Cuando te encuentres de camino a Ítaca, desea que sea
largo el camino, lleno de aventuras, lleno de conocimientos…
Constantino Cavafis
Yo, Circe, estoy sentada en el gran salón de mi palacio rodeada de mis mascotas, unos simpáticos y cariñosos cerditos que me miran con ojos humanos, demasiado humanos. No me atrevo a devolverles su forma original. Ulises no regresa, como prometió, a buscarlos, y yo estoy casi de ocho meses. No me animo a comerlos por el colesterol. Se lo sugerí a Eutimio, mi ayudante de laboratorio. Me contestó que no podría matar a tan tiernos animalitos y que además es vegetariano.
Después de haber pasado siete años con una tal Calipso, Ulises recaló en mi isla Eea. No pude convertirlo en cerdo y esa fue mi perdición. Muy hábil en urdir patrañas, logra convencer con sus relatos fantasiosos y mantiene el interés de los incautos oyentes como esa Scheherezade de los cuentos. Según él, había llegado al País de los Feacios donde fue recibido magníficamente con honores por el rey que incluso le ofreció a su hija Nausíca como esposa. Joven princesa un tanto ligera de costumbres que no se inmutó al encontrarlo desnudo en la playa cuando estaba con sus amigas, todas con escasa ropa, jugando a orillas del mar. Por supuesto que no es muy creíble. Ese país tan perfecto no deja de ser una utopía del fértil en recursos, astuto Ulises.
Ulises llegará a Ítaca "llegar allí es tu destino" dirá el poeta, donde lo esperan su mujer del TOC del tejido y su hijo que a los 20 años sigue igual a un niño apegado a la casa y a la madre. Pronto lo abrumará la rutina. Querrá volver al mar y a las aventuras sobre las que imaginará historias de embeleso que tal vez muchos años después recordarán gentes lejanas.
Por mi parte espero que vuelva porque estoy harta de estos cerditos y para que conozca a este otro hijo por nacer.