A lo largo de su carrera de tres décadas, a Massacre le pasaron algunas cosas, pero ninguna que, como parte de su manifiesto espiritual, haya estado disociada de ritualidad, de ceremonia, de esa “religión” inventada por ellos mismos.
Una prueba contundente y reciente de su recarga constante de simbolismo sanador y fetichista ha sido volver a tocar en el escenario donde debutaron hace 30 años; en un lugar llamado La Capilla, con un show de acceso limitado pero energizado por los fantasmas de un templo rockero en el que también se oyó alguna vez a Soda Stereo, Sumo y Virus, e incluso a Piazzolla y a Nacha Guevara, a finales de los ’60, en el auge del movimiento contracultural del Instituto Di Tella.
Esto sucedió el pasado agosto, un mes antes de exorcizar también 30 canciones, en estos 30 años, en el estadio de Obras.
Templados en la estética y la música skate punk de su grupo de amigos de Parque Patricios, arrancaron en 1986 llamándose Massacre Palestina, pero cuando lanzaron su primera placa, Sol lucet omnibus (“El sol brilla para todos”, en latín), extirparon la segunda palabra, tras los atentados de la Embajada de Israel.
Como pioneros de madrigueras con la misión de cruzar hardcore y punk californiano, se convirtieron en una banda desencajada de los moldes que definían la identidad del rock nacional de los ’90 en distintas aristas populares.
Su música de la Costa Oeste estadounidense no se parecía al post punk emergente, ni al rock sónico y alternativo de entre décadas, ni mucho, muchísimo menos al contagioso rock barrial que explotaba en la movida bonaerense.
En este camino freak, grabaron un clip –ahora una reliquia arqueológica llamada Diferentes maneras– y se volvieron más valiosos que nunca en su original “planeta en órbita por los espacios alternativos del under porteño”.
Pero les llegó El mamut, en 2007, trabajo discográfico bisagra editado por Pop Art y pasaron de ser figuras de culto a convertirse en astronautas que comparten la constelación más luminosa del rock nacional de hoy.
De eso, justamente, habla Walas, el líder de Massacre, en esta charla.
–¿Hubo algunos ejercicios de alineación y balanceo de la banda en esta fecha redonda?
–Claro. Fue loco. Cuando nos cruzamos con la fecha de Obras, en los camarines, y como nos encantan las ritualidades, tuvimos una reunión de “sincericidio”. Hablamos sobre esto de cumplir 30 años.
Racconto, como dicen. Y nos destapamos con las cosas malas y las buenas. Y entre nosotros saltamos con dos boludeces: un cover, que no nos gustó nunca y en segundo lugar, un concurso en el que participamos hace ya como 20 años atrás. Eso fue todo. Y nos encantó. Porque si sólo teníamos estas dos salidas de cancha, no es nada.
Dos derrapadas estaban re-bien para nosotros. Y nos alegramos por eso. Te puedo decir entonces que nos sentimos muy contentos. Estamos orgullosos.
–¿Cómo es posible recolectar tantas canciones de 30 años en un solo show?
–Hasta esta fecha veníamos con muchas presentaciones algo desbordadas. Con la psicodelia a full. Nos veíamos como fuera de control en el nivel de energías. Y cuando nos propusimos la celebración preferimos bajar por lo menos veinte cambios. Hacer un paréntesis y ponernos más al modo zen. Y comenzamos una especie de terapia grupal. Imaginate, comencé a los 18 años y no paré más.
Por eso planificamos volver a nuestro escenario debut, un lugar llamado La Capilla. Pero hicimos una movida logística importante. Allí debutamos. Es un lugar minúsculo donde entran como 300 personas. Un lugar desvencijado ahora pero con una historia muy extensa de recitales y de relatos que cuentan sin duda parte de la historia del rock nacional.
–¿Y estaba todavía inalterable?
–Por supuesto que no. Pero es un lugar de culto. El recital lo hicimos el 3 de agosto. Allí revivimos nuestra primera vez en un escenario, cuando éramos realmente unos cachorros.
Finalmente conseguimos una autorización especial, con la excusa de que Massacre quería volver a un escenario donde antes también habían tocado Virus, Cerati, Sumo. Y conversando con los actuales dueños, supe que allí también había tocado Nacha Guevara y Piazzolla y muchos de los artistas que pertenecían al Instituto de Arte Di Tella. Un templo lleno de fantasmas. Nos encantó, obvio. Como somos fetichistas, ritualistas... fue perfecto.
–¿Y los festejos en Obras?
–Siguió con esa onda. Continuamos con ese simbolismo ritual y tocamos 30 canciones. Sin más. Sin covers. Con docenas de amigos invitados. Con un gran cartel sold out en la puerta. No nos podemos quejar. En estos tiempos de multitudes comprando entradas para festivales y recitales internaciones, aquel cartel nos puso muy contentos.
–¿Y cómo les fue cuando actuaron en el BA Rock?
–Te digo que, según muchos críticos, junto con la presentación de Babasónicos, nos eligieron como dos de los mejores recitales de este festival.
–Supe que está perdido el clip de una de las canciones preferidas de ustedes, Diferentes maneras. ¿Con esta nuevas tecnologías pudieron recuperarlo?
–¿Y si te cuento que sí? (risas). Pero te digo que no fue nada fácil. Tuvimos un complejo sistema de negociación de este material para recuperarlo. Y además, hay una idea para masterizarlo, para actualizarlo digitalmente. ¡Uf! Es una historia aparte. Una historia genial. Ese video está en un VHS lleno de polvo. Pero está.
La ficha
Massacre, 30 años.
Banda invitada: Lupus.
Hora: 21.30.
En: N8 Estudios (Mitre y Godoy Cruz).
Día: hoy, viernes 24 de noviembre.
Entradas anticipadas $300.
Boleterías: Moicano Rockería (Galería Caracol); Amadeus Rockería (Necochea 75); Otra Vida (Galería Caracol); Siempre Deportes (Luján y Maipú); Willys Bar (Mitre 1371, Chacras) y Masticket.com.ar.