Volver al orgullo argentino

Volver al orgullo argentino

Dudé del título. Pensé en “volver al orgullo nacional” o “patriótico”, pero opté por el que figura porque nunca perdimos a la Nación ni a la Patria, aunque el régimen K intentó privarnos de ambos sin éxito. Lo cierto es que durante el autoritarismo de CFK sentíamos muy poco orgullo de ser argentinos y más cuando pensábamos que esa pesadilla no tendría fin. Los que viajamos al exterior experimentábamos en nuestra “carne viva” el desprecio, la burla o la minusvalía de ser argentinos. Hasta nos costaba reconocer, con vergüenza, que lo éramos. Al término del día 10 de diciembre, en forma sorpresiva y espontánea, sentimos una mezcla de alivio, alegría, confianza, fe, esperanza; en definitiva, orgullo de ser argentinos. La tranquilidad y fervor popular, la fanfarria militar, nuestros granaderos, solo las banderas de la patria, la humildad del presidente y sus discursos y, por qué no, la belleza y dignidad de su esposa, nos ilusionaron con un presente y futuro muy alentadores.

La ex presidente y los K

No creo que los K deban computarse como un 48% conforme al resultado del balotaje aunque ellos se encargan de atribuir todo el porcentaje a Cristina, en un nuevo relato épico, produciendo una especie de inflación política partidaria. En este 48% se debe incluir a los que no querían votar a Macri pero no eran K, las izquierdas, algunos massistas, y muchos indecisos que resolvieron su dilema votando a Scioli. En suma, las huestes cristinistas eran solo su núcleo duro y tradicional del 35%, no más. Ella actuó como lo fue durante sus dos presidencias. Se negó a entregarle a Macri la banda y el bastón con un argumento absurdo y falso: que desde la hora cero del 10 ya no era Presidente y temía que la denunciaran por usurpación de títulos y autoridad, como una gatita indefensa y asustadiza. Dijo que Mauricio le gritó porque es mujer y está sola intentando introducir violencia de género, lo que desmintió Juliana que presenció la conversación telefónica, una excusa que jamás le importó ni impidió su autoritarismo ejercido y amenazas proferidas durante ocho años. Y en cuanto al miedo a las denuncias, olvidó adrede dos circunstancias: en toda nuestra historia, cuando un presidente entregó a otro los atributos del mando, jamás hubo una denuncia por haber dejado de serlo doce horas antes; y en 2011 cuando asumió la segunda presidencia y se sucedió a sí misma, estaban en ejercicio de sus cargos el vicepresidente Julio Cobos, el presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti y el presidente de la Cámara de diputados Julián Domínguez, todos habilitados para entregarle los atributos de mando. Sin embargo prescindió de estos altos funcionarios contraviniendo la constitución y, fiel a su carácter y convencida que era dueña del gobierno y del Estado hasta el fin de los tiempos, prefirió que lo hiciera una mujer que no era funcionaria ni tenía ningún título ni autoridad: su hija Florencia. De modo que ese “respeto” irrestricto a la democracia y “temor” a ser denunciada penalmente eran histriónicos y falsos. Simplemente cumplió y disfrazó su capricho de no entregarle nada a Macri ni participar en la foto de la ceremonia. Y aquí otro error, uno más de los miles en ocho años, porque el mando no lo entregan los presidentes salientes sino el pueblo que vota al entrante en comicios libres y soberanos. La entrega del bastón y la banda es simbólica y protocolar.

Creo que los K que quedan, ese núcleo del 35%, tampoco lo ignoran. Persisten deliberadamente en sus creencias, no por convicción sino porque jamás aceptaron -ni los dejaban hacerlo- que el gobierno K fue pésimo. Desde el 10 de diciembre y antes, al abrir el nuevo gobierno los paquetes, quedaron en evidencia supina los numerosos actos de corrupción que dejó la “década ganada” porque a esta altura no creo que nadie los ignore, el abandono del país, la pobreza que duele en las entrañas, el odio y rencor entre argentinos, los déficits energético, fiscal y comercial, el BCRA saqueado en sus reservas, el abandono del NOA y NEA, la destrucción del Indec, la justicia kirchnerista o legítima, la vergüenza interna e internacional de Boudou, Jaime y otros; las muertes de Once, el homicidio de Nisman, el antipatriótico y nocivo pacto con el país responsable de la masacre de la AMIA y la bomba en la embajada de Israel. Estos entre cientos de otros más.

Desde el populismo neomarxista hacia un país en serio

El populismo de los K, aprendido de los neomarxistas Gramsci y Laclau, es antidemocrático y antipopular. El derroche de los bienes del Estado, el consumismo feroz que anestesia a las grandes masas por un tiempo pero que termina perjudicándolas porque la falta de inversión, la inflación y los déficits agotan esta falacia consumista de pasos cortos dejando más pobreza, más inflación y menos bienestar, deja al país sobre campos minados muy difíciles de limpiar. Esto nos ha legado Cristina. Hoy estamos viviendo una paz que no teníamos, en tiempos que sabemos difíciles. Las fiestas populistas se pagan muy caras y lamentablemente, en estos tiempos, las estamos saldando los cuarenta millones. Y podemos vislumbrar el éxito porque estamos transitando el camino de los grandes países que hoy viven muy bien, sin inflación, con pleno empleo, con estabilidad económica y monetaria, grandes inversiones y conectados con el mundo. Nadie dice, y menos los actuales funcionarios, que las medidas que se están tomando son y serán inocuas. Todo lo contrario. La fiesta irracional de los K la abonaremos con sacrificios y, en algunos casos, con dolor. Pero estoy convencido que serán “dolores de parto” que preanuncian una gran felicidad cuando pasan y nos dejarán un país normal y racional que valga la pena vivirlo con intensidad y gran esperanza.

Por supuesto, asistimos a las “sentencias condenatorias” de los autores o cómplices del desastre. Celebramos que puedan expresar sus mentiras con total libertad porque estamos en democracia, sin persecuciones como ellos lo hacían contra todos los “enemigos” que expresaban sus ideas contrarias al régimen autoritario. El gobierno está cumpliendo sin pausa, una a una sus promesas electorales, votadas por el 51%. Y la de mayor trascendencia, el levantamiento del cepo y la flotación sucia o administrada del dólar libre, ha despertado las primeras voces apocalípticas, a las que citaré brevemente.

Mercedes Marcó del Pont que terminó con la autonomía e independencia del BC y  sostuvo que la emisión monetaria no es inflacionaria, provocando un artículo mío en Los Andes en el que manifesté que estaba aplazada en economía, dijo que este levantamiento del cepo provocará inflación y recesión económica. Axel Kicillof alegó por su parte que la economía argentina ha pasado a ser manejada por el FMI y es inflacionaria. Es importante destacar que ambos han resultado ser los ejecutores del cepo y de la inflación e intérpretes de las ideas de Cristina, verdadera presidente del BCRA en el caso de Mercedes y ministra de economía en el de Axel, en cuanto al núcleo base del programa de “crecimiento con inclusión social” que nos ha dejado en recesión en los últimos cuatro años, falta de inversión, la segunda economía inflacionaria del mundo después de Venezuela -nuestra socia estratégica con Bolivia, Cuba y Ecuador- con 12 millones de pobres y un BC vaciado de dólares. Carlos Kunkel, ex montonero y actualmente diputado nacional, instó a los K a que individualicen a quienes votaron a Macri, los identifiquen, los escrachen y les digan “vos sos el culpable de que nos esté pasando esto”; “Macri no gobierna para el 51% que lo votó, tampoco para el pueblo sino para los intereses económicos concentrados”.

Hasta ahora Macri, Prat Gay y sus colaboradores han levantado el Cepo con tranquilidad en la población, que no se ha volcado masivamente a los bancos ni casas de cambio a comprar dólares, con cotizaciones de $13,38 por dólar en el mercado mayorista y $13,95 en el minorista, menos que el “blue” y que los $20, $50 o más que preanunciaban los críticos más cáusticos. Nunca tan oportunas las palabras del Quijote contra los profetas del desastre y autores de la debacle de los últimos doce años “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”.

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