Quienes reciben visitas seguido saben el desafío que puede representar ser un buen anfritrión, sobre todo cuando los huéspedes pasan la noche en casa o incluso varios días. Si bien los familiares y amigos que se quedan en nuestra casa no esperan estándares de hotel, siempre es bueno ser un anfitrión atento.
Consejos simples
A tener en cuenta: las camas ya deberían estar hechas antes de la llegada de los huéspedes. Poner en la mesita de luz una tarjetita con un mensaje de bienvenida es una buena forma de transmitir a la visita que es bienvenida en casa.
Sobre la mesa de luz se pueden colocar también una botella de agua mineral, un vaso y quizá un pequeño dulce. Las flores frescas también ayudan a crear un clima de bienestar. Sin embargo, no deben ser de un aroma demasiado fuerte, ya que no a todas las personas les gustan los mismos perfumes.
También es importante hacer lugar. Incluso los familiares que están de visita por poco tiempo no deberían verse obligados a tener la ropa en la maleta durante toda su estadía. Como mínimo, hay que dejar libres uno o dos estantes o cajones para que puedan acomodar la ropa.
Otro consejo es despejar el cuarto lo más posible de objetos personales. Es decir que, si el invitado dormirá en el cuarto de uno de los niños, lo considerado es sacar las decenas de peluches de la cama.
El baño debe estar limpio y en él también debe haber lugar para que el huésped pueda colocar su cepillo de dientes y sus productos de higiene.
Para que el invitado se sienta bienvenido desde el primer momento, nada mejor que prepararle una comida casera.
La mayoría de las veces, los invitados llegan de un largo viaje y tienen hambre y sed. Por eso, debería estar esperándolos una comida caliente o al menos un snack.
Luego de darle algo de comer, conviene mostrarle la casa al invitado para que pueda orientarse solo en ella.
Durante este recorrido, conviene ir brindándole pequeñas pistas al huésped, como por ejemplo “aquí podés dejar tu abrigo”, “aquí guardamos el té y el café”.
La actitud del huésped
Cuánto debe ayudar el huésped en la rutina de la casa depende de quién se trate. Si es un amigo cercano de la misma edad, se le puede pedir perfectamente que ayude a poner la mesa o a cocinar.
Si es una persona mayor, como una abuela en cuya casa se ha sido mimado durante la infancia, lo que corresponde es devolverle las atenciones que uno tuvo de niño y que no tenga que hacer nada.
Para evitar discusiones y malos entendidos, lo mejor es comunicarse claramente de antemano y aclarar cuestiones como: “¿Tengo que llevar sábanas?”, “¿Llevo toallas o me las das vos?”. También se le puede preguntar al invitado si es alérgico a algún alimento.
Una de las cuestiones que más rispideces suele provocar es cuánto tiempo se dedicará al huésped. Para evitar problemas, lo mejor es dejar en claro si se lo podrá acompañar a cada excursión que quiera hacer o cuánta disponibilidad horaria se tiene.
Así y todo, más allá de las atenciones del anfitrión, lo cierto es que es el huésped el que debe adaptarse a las costumbres de la casa. Es decir: no tiene por qué pedir servilletas de tela si en la casa se usan servilletas de papel.