Cuando Lisandro Guiñazú, Pablo Sepúlveda y otros más de 170 mendocinos decidieron ir a trabajar un año más en la temporada de invierno a Andorra, jamás pensaron que su estadía podía extenderse más de la cuenta. Pero en el medio apareció el coronavirus, el cierre de las fronteras y una cuarentena que por meses los llenó de incertidumbre y los privó de volver a sus casas.
Lisandro tiene 45 años, es instructor de Ski y, como ya lo había hecho en el pasado, se había ido a aquel pequeño país ubicado entre la frontera de España y Francia "para lograr alguna diferencia económica". Los mismo que Pablo, que "estaba mentalizado estar en Andorra hasta final de abril".
Volver a Mendoza no fue nada sencillo y "no fue un vuelo de repatriación, Aerolíneas Argentinas no fue a buscarnos", dijo a Los Andes Guiñazú, quien fue uno representantes mendocinos en el grupo "Varados en Andorra", del que formaron parte más de 2000 argentinos, de los cuales 1454 aún están esperando regresar.
Si bien existieron charlas con los consulados y embajadas argentinas en Andorra o países limítrofes, la fecha de vuelta era cada vez más incierta, sumado a que debían cumplir la cuarentena como en la mayor parte del mundo.
Sin embargo, no todo era malo. "Nuestra cuarentena fue angustiante por la incertidumbre de no poder volver, pero siempre tuvimos el apoyo del Gobierno de Andorra y de Ski Andorra, la empresa que nos contrató", contó Lisandro. Mientras que Pablo "estaba súper tranquilo durante la cuarentena ya que por lo poco que me había informado (no soy una persona que lee constantemente las noticias) donde me encontraba estaba mucho mejor que en Argentina".
Ambos mendocinos decidieron mantenerse con sus ahorros más allá que el Gobierno andorrano y organizaciones como la Cruz Roja o Cáritas ofrecían ayuda para quienes no podían costear su estadía o se iban quedado sin recursos.
La cuarentena para ellos no fue muy distinta a la que vivimos todavía aquí: barbijos obligatorios, salidas programadas y solo negocios de primera necesidad abiertos, con la salvedad de que las salidas se daban por número de edificios y no por terminación de documento.
Pese a que hubo muchos intentos de volver casa, algunos de los vuelos que estaban disponibles tenían costos exorbitantes o requisitos sanitarios con los que no podían cumplir. Así, no fue hasta mayo que las negociaciones del Gobierno de Andorra y la empresa que había contratado a los mendocinos dieron sus frutos.
"Ski Andorra consiguió la autorización del vuelo chárter hasta Madrid y los permisos de Argentina para que los vuelos desde España vengan con argentinos de Andorra. Hoy ya salió el tercer vuelo, en los cuales han venido alrededor de 50 mendocinos en cada uno de ellos", comentó Lisandro. Y añadió que todavía quedan algunos en Europa esperando por volver y otros que han decidido quedarse "porque la sitiación está mejorando".
Para la organización fue fundamental el trabajo del grupo "Argentinos varados en Andorra". "Ya en mayo me anote en el formulario que estaba disponible en el Instagram. Y en menos de una semana ya se comunicaron conmigo para coordinar el regreso", reveló Pablo.
Con la posibilidad de subir al primer avión de la travesía, aún quedaba un detalle más: era fundamental para poder postular al vuelo tener el test de coronavirus realizado por el Gobierno de Andorra con resultado negativo.
Una vez que tenían el respuesta, los argentinos ya podían gestionar los pasajes. Tanto para Lisandro como para Pablo el costo del vuelo fue de 700 euros, lo que al cambio oficial argentino da poco más de $52.000. Pero al ser empleados de Ski Andorra sólo abonaron la mitad, ya que la empresa se hizo cargo del resto.
Con todos los formularios listos, el pasaje en la mano y el negativo al Covid-19, los mendocinos lograron subir al primer vuelo en la noche del 21 de mayo con destino a Barajas. Después de 10 horas de viaje a las 8 de la mañana del 22 llegaron a Madrid.
Ya en suelo español les tocó una escala de tres horas antes de subir al vuelo chárter de Iberia, la aerolínea bandera de España, que iba a aterrizar en Ezeiza. "Tuvimos un vuelo excelente con los servicios básicos cubiertos y llegamos a Ezeiza a las 20:30 del día 22", recordó Pablo.
Ya en nuestro país les tocó esperar nuevamente. Fueron cinco horas más de no saber qué iba a pasar con ellos, hasta que a a las 2 de la mañana, alrededor de 45 mendocinos se subieron al bus que los iba a traer a la provincia.
“Por alguna razón que desconocemos (todos nos dormimos) el bus paró en Retiro y cerca de las 6 de la mañana salimos de ahí con 6 personas más que eran de San Luis y San Juan”, detalló Sepúlveda.
La última parte de la travesía duró casi 24 horas, pero se le sumó la falta de comida. "En el bus de primera categoría sólo contamos con el servicio de agua y baño. Teniendo en cuenta que veníamos de Andorra y que todo estaba cerrado en los aeropuertos contar con comida en el viaje era necesario ya que no podíamos bajar en las estaciones de servicio", añadió Pablo.
"Nos detuvieron en muchísimos controles para pedirnos lo mismo una y otra vez. En San Luis cruzamos la provincia escoltados por un móvil policial. Una vez en la terminal de Mendoza nos esperaban tres personas, una que se encargó de la parte sanitaria controlándonos la temperatura y explicándonos cómo realizaríamos la cuarentena y las otras dos personas se encargaron de la organización y traslado a los hoteles ya dispuestos para realizar la cuarentena", contó uno de los mendocinos.
Allí su suerte fue dispar, a Lisandro le tocó hospedarse en un hotel en Maipú, mientras que Pablo está en uno ubicado en pleno centro mendocino, aunque "bastante precario". A pesar de estar en los hospedajes están "muy lejos de la vida de hotel". Reciben las cuatro comidas diarias pero en los 14 días que deben permanecer allí no pueden salir para nada. "Tenemos que estar en la habitación todo el tiempo y si necesitamos algo es el recepcionista quien se encarga de abastecernos".
Una vez que cumplan con el periodo de aislamiento el último día les harán un control médico y si todo sale bien cada uno podrá volver a su casa y poner fin a esta larga aventura. Lisandro a Luján de Cuyo y Pablo a Malargüe, donde la cosa no terminará y deberá continuar siete días aislado.