Cuando el reloj marcó las 10 de ayer, la emoción acumulada desde hacía mucho tiempo se convirtió en una algarabía masiva en el Parque de la Ciudad (La Rioja). A esa hora se oficializó la beatificación de "Los mártires riojanos", cuatro hombres (tres sacerdotes y un laico) que fueron perseguidos y asesinados en 1976, durante la última dictadura.
La resolución había sido aprobada por el Papa Francisco el 8 de junio de 2018 y -según manifestó el cardenal italiano, Giovanni Angelo Becciu (enviado por el Papa para presidir la ceremonia)- los asesinatos "fueron un pecado terrible contra Dios". El religioso destacó además que está probado que se cometieron in odium fidei ("por odio a la fe").
Los flamantes mártires son monseñor Enrique Angelelli, los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longeville; y el laico catequista Wenceslao Pedernera. Todos ellos fueron referentes sociales destacados por su labor solidaria en la asistencia a los grupos más vulnerables.
Pedernera nació en San Luis y antes de mudarse a La Rioja (donde fue cobarde y brutalmente acribillado a balazos), vivió y se casó en Mendoza. De hecho, María Rosa -su hija mayor- vive en Rivadavia y viajó el miércoles a la ciudad riojana para participar de la ceremonia junto a Coca (viuda de Wenceslao) y las otras dos hijas del matrimonio.
"Estamos viviendo esto con una mezcla de nervios, ansiedad y alegría. Para nosotras cuatro esto es un alivio a tanto dolor y sufrimiento que pasamos luego de un arrebato tan cruel. Siento que con la beatificación llegó la justicia divina antes que la del hombre. El juicio ya se ha suspendido dos veces y se sigue demorando. Y quien dio la orden de que mataran a mi papá ya no está", indicó la mujer desde la Rioja a Los Andes. Cuando habla del autor intelectual, se refiere al militar represor Luciano Benjamín Menéndez, quien ya falleció y llegó a ser condenado -entre otros crímenes- por los asesinatos de los tres curas beatificados ayer también. Pero no tuvo condena por el caso de Pedernera.
"Mi padre nos dejó un legado muy importante. Recuerdo que cuando estaba en el suelo, ya ensangrentado, nos pidió que no guardáramos rencor y que perdonáramos. Porque él nos dijo que había perdonado a quienes le acababan de hacer eso. Mi hermana dice que quizás la justicia humana no llega porque mi papá justamente ya perdonó a quienes lo mataron. Pero a mí me está costando el perdón, no es fácil", sintetizó emocionada María Rosa, quien tenía 13 años aquella fatídica madrugada del 25 de julio de 1976 en que Wenceslao fue asesinado en su casa de la localidad de Sañogasta (a 30 kilómetros del distrito riojano de Chilecito).
"Estamos muy emocionados. El 8 de junio del año pasado me llamó el Papa Francisco muy conmovido, y me dijo que había firmado el decreto que reconocía el martirio de Angelelli y los otros mártires. Y me pidió que fuera yo quien transmitiera la noticia", destacó a su turno el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, horas antes de la ceremonia de beatificación.
Por aquel entonces, Colombo se desempeñaba como obispo de La Rioja y -junto con otros referentes- trabajó por la causa de los mártires. "Cuando ocurrió esto (por los asesinatos), yo tenía 15 años. Pero mi conocimiento sobre Angelelli llega en la época del seminario. Se aprecia mucho la figura de él allí", agregó.
Huella en Mendoza
Según confirmó Colombo, Wenceslao Pedernera es el primer laico padre de familia en ser beatificado. "Además, es el primero cuyano", agregó con orgullo y emoción María Rosa, la hija mayor del ex trabajador rural.
Nacido en La Calera (San Luis) en 1936, desde muy joven Wenceslao se abocó a los trabajos en el campo para ayudar a sus padres. En 1961 llegó a Mendoza y aquí trabajó como peón rural en las fincas de la bodega Gargantini. La cuadrilla que integraba estaba a cargo de Emiliano Cornejo, quien en 1962 se convirtió además en su suegro, luego de que el trabajador se casara en Rivadavia con la hija de Emiliano, Marta Ramona (conocida por todos como Coca). Ella, con 78 años, participó emocionada de la ceremonia de ayer, y vive aún en la casa familiar de Sañogasta. En esa localidad también comenzaron las vigilias el miércoles por la noche.
De acuerdo con los relatos de quienes lo conocieron y sus biógrafos, a Wenceslao "no le gustaban los curas". No obstante, su participación en misiones populares cada vez se fue tornando más activa (impulsado en gran medida por su esposa).
En 1968 fue nombrado en la coordinación del movimiento rural de la Acción Católica en Cuyo, y en 1973, él y su esposa fueron invitados a participar de una "experiencia rural comunitaria" en un campo de la diócesis de La Rioja.
En 1974 se trasladaron a Sañogasta, y allí Pedernera siguió trabajando en el movimiento. Ya mantenía un estrecho vínculo con monseñor Enrique Angelelli, y fue en ese momento, también, cuando comenzó a recibir amenazas.
Estas, al final, se llevaron a la práctica: la madrugada del domingo 25 de julio de 1976, cuatro encapuchados balearon a Wenceslao Pedernera delante de su esposa y de sus hijas.
"Mi papá era una persona muy solidaria, muy generosa. No le importaba si estaba durmiendo, cuando le golpeaban la puerta para trasladar a un enfermo al hospital o a alguien que necesitaba ir a la terminal -a la hora que fuera-, él lo llevaba. Cuando se hacía la cosecha de todo lo plantado para llevarlo a Córdoba, él dejaba en cajones lo que quedaba para que la gente se lo llevara. Siempre nos inculcó hacer el bien sin fijarnos en nada del otro", rememoró 'Mari' desde La Rioja.
Respecto a la madrugada de julio del 1976, la hija mayor del mártir recordó haber escuchado cuando golpeaban la puerta de la casa de Sañogasta. "Mi mamá era siempre quien atendía cuando golpeaban, pero esa noche ya se había ido a acostar. Cuando golpearon la puerta, escuchó que mi papá decía 'Ya va'. Y le llamó la atención la hora, por lo que corrió la cortina de la habitación. Ahí vio a los encapuchados armados", reconstruyó, rememorando el dolor.
"Lo balearon. Y cuando cayó al piso, lo patearon. Según los resultados de la exhumación del cuerpo, primero le tiraron en las rodillas para que cayera. Y ahí lo golpearon. Tenía las costillas quebradas por los golpes", sintetizó.
"Fue asesinado por odio al amor", destacó oportunamente el Papa Francisco, al referirse al asesinato de este mártir laico.
Una beatificación a víctimas de la dictadura considerada “histórica”
La Iglesia beatificó ayer en La Rioja, en un hecho histórico, a cuatro víctimas de la dictadura militar; entre ellos el obispo Enrique Angelelli, en una ceremonia al aire libre que encabezó un enviado del papa Francisco, quien los declaró "mártires". "Fueron asesinados en 1976, durante la dictadura militar, marcado por un clima político y social incandescente, que también tenía claros rasgos de persecución religiosa", dijo el cardenal italiano Angelo Becciu, en la homilía de la misa de beatificación frente a una multitud en el Parque de la Ciudad.
Tras la lectura de la biografía de los mártires, se dio paso al rito en latín de la beatificación aprobada por el Vaticano en 2018, al probarse que el asesinato de los cuatro "por odio a la fe" constituyó un martirio.
"Angelelli desafiaba a los poderosos, los molestaba. Desde la fe, desafiaba a construir la vida ponderando los valores familiares y religiosos", destacó Marcelo Colombo, quien comenzó a promover también en 2014 la beatificación del monseñor. "La beatificación de los mártires me da una gran alegría", resumió.
En foco: Dios es amor
Decir que todos los curas son iguales es tan estúpido y peligroso como cualquier generalización. Sostener que por el sólo hecho de ser sacerdote un hombre es pedófilo o abusador serial equivale a decir que todos los políticos son corruptos, o que todos los médicos recetan medicamentos para hacerse millonarios a costas de fondos de dudosa procedencia aportados por los laboratorios (por ejemplo).
Los casos de abusos sexuales en el instituto para chicos sordos Antonio Próvolo (Luján de Cuyo) y en el Monasterio del Cristo Orante (Tupungato) tienen a 4 curas denunciados y con las mismas imputaciones: abuso sexual simple y agravado.
Los 4 curas en cuestión (Nicola Corradi y Horacio Corbacho, en el Próvolo; y Diego Roqué Moreno y Oscar Portillo, en el Cristo Orante) están siendo investigados actualmente; tanto por la Justicia ordinaria como por la Justicia canónica. Y aguardan los juicios privados de la libertad (3 de ellos con prisión domiciliaria).
Es evidente que los actos de estos religiosos han sido antagónicos a los de los curas Angelelli, Murias y Longevie (tres de los cuatro mártires riojanos beatificados recientemente); y quienes optaron en sus vidas por "la opción por los pobres"; ayudando en La Rioja a quienes más lo necesitaban en los '60 y '70. O a los actos del legendario padre Jorge Contreras, mendocino y quien siempre mantuvo un compromiso social y solidario con los sectores más vulnerables de la provincia. También se puede incluir en este grupo al padre Carlos Mugica, vinculado al movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y fundador del movimiento de curas villeros (con activa participación humanitaria en la Villa 31). Si hasta resulta imposible no incluir en esta enumeración al jesuita José María Llorens, quien también dejó su huella en Mendoza y en el Barrio San Martín. O al padre Lorenzo Massa, quien puso su oratorio a disposición para que un grupo de chicos pudiesen jugar al fútbol en el lugar y no estuviesen expuestos a los riesgos de la calle (así nació len Club Atlético San Lorenzo de Almagro).
No hace falta ser el católico más fanático del mundo para destacar a estos últimos sacerdotes; ni el ateo más irreverente para condenar las acciones de los sacerdotes del Próvolo y del Cristo Orante. Lo humano trasciende religiones.
En una entrevista reciente, el Papa Francisco se refirió a "cuatro pecados" en los que pueden incurrir los periodistas y los medios de comunicación: la desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia ("el amor a la caca", definido literalmente por el Papa). En este último caso, Francisco aclara que hace alusión a la publicación de escándalos sean o no verdaderos.
Para el cierre, Francisco concluye en que superando esos 4 límites, "la comunicación sería algo maravilloso". Y destaca que un comunicador que esté atento a no caer en esos 4 defectos "es un flor de comunicador".
Si se tiene en cuenta que el cura Corradi ya tenía denuncias previas por abusos en Verona (Italia) y en La Plata (Buenos Aires); con el Caso Próvolo se volvió a instalar la lupa sobre la institución de la Iglesia a nivel mundial. Y se reflotó la versión de un histórico modus operandi: aquel que sostiene que cada vez que un sacerdote es denunciado por abusos, a modo de encubrimiento de dispone el traslado a otra ciudad. De hecho, ex alumnos del Próvolo italiano denunciaron que uno de ellos hasta entregó una carta a Francisco con los nombres de los sacerdotes acusados en Verona (entre quienes estaba el nombre de Corradi).
Parafraseando entonces al Papa, podría decirse que una Iglesia que supera el defecto del encubrimiento -o que permite que ni siquiera se extienda este manto de sospecha- será una "flor de Iglesia".