Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
Ayer hubo dos grandes combates electorales en Mendoza. Uno fue el del peronismo versus el radicalismo. Ganó el radicalismo. El otro fue el del peronismo mendocino contra el peronismo kirchnerista. Ganó el PJ local. Las dos victorias fueron claras y más allá de los eventuales ganadores y perdedores definitivos en las elecciones de junio, indica una clara tendencia de las opciones estratégicas que ha elegido la ciudadanía para el tiempo que viene.
La mejor campaña, la más clara y precisa, incluso ideológicamente hablando, fue la del kirchnerista Guillermo Carmona, que vino a librar una feroz interna contra el peronismo mendocino, e incluso a tratar de quitarle una plaza provincial a Daniel Scioli. Pusieron toda la carne en el asador; salvo Cristina, casi nadie dejó de venir.
La campaña fue intensa por donde se la mire, en cantidad como en calidad, tanto que prácticamente borraron de la escena pública a la publicidad del PJ local. En resultas del esfuerzo realizado les fue, se podría decir, mediocremente. Sacaron el doble de votos que hubieran sacado sin esa fenomenal campaña, pero muchísimo menos de lo que necesitaban para aproximarse siquiera al ganador de su interna.
El kirchnerismo puro no ha entrado en el interior de la provincia ni entre los sectores populares, es un fenómeno urbano y minoritario. De la izquierda citadina. Además, así como tuvieron un buen candidato en Carmona y una gran campaña, dos méritos que le hicieron sumar votos, es muy posible que las figuras nacionales, en particular Kicillof, no le hayan sumado ni un voto, si no es que le restaron.
Lo de Matías Roby fue una gustada personal, a lo guapo, mientras que el sindicalismo peronista mendocino que lo apoyó demostró su carácter minoritario dentro del movimiento en su faz local.
Apenas con lo justo para decir que existen, pero una cantidad suficiente para que esos votos se los dispute la izquierda, el radicalismo y el peronismo siempre y cuando no sean Paco Pérez ni Ciurca los que negocien los votos con Roby, ya que a ninguno de los dos les tiene el deportólogo alguna simpatía.
Lo de Adolfo Bermejo tampoco fue nada espectacular, pero demostró lo que venimos sosteniendo hace mucho tiempo: que hoy por hoy, el único poder real que sustenta al justicialismo mendocino son los intendentes. Todos los aparatos municipales fueron exigidos para ponerse a disposición de Bermejo, pero el resultado no fue contundente. Pareció más un salvar las papas de las principales comunas justicialistas, pero ellas poco pudieron hacer por su candidato y su proyecto provincial.
De cualquier modo, no es para desmerecer el mérito del justicialismo mendocino, que fue el huerfanito de esta historia. Mientras que a Cornejo y Carmona los visitaron medio mundo del jet set político nacional, a los peronchos menducos los dejaron absolutamente solos. Fueron Pérez, Ciurca y Mazzón contra el mundo, porque los intendentes no pensaron más que en ellos mismos y aunque hubieran querido otra cosa, mucho más no les da el cuero.
Son toros en su rodeo pero no torazos en rodeo provincial, sino apenas corderitos que se colgaron de todo lo que podían, por arriba y por abajo, para salvar su quintita. Para colmo, al único político nacional al cual con lealtad manifiesta se jugaron con todo los peronistas mendocinos, Daniel Scioli, no le dio el coraje para aparecerse en esta primaria, donde la verdadera disputa era entre su candidato, Bermejo y el candidato de Cristina, Carmona.
Ahora, resuelto el duelo, quizá venga pero ya su valentía ha resultado mellada, quedó en claro que si tiene que privilegiar a Cristina por sobre los suyos, no dudará en mirar para otro lado o hasta en entregarlos. Una actitud que avergüenza, pero ninguna rodilla del bonaerense parece dejar de hincarse con tal que la reina Cristina lo deje apostar a la Presidencia, por su divina voluntad.
La izquierda apenas contuvo los votos que la hicieron trascender a la fama hace un par de años con su frescor y novedad, en particular ante los jóvenes de clase media que la siguen viendo con simpatía, aunque no comulguen ideológicamente con todas sus propuestas. Sin embargo, esta izquierda parece cerrarse más que abrirse frente a ese importante voto no ideológico que le mostraba creciente apoyo, como si quisiera quedarse solamente con el ideológico.
Una cosa es proponer bajarles el sueldo a los políticos, algo que apoya medio mundo, y otra muy distinta es querer estatizar bodegas o negarse a votar ni a favor ni en contra de los cargos de control fijados por la Constitución provincial, y mirar las sesiones desde afuera, como si rechazaran ser parte de un sistema al cual ya de hecho pertenecen al haber sido votados para integrarlo.
Mientras no sigan agregando novedades como cuando se iniciaron, estarán destinados a estancarse y el riesgo de desaparecer siempre estará latente.
El ganador, Alfredo Cornejo, lo hizo con una diferencia razonable, con la cual puede consagrarse como gobernador si nada muy importante aparece en el medio para cambiarlo. A nivel nacional se puede vender como un triunfo de la alianza ampliada que incluye a Massa y Macri, e incluso a gansos, socialistas, carriotistas, libresuristas y varios más, para que tanto Cobos como Sanz expliquen quién de los dos tiene más razón en su disputa acerca de las alianzas.
Pero la verdad es que el triunfo local es casi enteramente radical, porque ésta sigue siendo una plaza donde los dos grandes partidos, el peronismo y el radicalismo, han construido trabajosamente dos estructuras políticas bien mendocinas y generalmente suele ganar quien más se acerca a esa conceptualización ideológica localista.
Así como el radicalismo perdió la Provincia cuando Julio Cobos se fue con Kirchner, hoy el peronismo corre serio riesgo de perderla por haberse pegado demasiado a Cristina Kirchner, quien además se portó como una ingrata que al final dejó en banda a quienes durante ocho años no le expresaron a ella ni la más mínima diferencia y se jugaron por su proyecto hasta el punto de que más de una vez tuvieron que pagar costos locales, desdibujándose ante los mendocinos por su lealtad nacional.
Para colmo, ahora, para sumar los votos de Carmona, los de Bermejo deberán intentar la paz con el gobierno nacional, quien puede exigirles cambios en la lista de legisladores nacionales para las presidenciales que se acercan.
En síntesis, una elección muy mendocina, no demasiado trasladable al resto del país, pero que indudablemente tendrá efectos nacionales fuertes.