial Stravinsky (Lomonósov, 1882/Nueva York, 1971).

La obra se divide en dos actos, denominados "El beso de la tierra" y "El gran sacrificio", respectivamente. Stravinsky ya había experimentado en sus "Petrouchka" y "El pájaro de fuego" cómo describir el ritualismo a partir de la la experiencia auditiva. En su creación más rupturista, optó por no incorporar un argumento sino un conjunto de disparadores escénicos que debían expresar el tema in situ. En la primera parte, la escena retratada pasa desde que un grupo de jóvenes mujeres con su rostro pintado aparece y se finge el secuestro de una a través de dos sectores en pugna, hasta que un anciano interrumpe la acción para besar la tierra; allí se desata el frenesí de una danza colectiva frenética. En la segunda, las vírgenes caminan en círculos hasta que honran a una de ellas, que ha sido elegida para sacrificarla. En todos los casos, la intensidad percusiva se mezcla con las sonoridades del fagot y del corno.

Si el estreno fue un sinónimo de caos, lo cierto es que las dos presentaciones parisinas seguidas transformaron al rechazo en aceptación. Poco después, en Londres, también hubo una acogida favorable. Stravinsky, quien además fue cuestionado por sus controvertidas posiciones políticas - solía lanzar frases de tono antidemocrático-, supo imponer su criterio artístico a expensas de parecer políticamente correcto. Y logró, además, que esa consagración de la primavera se posicionara eternamente como una de las creaciones artísticas más impactantes y revulsivas del siglo XX.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA