El impacto del hallazgo del cuerpo de Santiago Maldonado flotando en las orillas del río Chubut reconfiguró el tramo final en la previa de los comicios de hoy. Su incidencia electoral, sobre el filo de la veda, es por lo tanto, difícil de mensurar y sólo se conocerá cuando esta noche se abran las urnas. Aunque a muchos les pese.
Si bien los resultados preliminares de la autopsia reforzarían la hipótesis del ahogamiento, la figura del joven desaparecido el 1° de agosto supone una batalla simbólica que reactualiza el doloroso debate por los derechos humanos (aunque no exento de miserias cortoplacistas) y su desenlace puso un final también abrupto a una campaña en extremo opaca en Mendoza.
El atinado y respetuoso repliegue de la agenda proselitista fue en todo caso la ocasión ideal para darle fin a una etapa en la que cada uno de los candidatos siguió su estrategia con esmero, pero sin despertar mayores pasiones.
Sin embargo, y más allá del resultado final de la elección de hoy, la incertidumbre que en campaña ni Najul, ni Félix, ni Barbeito ni Ramón pudieron ayudar a despejar es cómo seguirá Mendoza cuando se repartan los 5 diputados nacionales electos (tal vez lo menos importante en esta contienda, pese a ser la categoría que más despliegue mediático ha tenido).
Pero especialmente, cómo será la composición de la Legislatura que acompañará los últimos dos años de Cornejo en la gobernación, ya que la distribución de los 24 nuevos diputados y los 19 nuevos senadores provinciales determinará la vida político-institucional los próximos dos años en la Provincia. Y es por ello que Cornejo entiende que más allá de cualquier pelea, lo que se pone en juego hoy es su gestión. E insiste en plebiscitarla.
Los sondeos previos vaticinan un triunfo de Cambiemos/Cambia Mendoza incluso un poco más holgado que en las PASO; advierten la dificultad que ha tenido Félix para retener todos los votos que logró la suma de Somos Mendoza y deja un final abierto para las aspiraciones del FIT y el PI, con chances de llegar al Congreso.
Pero lo que verdaderamente importa en el Cuarto Piso de Casa de Gobierno es asegurar un sólido fin de mandato, y para ello debe ganar de manera contundente.
Por razones meramente utilitarias, en el Ejecutivo sacan cuentas para saber si la esperada ampliación de esa diferencia a su favor que obtuvo en las PASO le permitirá seguir manteniendo mayoría legislativa. Un anhelo de compleja concreción, pero no imposible.
El Gobierno teme que si no puede tener -como estos dos años- el manejo de las cámaras legislativas, su acción política y de gestión se verá condicionada.
Y lo que es peor, directamente obstaculizada en honor a la intransigente actitud que como opositor Alfredo Cornejo tuvo para con Francisco Pérez.
Pero especialmente, porque lo que se empezará a dirimir en el debate político inmediato, más que las urgencias, son los posicionamientos (internos y externos) para la sucesión en 2019.
Es por ello que es en la Legislatura donde se juega el partido más atractivo de la fecha, donde hoy se confirmará o no si se ratifica el modelo que les propuso Cornejo a los mendocinos hace dos años, basado en el orden y la administración (aunque no exento de rigor); o si por el contrario la ciudadanía le retacea su voto de confianza para que se abran instancias de más diálogo y acuerdo que la oposición dice que ahora se les niegan, en la que los contrapesos republicanos hagan el resto del trabajo.
En todo caso, hoy en las urnas rinden examen el ítem Aula, las paritarias mezquinas pero cumplibles, el ingreso por concurso a la Administración Pública, la emergencia en Seguridad que se asume sin eufemismos como “mano firme”, el pago a tiempo a proveedores y agentes estatales o la distribución sin atrasos de la coparticipación municipal, defienden desde el oficialismo.
Cornejo pone en juego hoy la supervivencia de su estilo de gobierno fundado en la mayoría propia. Si esto se alterara deberá gobernar, necesariamente, con más cintura y con menos retos.
El gobernador, claro está, preferiría seguir contando con su actual mayoría disciplinada y hubiera preferido también que esta elección, más allá de una victoria, confirmara un líder emergente de la interna peronista, un interlocutor válido para las negociaciones que vendrán. De esa carencia siempre se quejó y se seguirá quejando; pues, no sucederá.
A diferencia del oficialismo, la balcanización que hoy exhibe el peronismo permite que haya tantos jefes como sectores internos y/o intendentes con arraigo departamental.
Félix debió compartir su lista con un kirchnerismo del cual en privado critica con esmero, mientras los seguidores de Cristina Kirchner debieron aceptar que su boleta sea encabezada por alguien que saben que no piensa como ellos, aunque ahora admita que -por ejemplo- “fue un error” en su anterior paso como diputado nacional, haber votado en contra la Ley de Matrimonio Igualitario, un emblema de las transformaciones en la “década ganada”.
Es más, es tal la confusión que exhibe el PJ que paró en un mismo escenario, en la antesala del cierre de campaña, a Félix con el ex ministro de Economía Axel Kicillof, el primer responsable de muchas de las críticas que el peronismo de Mendoza, ahora opositor y liberado, se anima a discutir; desde la situación de las economías regionales, la inflación, el sinceramiento de las tarifas fruto del atraso que dejó el kirchnerismo y todo ello sin contar las consecuencias aún visibles en materia de inflación, cepo cambiario o crecimiento de la crisis de la deuda que no quiso reconocer (ni mucho menos pagar) y que, vía default, generó el aislamiento de los mercados internacionales, tanto para la toma de crédito como para la inserción de la producción primaria.
En ese maremágnum de oscilaciones y contradicciones se mueve el peronismo, que sin embargo aun perdiendo hoy podría quedar mejor parado que luego de 2015, especialmente si recupera bancas en la Legislatura que puedan condicionar en breve a Cornejo.
Pero su forzada unidad podrá hacerse trizas esta misma semana cuando la grieta interna aflore nuevamente al momento de votar el desafuero para Julio De Vido, al que el ex intendente de Las Heras, Rubén Miranda, ya adelantó que prestará conformidad, no así aún sus colegas Alejandro Abraham y Guillermo Carmona, que todavía siguen fieles a la estrategia del cristinismo. La fragilidad marca el tenor de los acuerdos peronistas, que sólo se sostienen como resistencia “al ajuste”.
Por lo demás, resta saber cómo se dirimirá la pelea entre los terceros en discordia que representan el Frente de Izquierda y el Partido Intransigente.
En su desesperación, la izquierda (que podría perder la banca que obtuvo Del Caño en 2013) pidió incluso el voto de “aquellos que no comparten del todo nuestras ideas” buscando esquivar así la estigmatización de la que se quejan y a la que ellos mismos han contribuido con lógica más parecida a la de dirigentes estudiantiles que a la de legisladores provinciales o nacionales.
La incógnita mayor de la jornada es saber también si Ramón podrá traducir en votos la locuacidad y el desparpajo con el que sacudió a sus contendientes en campaña. O si por el contrario, y más allá de conseguir representación legislativa, su accionar y el de la fuerza que lidera vino para quedarse o es un nuevo y fugaz emergente urbano, con discurso principista y reparador de derechos pero de finales diluidos, como el que en su momento encarnaron otras figuras ya olvidadas como Aldo Giordano o Ricardo Puga.
Escenarios socialmente conmocionantes como los de Maldonado pueden hacer trizas cualquier especulación en torno al comportamiento de los votantes hartos de estar hartos. Una vez más, la impredecible vida argentina y sus interpretaciones, nos tomó a todos por sorpresa.
Más allá de conveniencias o especulaciones, o si el resto de las pericias y estudios de laboratorio precisan las circunstancias del fallecimiento de Maldonado, su muerte debería tener en todo caso un final más noble que un resultado electoral.
Podría ser prenda de unión o motivo de superación de esa grieta que obliga siempre a desconfiar para dividir, a embarrar para ganar.
De lo contrario, la veda no sólo será electoral: será la imposibilidad de reconocernos como parte de un mismo todo, un mismo lodo, en el que parecemos condenados a vivir todos manoseados.
En Twitter: @LuisAbrego