La vitivinicultura no tendrá su estampilla

La caída pronunciada en las exportaciones de vino entre enero y noviembre del año pasado permite determinar que la vitivinicultura no aparecerá entre las controvertidas estampillas que el Gobierno nacional impulsó para intentar inmortalizar la década gana

La vitivinicultura no tendrá su estampilla

En un esfuerzo por revertir las mayoritarias opiniones negativas, el Gobierno nacional decidió inmortalizar su gestión a través de la emisión de estampillas en las que se destacan sus logros durante la “década ganada”.

Son 19 sellos postales que hacen alusión al matrimonio igualitario, las políticas de igualdad, Fútbol para Todos, la derogación de las leyes de impunidad y la Asignación Universal por Hijo, entre otros. Pero las economías regionales, entre ellas la vitivinicultura, no van a tener su estampilla, salvo que, en un acto de contrición, el Gobierno decida también hacer también alusión al lustro perdido.

El mantenimiento de un dólar desfasado frente a una inflación creciente que afectaba los costos internos, hizo perder competitividad a los productos surgidos de las economías regionales. Si hacemos alusión particular a la vitivinicultura es porque al tratarse de una actividad absolutamente controlada, puede contarse con los números concretos en su desempeño a lo largo de los años.

Es así como se pudo observar que, luego de quince años de crecimiento constante -a razón de dos dígitos por año en lo que a exportaciones se refiere-, en los últimos cinco comenzó primero un descenso en el aumento, se pasó a una meseta y ahora los números se muestran en rojo, a punto tal que las exportaciones han caído en siete de los diez principales mercados externos.

Entre enero y noviembre de 2013 las exportaciones cayeron 17 por ciento a nivel general, afectando esencialmente a los graneles, que bajaron 36 por ciento y los espumantes, 12,6 por ciento.

En el caso de los embotellados, que se habían venido salvando de la situación, los números negativos se observan en Canadá, con 7 por ciento; Brasil, 13 por ciento; China, 6,3 por ciento y Japón, 1,2 por ciento, manteniéndose el aumento sólo en Estados Unidos, con 5,6 por ciento, el Reino Unido, con 2,7 por ciento y México, con 12,3 por ciento, con la salvedad de que en muchos de los casos los bodegueros han decidido cambiar dinero para mantener las plazas, mientras las pequeñas bodegas ya abandonaron sus intenciones de exportar y prefieren derivar sus caldos al mercado interno.

Para colmo de males, esa pérdida de presencia en las góndolas del exterior se da en un marco en el que países europeos, como España o Italia, han incrementado sus exportaciones ante la caída en el consumo de su mercado interno y en algunos casos incentivados a través de medidas gubernamentales. Además, todos saben que recuperar la ubicación en esos mercados cuesta años de trabajo y, esencialmente, de asegurar la provisión de los productos, cosa que muy pocos pueden realizar en las actuales condiciones.

El reciente anuncio de revaluación del dólar puede llegar a generar expectativas favorables, pero si la devaluación se traslada a los precios y se mantiene o aumenta la inflación, de nada valdrán las medidas y las exportaciones de vinos mantendrán su esquema negativo.

Lo que ha sucedido en la principal industria ha sido muy grave, a pesar de los reclamos que se formularon en forma permanente a las autoridades nacionales. La vitivinicultura argentina había realizado un excelente trabajo, que se vio opacado por actitudes y medidas de las autoridades económicas nacionales. En base a calidad, los vinos argentinos han ganado centenares de medallas, pero difícilmente puedan obtener una estampilla.

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