Analizar la vitivinicultura en estos días, requiere identificar intereses entremezclados en el entramado productivo, y así abordar transparentemente las problemáticas. Recientemente asistimos a los eventos de la semana más importante de la vitivinicultura, pero quedaron los mismos problemas de siempre: “rentabilidad del productor primario sin resolver” y un confuso rol de “liderazgo del estado” con varios anuncios, pero pocas definiciones. En el medio del escenario, una dirigencia empresaria que se niega a encontrar coincidencias para reconstituir una “Coviar con mirada desarrollista y de fomento productivo basada en objetivos comerciales claros y concretos”.
En primer lugar, la pérdida de rentabilidad del productor primario debe alertarnos a todos, ya que en la medida que este sector no reciba un precio justo por lo que produce, sus propiedades quedaran en el abandono como se esta observando en diversas fincas de nuestra provincia.
Hay coincidencias en afirmar que la causa de los precios injustos que percibe el productor y le impide cubrir sus costos de operación provienen de una combinación de tres factores: exceso de stock de vinos de cosechas pasadas, una decadente demanda de vino, al mismo tiempo que se registran cosechas récord en un mercado prácticamente desregulado. La Argentina del 2020, produce alrededor de 24 millones de quintales, generando una exagerada oferta de uva de dudosa calidad si se pretende elaborar vinos para los actuales mercados.
Cuando observamos a los productores, encontramos diversos modelos productivos, algunos muy modernos con riegos presurizados, y tecnologías de punta. Estos modernos productores, conviven con modelos productivos de épocas coloniales, sin modernización ni adaptación a mercado. Algo queda claro: el productor que reconvirtió, tecnifico su viñedo, elaboro un vino focalizándose en la calidad, debe sobrevivir con productores que no se modernizaron y especialmente con elaboradores de vinos que usan técnicas de vinificación poco propicias a la calidad que requiere el mercado.
Esta exagerada desregulación del mercado productivo generó un exceso de stock que proviene de prácticas vitivinícolas no adaptadas a los mercados de consumo actual (vinos de escasa calidad), vinos tintos elaborados sobre la base de uvas blancas, que se elaboraron usando técnicas que nos llevan a una vitivinicultura marginal, en vías de extinción. En este contexto, al productor preocupado que invirtió y “hizo los deberes”, lo perjudicamos.
Como una solución al problema, aparece la idea del “banco de vinos” financiado con recursos del estado, incentivando a guardar estos mismos vinos, a cambio de una renta, que el estado recuperará cuando “suba el precio del vino que se ha guardado”. Es decir, los mendocinos vamos a ahorrar en vino, y vamos a tener beneficios en el futuro. Ahorrémonos los análisis económicos y también el riesgo para los mendocinos, si la idea es buena, que el negocio se haga con dinero de inversionistas privados, y no con impuestos que pagamos los mendocinos. Que se privatice el banco de vinos.
Hablemos seriamente: recuperar el liderazgo de la agenda productiva, implicará un estado que se esfuerce en planificar el entramado productivo de Mendoza, evitando la concentración y estimulando la tecnificación y reconversión de productores de uva. El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) no debe distraerse (como evidentemente se distrajo en los últimos años) y debe actuar con firmeza. Tarea políticamente incomoda, que requiere cumplir regulaciones y estándares de calidad internacional. La “matriz productiva” de Mendoza requiere de reglas claras que estimulen el desarrollo de Modelos Productivos que respondan a premisas como responsabilidad ambiental, cuidado del agua, equidad en la integración del productor primario con la industria, responsabilidad social, arraigo y una herramienta que regule seriamente el stock de vinos. Europa ya lo hizo a través de sus Códigos Rurales, imponiendo un régimen basado en la calidad, la exportación, las buenas prácticas agrícolas y devolviendo al productor su lugar en la sociedad.
Finalmente, quiero dejar una opinión sobre Coviar. Primero aclaro, lo que en el fondo se discute es la administración del dinero aportado por los mismos actores de la vitivinicultura. El punto de partida, es cumplir la ley y trabajar dentro de la institución creada para discutir la estrategia de la vitivinicultura.
Será el arte del nuevo líder José Zuccardi, el de unificar y liderarnos a todos, sin exclusión alguna, porque la vitivinicultura argentina requiere de todos nosotros. Los grandes (BdA) deberán comprender que una estrategia sustentable deberá incluir políticas de desarrollo y fomento con una mirada mas integral. Al mismo tiempo, los experimentados dirigentes que nos han liderado hasta hoy, deberán dar espacio a nuevos liderazgos dentro de la industria vitivinícola, y dar muestra que están dispuestos a modernizar la industria y su diligencia.
Estamos a tiempo de evitar perder una de las grandes diferenciaciones de nuestra industria: la autentica diversidad productiva, de la cual pocos países del nuevo mundo se pueden jactar.