Es María Francisca en los documentos oficiales; Xisca para sus amigos; María para los colegas y Mery en su firma de mail.
A la novia de Rafa Nadal le gusta que le llamen simplemente María y, aunque responde a todos los nombres, cuando le preguntan los medios de comunicación, se evapora.
En el estado de su perfil de WhatsApp pone disponible, pero la verdad es que es imposible arrancarle una frase.
María trabaja en la actualidad en la Fundación Rafa Nadal como directora de Integración Social: "Es minuciosa, puntillosa, detallista y profesional", cuenta una persona que ha colaborado con ella.
Alérgica a lo ostentoso y enemiga de la exposición, vive en compañía de los suyos. Uno de los empresarios baleares más ilustres y representativos dijo una vez que es preferible que te teman a que te envidien, y aunque María no da miedo, sí nos provoca envidia por ese halo de misterio que ha construido en torno a su figura. Ella es así, enteramente discreta, un poco tímida, educada y sonriente. "Lo que mejor la define es que es una chica muy normal, que sabe estar en su sitio", dice uno de sus antiguos compañeros de trabajo.
"Es muy linda, las fotos no le hacen justicia, es aún más bonita en persona", aclara un compañero.
Sigue siendo aquella chica vergonzosa que vestía de uniforme y soltaba medias sonrisas."
Un bombón mediático. Su mutismo y su porte la han convertido en una especie de it girl distante, que, por su normalidad, también se antoja cercana. En comparación con las mujeres de otros tenistas, ella parece venir de Marte: Mirka Vavrinec, esposa de Federer, tiene fama de severa, y Jelena Ristic, a quien Djokovic se declaró en un helicóptero, hizo público el compromiso vía Twitter.
