Wim Wenders persigue imágenes con la escritura

En su reciente libro, el también cineasta alemán habla sobre la influencia que ejercieron en su vida y en su obra las creaciones de otros artistas, tanto cineastas como fotógrafos, pintores, bailarines y hasta diseñadores de moda.

Wim Wenders persigue imágenes con la escritura

En el libro "Los píxels de Cézanne", Wenders se adentra en ese fuera de cámara siempre presente en sus películas.

Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) recibió el impacto de sus pares Ingmar Bergman, Michelangelo Antonioni, Anthony Mann, Douglas Sirk, Samuel Fuller, Manoel de Oliveira, Yasujiro Ozu, las pinturas de Edward Hopper, Andrew Wyeth, las fotografías de Peter Lindbergh, James Nachtwey, Barbara Klemm, la danza de Pina Bausch e incluso el fenómeno de la moda con el diseñador Yohji Yamamoto.

"Los píxels de Cézanne (y otras impresiones sobre mis afinidades artísticas)", traducido al castellano por Florencia Martin con apoyo del Goethe-Institut y recién publicado por Caja Negra, nos trae desde la escritura informal y por qué no también cinematográfica el proceso de encadenamiento creativo que establece Wenders con algunos artistas.

Así es como irrumpen textos escritos en distintas épocas, justo en el momento en que imágenes o pinceladas ajenas impactaban en su retina lejos de cualquier "idea preconcebida".

Y esas impresiones las vuelca al papel persiguiendo las imágenes a través de la escritura, notas tomadas al pasar que se van configurando en el instante, en la medida que el ojo termina de observar y convierte la escritura de Wenders en un acto visual", como escribe en la introducción Annette Reschke.

En esos apuntes donde también se puede leer entre líneas la cultura de un tiempo centrado en la segunda mitad del siglo XX, aparecen en escena Bergman y Antonioni, dos de sus directores preferidos.

Saltando capítulos
Luego de su primera película comercial, "El temor del arquero frente al penal" (1971), una adaptación de la novela homónima de Peter Handke y "Alicia en las ciudades" (1973), irrumpe "El amigo americano" (1977), una lectura personal de la famosa novela de Patricia Highsmith.

Una etapa en que el alemán rescata los cuadros de Edward Hopper, porque "escarban en las profundidades del sueño americano y exploran ese dilema tan consumadamente estadounidense entre el ser y el parecer". Y admira el estilo de Anthony Mann (el hombre del Oeste) "preciso, conciso, sintético". Su mejor época -menciona- "fueron los westerns", un modo de vida que realmente tuvo vigencia".

Ya en el país del norte realiza la película "Nick's Movie" (1980) en homenaje al director Nicholas Ray y luego "Hammett" (1982), otro homenaje, esta vez al célebre autor de novelas negras Dashiell Hammett. Y "París, Texas" (1984), con la que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes ese año en el que también, en Japón, homenajea al maestro Ozu en "Tokyo-Ga" (1984).

Por casualidad entra al cine para ver "Historias de Tokio" y si no lo hubiera hecho "nunca hubiera sabido (tal vez hasta el día de hoy) que en algún momento existió algo así como el Paraíso (hace tiempo perdido) de la cinematografía".

En Alemania filma "Las alas del deseo" (1987), luego vendría la segunda parte "¡Tan lejos, tan cerca!" (1993), pero entre una y otra dirige "Hasta el fin del mundo" (1991), una película futurista que muestra su intrincado estilo creador en plenitud.

El siglo se completa con el rodaje de "Lisbon Story" (1995), "Más allá de las nubes" (1995), dirigida en colaboración con Michelangelo Antonioni; "El fin de la violencia"(1997), "The Million Dollar Hotel" (1999) y el documental "Buena Vista Social Club" (1999), con el sortilegio de la isla de Cuba y de sus músicos.

"A mí el movimiento como tal nunca me había conmovido. Siempre lo di por sentado. Uno se mueve y listo. Todo se mueve -sentencia-. Aprendí a mirar y admirar los ademanes, las posturas y los desplazamientos, los gestos y todo el lenguaje corporal desde y a partir de la danza-teatro de Pina (Baush)".

Algo casi imposible de llevar al cine pero Wenders precisa el momento en que vio cómo el movimiento se introdujo en la pantalla a través de una grabación pionera proyectada en el festival de Cannes de un concierto de los U2 en 3D. "De pronto se abrió una compuerta que empujó la mirada hacia la profundidad, la obligó a entrar en el espacio",

En el último capítulo desmenuza la "Montaigne Sainte-Victoire", esa serie de acuarelas y óleos de Cézanne que resume el espíritu que sobrevuela en estos textos: "Lo que hoy puede hacer cualquiera, tecnología digital mediante, fue hecho en aquel entonces y por primera vez (a principios del siglo XX) por alguien que no tenía más que un lápiz y un par de acuarelas, y que sintió un estremecimiento por lo que hacia que a nosotros los contemporáneos, se nos ha vuelto imposible".

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