Ni cuando los organizadores pensaron, por primera vez, en hacer un festival rockero de este tipo; ni tampoco al momento de abrir las puertas al público, estuvieron en condiciones –ni siquiera de sospechar– que habían concretado un fenómeno que, medio siglo después, seguiría siendo objeto de estudio por parte de psicólogos sociales, sociólogos y antropólogos.
Y esto es así porque Woodstock fue la piedra angular de un movimiento que habría de influenciar cada uno de los ámbitos humanos en Occidente.
El Festival de Música y Arte de Woodstock, realizado entre del 15 al 17 de agosto de 1969, en la granja de Max Yasgur (de unas 240 hectáreas), situada en las proximidades del pueblo de Bethel, condado de Sullivan, a 137 Km. al noroeste de Nueva York, reunió a más de 400.000 personas. Los organizadores estiman que, en realidad, en los momentos de mayor concurrencia hubo medio millón de personas.
La concurrencia no llegaba sola. Lo usual fue que se tratara de grupos juveniles, dispuestos a acampar, escuchar música, ejercer la libertad más allá de todo límite impuesto por la normalidad o la moral media de entonces. Desde la manera de vestir hasta todo lo demás que pueda pensarse.
Claramente, fue una excelente muestra de lo que la “nueva generación” anhelaba, esperaba que le fuera aceptado y estaba dispuesta a vivir.
Los varones se caracterizaban por sus melenas –siguiendo la moda creada por los Beatles– y las mujeres con ropas coloridas; todos lucían collares, anillos y pulseras.
Dos símbolos los distinguían: la bandera con los tonos del arco iris y el símbolo de la paz.
Entre los artistas que actuaron algunos alcanzaron gran fama. Entre ellos están Ravi Shankar, Joan Baez, Santana, Janis Joplin, Creedence Clearwater Revival, The Who, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Blood Sweat & Tears, Crosby Stills Nash & Young y Jimmy Hendrix.
La prensa –sorprendida– no titubeó en destacar el consumo de drogas (en particular marihuana y LSD), alcohol, prosmiscuidad y liberación sexual. Auge del hipismo, the flower power y “haga el amor, no la guerra.”
Los organizadores, que como ya señalé ni imaginaban semejante concurrencia, fueron rápidamente desbordados, gran cantidad de gente ingresó sin pagar, faltaban baños, se carecía de mínimas medidas de higiene y limpieza… y tantas otras cosas.
Pero lo cierto que Woodstock quedó inscripto como un exitoso festival que, de inmediato, comenzó a ser copiado. El Festival en la Isla de Wight (31 de agosto de 1969) es el mejor y recordado ejemplo.
La trascendencia del evento fue tal que el documental filmado durante aquellos días –Woodstock: 3 days of peace & music– obtuvo el Premio Oscar al mejor documental. Fue dirigido por Michael Wadleigh y entre quienes trabajaron en la edición y el montaje estuvo un relevante nombre del cine mundial: Martin Scorsese.
La película estuvo, en la Argentina, en cartel durante años, en un cine del barrio de Belgrano, en la función trasnoche de los sábados. Un hecho único pues, siempre la función se hizo a sala llena. Los que la veían por primera vez… y aquellos que -como quien escribe- lo hicieron de manera reiterada.
Es que Woodstock –como bien se ha dicho en numerosas ocasiones– es uno de los momentos clave de la historia de la música popular tanto como el hito de consolidación definitiva de lo que fue llamado “la contracultura de los años 60.”
El festival Woodstock es considerado, por los especialistas, el máximo exponente de la década en que la juventud clamó por la paz y el amor libre.
Para conmemorar este medio siglo de aquellos hechos, a comienzos de este 2019 fue informado que habría “un nuevo Woodstock”. Mismas fechas, mismo lugar. Los organizadores afirmaron que “artistas prominentes y emergentes que abarcan múltiples generaciones y décadas” estarán presentes. Junto a ello, habría conferencias de “importantes expertos en tecnologías futuristas y retro.” Empero, a comienzos de agosto y a punto de poner en venta las entradas, los organizadores anunciaron que “por problemas logísticos” la iniciativa quedaba cancelada.
No habrá un segundo Woodstock. Sólo aquel que sorprendió a una generación abriendo a realizaciones artísticas sorprendentes.