Hay que decir que "Wanderlust", la serie que acaba de estrenar Netflix, bien podría ser un bodrio o un producto más, completamente olvidable. Pero los actores, directores y escritores, cuando hacen su trabajo, transforman lo remanido en asunto excepcional. Y este es el caso.
Promocionada como "la miniserie que habla sobre el 'poliamor'" esta narración es bastante más que eso y otra cosa; o lo mismo, pero con el enfoque que corresponde.
Pues sí: traza el derrotero de lo que sucede cuando los terceros se insertan en la intimidad de una pareja, pero no justifica esas incursiones como resultado de la falta de compromiso y afecto que vienen adosadas al tercer milenio.
"Wanderlust" se sumerge en contarnos qué pasa cuando una relación se vuelve monótona, qué pasa con el sexo, qué con la intimidad, qué con el amor, qué con los proyectos comunes. Y lo hace con gracilidad e inteligencia: los dos tonos que le permiten a la trama convertirse en humor ligero y a la vez significativo.
Los méritos vienen del hecho de que "Wanderlust" tiene a dos titanes interpretativos: la versátil e inteligente Toni Collette y el solvente Steven Mackintosh, capaces de convertir en gesto irónico, risa sutil o drama espeso -oculto entre los pliegues de la frivolidad- a cada paso de guión que les toca recorrer.
Pero también el guión de Nick Payne (creador de la idea) tiene lo suyo: una combinación de momentos y situaciones que rezuman inteligencia en los diálogos y la profunda comprensión de la índole humana.
Porque esta miniserie no nos habla sobre cómo huir de la crisis existencial que deriva de un matrimonio gastado, sino de poner cada cosa en su lugar: el sexo como disfrute y aspecto esencial de la pulsión de vida, más allá de cualquier prejuicio, separado del amor que une a dos en un proyecto común a largo plazo.
Y esta combinatoria es fruto de la dosificación de los conflictos, en una trama que parece simple y sin embargo es bien compleja.