En una nota exclusiva para Estilo, el líder y fundador de Rata Blanca, Walter Giardino, habló no sólo de sus inicios y de la evolución del grupo: criticó el circuito de la industria discográfica que, según él, elije por capricho a las bandas que luego forman parte del mainstream. Se declaró también amante de la música clásica: "podría haber sido violinista y hubiese sido tan apasionado en el violín como lo soy con la guitarra", y declaró que verdaderamente "funciona" la fusión con el metal.
Confesó además que siempre le atrajo el mundo fantástico de Tolkien, "la nostalgia por esas épocas viene de alguna anterior vida mía", bromeó, y dijo entre otras cosas que de chico jugó al futbol "como todo pibe de barrio"; pero que ahora lo que más disfruta es simplemente "caminar por la calle". Aquí, algo más de esa charla.
- ¿Qué le ha permitido a Rata Blanca mantenerse por tantos años?
- Hay por sobre todo un trabajo arduo para que esto funcione y tenga un nivel que la gente respete. Pero nos mantienen sobre todo la música y las canciones que las nuevas generaciones se van apropiando. Hay un público que nos ha conocido a través de internet y eso nos ayuda muchísimo. Nos da lo que no te da el marketing o la prensa especializada. Internet hace lo suyo.
- El talento, ¿qué papel juega en todo esto?
- Va de la mano al amor que sentís, la vocación que tenés. Conozco mucha gente talentosa que no llegó a nada porque quizás no demostró tener suficiente pasión. Yo puedo tener ciertas virtudes o habilidades pero llegué al lugar en el que estoy por la entrega, y porque siento lo que hago. Que juzguen e interpreten los otros en la medida que quieran, o puedan. El tema es cuando a la calidad la ignoran o se la omite. Yo puedo soportar una mala crítica, pero a veces la falta de reconocimiento se vincula a una cuestión de género -más allá del talento-. Se menoscaba al heavy y el heavy convoca... Eso es curioso, ¿no? Me da un poco de tristeza... Rata tocó en Buenos Aires hace menos de dos meses, junto a otras bandas de metal, y ese día juntamos 80 mil personas. El día del metal convocó mucha más gente que todas las otras fechas juntas.
- Dentro la industria discográfica, ¿qué lugar que ocupa el metal?
- Se mezclan una serie de cosas con el metal. El tema es bastante especial y funciona de una forma curiosa. No siempre el buen músico o las buenas bandas han tenido el espacio suficiente. Se elige por capricho. El mainstream en Argentina deja bastante que desear, y está liderado por gente que no hace música y que encima se cree más que los músicos -que somos realmente los que generamos-. Es ridículo.
Todos somos parte del negocio pero la materia prima la hace el artista. Hay que hacer las cosas bien, y con responsabilidad, aunque sea el camino más largo. Quizá llame más la atención tocar una vez al año que todo el tiempo. Hemos encontrado nuestra forma de hacer las cosas. Yo siempre digo "es la música la que ganó", no ha habido ninguna estrategia. La música dice siempre la verdad. Ahora se prioriza la poesía intrincada y rebuscada, más que la música. Nosotros tenemos que estar felices por lo logrado.
- Tenés una formación clásica, barroca en especial, ¿dónde está el punto de encuentro entre esa música y el metal?
- La música clásica, a ver... (piensa) demás está decirlo: es la mejor música del mundo, la más desarrollada, con la que se llegó a lugares increíbles. Tiene otra energía por supuesto, distinta a la del rock o a la del metal. La música clásica es diferente pero tiene un punto que al heavy le sirve y le funciona, donde rítmicamente se puede adaptar. Se logra algo que se incrusta con naturalidad, sin mezclas forzadas. En algunos casos la fusión logra tener mucho más de la energía del rock -con su fuerza propia- y en otros casos se logra la grandeza melódica y armónica de la música clásica.
Funciona, te lo vuelvo a repetir. Hay muchos del metal neoclásico que lo han logrado en su máxima expresión: está Ritchie Blackmore, y otros grandes de los '70; como Yes, Genesis. Lo hizo Keith Emerson, muchos... Lo clásico en el metal funciona muy bien. Yo considero a Rata como rock metálico, y no como heavy metal. El heavy metal es un poquito más cerrado musicalmente. Hay cosas que no se permite hacer, y a mí me gusta mucho disfrutar de todas las texturas musicales. Opino -y esto es muy personal- que el metal, como hijo del rock, es lo más serio y comprometido que hay. Lo digo desde lo musical y también desde lo ideológico. Aunque de lo ideológico comparto hasta donde tengo que compartir. Si se vuelve más importante que lo musical, me deja de interesar. No estoy del todo de acuerdo con mucho del metal argentino que se pone demasiado "fundamentalista". Comparto las bases, pero no la exaltación por lo ideológico.
- ¿La banda se ha mantenido en una línea o ha evolucionado?
- Está bueno saber que las cosas que van pasando las podés tomar como frustraciones o como experiencias. Yo vi todo como una experiencia, siempre he estado mirando para adelante. No es que "ya está, ya lo logramos", siempre quise tocar en una banda que funcione, que sea genial y que sea buenísima. En el medio, obvio, pasó de todo: milicos, policía, calle, drogas, rock, viste... Salimos del Bajo Flores, no es un barrio fácil; y eso es parte de mi carrera. Los momentos malos se pasaron. Pero siempre para adelante, cuando cambie esa postura va a ser porque yo ya no esté en este mundo. Yo tengo una carrera y un camino que empezó cuando mi vieja me mandó por primera vez a clases de piano, tenía cinco años. A los diez agarré la guitarra y pasaba algo. Descubrí mi vocación muy rápido y sentía que no me importaba hacer otra cosa.
- Es peculiar que una banda de metal tenga una temática tan recurrente: Edad Media, magos, hadas, ensueños, magia. ¿Qué te atrae en especial de todo ese mundo?
- Lo fantástico, justamente. No es una temática presente en todo Rata; porque también tenemos mucho de realidad, crítica, política, religión, hay de todo. Nosotros no entendíamos las letras de Yes, Genesis o Led Zepellin y por ahí estaban hablando de historias fantásticas. Las óperas más clásicas han recurrido también a lo fantástico. Quizá logramos llamar la atención con esa manera de expresarnos. ¿Cómo vas a hablar de cuestiones medievales en Argentina? (risas). Yo creo que ya a esta altura del mundo todos podemos hablar de todo. Esto es global y el rock es universal. Además de hablar de cosas del barrio se habló de todo eso tan de "La leyenda del hada y el mago".
- ¿Te gusta Tolkien, "El Señor de los Anillos" o "Juegos de Tronos", por ejemplo?
- Sí, sí, sí... Soy especialmente fanático de todo eso. Yo digo que el romanticismo y la nostalgia que tengo por esas épocas viene de alguna anterior vida mía (risas). Toda esa historia es tan distinta a la que tenemos hoy. Existía un espacio en el que los hombres se manejaban de otra forma, con otros códigos. Muchas de esas cosas hoy se han perdido. Quizá haya gente que puede recuperar algo de esas épocas a través de la banda, como lo hacen también con algunas películas. Tenemos ahora una realidad llena de pálidas y bajones, con guerra de poderes, y la gente tiene malestar, necesita refugiarse en otras cosas.
- De la casta de guitarristas que nos dejaron los '80: ¿hay sucesores? ¿Cuál es el futuro del rock?
- Las próximas generaciones miran los '70 y los '80. Hay un redescubrimiento y una vuelta a la buena música. Como cuando descubrí a Bach. Yo vivía sin saber que existía eso, y cuando llegó, me pregunté qué es esto. La primera vez que me llamó la atención tenía seis años. Mi abuelo tocaba el violín en una orquesta de tango y a él le gustaba toda la parte más moderna de la música clásica. A mí siempre me gustó más Vivaldi, Bach, Mozart, Beethoven. Lo que viene después, Strauss, Tchaikovski; no te digo que no me guste, pero lo anterior fue lo que realmente me apasionó.
El sentimiento que me despertó fue grandísimo y creo que a los chicos les está pasando lo mismo. Tienen el acceso a la información -que nosotros no teníamos- y ven a las bandas de los '70, la de los '80 y me dicen "me hubiese gustado haber nacido en esa época". El rock se va regenerando y acá no hay ningún invento de nada. Los músicos solo han abierto puertas pero siempre mirando a lo anterior. La época de los '60 y los '70 de Inglaterra fue brillante, increíble.
- En el '93 tocaron con la Sinfónica, música de Bach. Ahí se encontró el público que escuchaba música clásica con el que venía del metal.
- Claro, y no fue forzado. El resultado fue realmente emocionante. Mirá: si yo no salí músico clásico, no sé (se ríe). Podría haber sido violinista y hubiese sido tan apasionado en el violín como lo soy con la guitarra. La gente que escucha, y que sabe escuchar, es el verdadero público Rata; el que viene a disfrutar de la parte rockera y de la otra que no lo es tanto. No la gente que está en pose de escuchar "música importante", ni la que está queriendo ser parte del "snob".
- ¿Nunca imaginaste, como vocalista de la banda, a una mujer soprano?
- Lo que pasa es que una mujer cantando rock... (duditativo). No muchas lo pueden hacer. Hay muchas grandes cantantes que cantan bien, pero cantar rock es otra cosa, viene por otro lado. Puedo imaginarme a una mujer, pero tendría que haber sido con otra carrera. No podría cambiar a los cantantes de Rata por una mina. No habría resultado.
- ¿Cómo siguió la relación con Saúl Blanch, el primer vocalista de la banda?
- Tengo buenos recuerdos y gratitud hacia Saúl. Fue el primer cantante de Rata, y el del primer hit. Siempre fue un tipo que estuvo, y estuvo hasta donde pudo. Nosotros, cuando empezamos, teníamos 25 o 26 años; él tenía diez más. Tenía un trabajo, una familia, estaba en una órbita diferente. A nosotros lo único que nos importaba era tener una banda, y él lo único que necesitaba era un trabajo en el que le paguen. Era difícil ganar dinero con Rata y decirle "no trabajes, cantá". Me pareció un acto de justicia invitarlo a cantar en Buenos Aires y que él se despidiera así.
- ¿Han existido diferencias de estilo o distancias con Adrián Barilari? ¿Vos optás por lo más pesado y él por lo más melódico?
- No. Y por eso existió "Mujer amante", que la compuse yo. Me quedo con las buenas canciones, sean más o menos pesadas. Adrián es el cantante insignia de Rata. Logró que lo yo quería con su voz y siempre respondió. Quizá en algún momento pasaron cosas. Hubo un giro importante con "El libro oculto", que fue más heavy, más pesado, y Adrián no estaba entusiasmado. Después se fue pero hoy confiesa que es uno de los discos que más le gusta. Esas fueron épocas difíciles.
- ¿Sos vanidoso realmente o sólo es fama?
- (Silencio) ¿Qué es ser vanidoso? A mí me dicen que soy déspota, qué sé yo. Pero eso hay que preguntárselo a la gente que está alrededor mío. Yo te puedo decir que si algo no funciona, lo marco y si lo tengo que marcar por tercera vez seguramente ya no te lo marque como la primera. Molesta: ¿o no? Es como estar haciendo el amor y que te toquen la puerta cada tres minutos, no va.
"Para un poco" ¿no? (risas). Y esto de la música es para mí un poco parecido: soy temperamental, sangre italiana. Dentro de todo lo que se pueda decir he tenido mucha paciencia, mucha, mucha, mucha y quizá eso no lo vean. Cuando estás un poquito más adelante que los otros y todo el tiempo te frenan, te frenan, te frenan, es un poco frustrante. Soy temperamental pero no por el ego de artista, sino por mi carácter. Pero bueno, no hay que guiarse por la fama, aunque "esa fama" no me jode tanto tenerla, quizá por eso me molesten un poco menos (risas), soy medio jodido con eso.
- Dejando de lado al Giardino músico, ¿qué haces los fines de semana? ¿Te gusta ir al cine, practicás algún deporte?
- Mirá la faceta de deportista, (risas) no. Antes, cuando era más chico jugaba al fútbol como todo pibe de barrio. Hago lo normal dentro de lo posible. Porque estar dos meses de gira fuera de tu casa, lejos de tu familia. No es tan normal ¿no? Pero me gusta mucho caminar por la calle solo. Soy todo lo contrario al rock star paranoico, que se mete para adentro y se esconde (risas). He caminado tanto la calle que la extraño. Es que la amo, amo las calles de Buenos Aires; pero bueno, son cosas de la vida, ahora paso más tiempo en Madrid, y me gusta caminar. Yo no quiero ser un "personaje" quiero ser un tipo que camina, que hace su vida con el éxito que ha logrado y que sale a comer, va al cine y está tranquilo.
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