Después de recorrer Beijing dejé la capital china y tomé un tren hasta la ciudad de Xi´ An. Fue un viaje de 11 horas con rumbo sur. Un largo trayecto pero aún así el más corto que me tocó en el mes de viaje. Una muestra del enorme tamaño de este gigante asiático. No conseguí boleto para el vagón cama y tuve que ir sentado cara a cara con los otros pasajeros. No había manera de intentar dormir un poco y acomodar las piernas sin tocar las del vecino. El que estaba frente a mi decidió merendar. Ante mi asombro, abrió un paquete y se puso a comer garras de pollo envasadas al vacío. No eran las patas sino las mismísimas garras. La sazonan con una salsa roja y la comen como si fuera un snack. Después las vi en las góndolas de los supermercados como un producto habitual.
En la estación me esperaban con un cartel con mi nombre escrito. Era mi transporte al hostel ubicado en el centro. Xi An fue la antigua capital de China y tiene ocho millones de habitantes. Es famosa porque allí se hizo uno de los descubrimientos arqueológicos más trascendentales del siglo XX cuando en el año 1974 unos agricultores que excavaban un terreno se toparon con varias siluetas de arcilla que resultaron ser un ejército con caballos y carros incluidos.
La obra fue un delirio del Primer Emperador Qin Shi Huang para que los soldados lo custodiaran una vez que pasara a mejor vida. El complejo se ubica a 45 kilómetros de distancia. Hicimos el trayecto en una combi junto a un grupo de mochileros alojados en el hostel. Había canadienses, ingleses, irlandeses, dos suizas, dos taiwaneses y hasta un uruguayo que residía en China y tenía una beca para estudiar el mandarín. Una chica local nos hizo de guía en inglés. Se visita el Mausoleo de Qin Shi Huang y luego se ingresa al complejo propiamente dicho donde están las curiosas figuras declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1987. Hay tres fosas cubiertas. La dos y la tres son más pequeñas y contienen los altos mandos del ejército. La más grande y asombrosa es la número uno con más de 7000 guerreros rasos en formación de batalla orientados hacia el Este. Llama la atención observar cada figura y comprobar que ninguna es igual a otra. Cada una fue esculpida a mano y con detalles particulares. Varían las expresiones, las armaduras, los peinados, el armamento y el calzado. Aún hoy se siguen desenterrando nuevas reliquias. Hay un centro de interpretación que explica la historia y una tienda oficial donde, si tenés lugar en el jardín o en el living de tu casa, te podés comprar una réplica de guerrero de terracota en tamaño natural.
Después del recorrido fuimos a un restaurante de comidas típicas (aquí no se le llama comida china). Una vez de regreso a Xi´An, me interné en el bullicioso barrio musulmán. Resulta curioso ver a los chinos ataviados a la usanza árabe. En medio del torbellino de olores y sonidos vi en una vereda gran cantidad de pieles exhibidas a la venta. Traté de preguntar de qué animal eran. Un tipo me las señaló y exclamó: ¡Guau, guau!
Quedé atónito ¿Quién podría querer una piel de perro para adornar el hogar? Las volví a ver en otro lugar pero allí me aclararon que eran de lobo, no de perro. Era una ciudad amurallada y todavía se aprecian perfectamente las anchas paredes que la protegían de los ataques invasores. Mi hostel estaba muy cerca de otro punto de interés: la Torre del Tambor y la Campana que fue erigida durante la Dinastía Ming y marca el centro geográfico de la antigua urbe. La campana tañía al amanecer indicando el comienzo del día y el tambor sonaba por la tarde marcando el final de la jornada. Desde su terraza de 36 metros de altura se ven hermosas panorámicas.
Precios
- Tren de Beijing a Xi´An: 35 dólares en vagón sin cama
- Hostel en Xi´An: 11 dólares
- Bus al Complejo Guerreros de Terracota: 6 dólares
- Entrada al Complejo Guerreros de Terracota y Mausoleo del Emperador: 23 dólares
- Almorzar comida típica: entre 3 y 7 dólares dependiendo de la variedad
- Murallas de Xi´An: gratuito
- Torre del Tambor y la Campana: 3,5 dólares