Virgen del Cerro, la fe que mueve montañas

La diminuta capilla emplazada en uno de los tres picos que custodian la ciudad capital, congrega a miles de fieles cada sábado para la oración.

Virgen del Cerro, la fe que mueve montañas

Cada cuenta del rosario puede arrastrar un volumen de fe inconmensurable o puede no significar nada, y ninguna de las dos posiciones son cuestionables, pero cuando dicen que la fe mueve montañas, hay lugares en que literalmente se movilizan, por miles, peregrinos que llegan en búsqueda de esperanzas, de respuestas y son recibidos por la promesa del cielo de ser escuchados y cientos de voluntarios que entregan su tiempo para ayudar a otros.

Más allá de la creencia, la Virgen del Cerro de Salta invita a la reflexión, al silencio, a contemplar la ciudad desde la altura y a observar las manifestaciones de los creyentes y la entrega de los que, sin pedir nada a cambio, ayudan. Personas de todas partes viajan para llevar sus peticiones a la Virgen y aunque se trate de un acto de fe católica, el ambiente logrado va más allá de una sola creencia.

En la cima del segundo de los tres cerros, a cuyos pies se encuentra el barrio Tres Cerritos, se emplaza la minúscula capilla construida en 2001 en honor de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús.

La obra se realizó con el trabajo de servidores y de peregrinos, quienes acarreaban los materiales para construir el templo en cada una de sus procesiones. Así lograron  ascender 60 mil kilos de material en 60 días y posteriormente a voluntad comenzaron a erigir la capilla mientras hacían sus peticiones. El lugar fue marcado donde la virgen se le apareció a una mujer del pueblo llamada María Livia, quien aún hoy sigue recibiendo mensajes divinos aunque desde hace varios años no son difundidos hasta que las autoridades de la Iglesia argentina y el Vaticano así lo consideren.

El cerro

Un camino vehicular angosto y con cerradas curvas recorre un kilómetro y medio por la quebrada  hasta tres cuartas partes de la elevación, donde se puede estacionar los vehículos para concluir el último tramo a pie por las sendas peatonales especialmente preparadas en las laderas.

A partir de allí comienza la peregrinación o se puede optar por los ómnibus que van y vienen de la playa a la entrada del santuario, gratuitos y destinados especialmente a gente que no puede movilizarse normalmente. Desde la cima de este cerro, que es uno de los custodios de la ciudad, a aproximadamente 350 metros de altura, se puede apreciar desde su frente hacia el oeste toda la capital y la extensión del Valle de Lerma, además de la amplia  naturaleza que lo rodea.

El sábado es el día de oración. El aroma a rosas, la música tenue y la sensación de caricia en el aire inspira hasta a los más escépticos. Millones de rosarios y denarios cuelgan de los árboles y las barandas como entrega de devotos que pasaron por el santuario. Las emociones afloran en este sitio, en que la energía llama a la espiritualidad.

Un gran espacio con trabajos de jardinería en medio de la montaña, humildes caminos y asientos armados para que los peregrinos descansen y puedan orar, es el paisaje en lo alto. Luego aparece la pequeña capilla de piedra laja que resguarda la imagen de Virgen Milagrosa -construida íntegramente en el Convento San Bernardo de Carmelitas Descalzas de Salta-.

Los días sábado un sinfín de personas esperan por ingresar y besar sus pies o dejarle sus rosarios, mientras se invita a la plegaria. Esto implica que doscientos servidores trabajen desde muy temprano, cubriendo las distintas áreas y cumpliendo las funciones necesarias para que la jornada se desarrolle sin sobresaltos, en perfecta armonía, silencio y oración.

Son servidores voluntarios que se identifican con pañuelos celestes sobre los hombros y credenciales con sus nombres. Asisten a los fieles durante todo el día sábado en todo tipo de tareas. Desde conducir el rezo del rosario, la ornamentación con flores en la capilla y la cruz y custodia, hasta la limpieza, orden y acomodamiento de los visitantes en el Santuario. Además atienden puestos de agua, sanitarios, estacionamientos, barreras de control, puntos de encuentro y de recepción, entre otros.

En el predio se reparten gratuitamente estampitas, rosarios y no se acepta limosna ni objetos de valor, como tampoco se permite ningún tipo de comercio o venta, desde la base del cerro hasta la cima donde se halla el santuario. En la actualidad, dispone de estacionamientos para vehículos, caminos de accesos adecuados tanto vehicular como peatonal, servicios médicos y sanitarios por cualquier emergencia, grupos de seguridad y comodidades para 10.000 peregrinos alrededor de la capilla. Es prioritario respetar el silencio en la zona del Santuario ya que es un lugar de oración.

Cuidando el lugar sagrado, está prohibido ingresar con animales, no se puede llevar comida, ni bebidas para preparar, y se solicita no fumar. Las prohibiciones, fuera de este marco, podrían ser difíciles pero con el ambiente de armonía y paz prácticamente no se sienten.

La Santísima Virgen fue quien reveló a María Livia este lugar en  1990. En ese momento le pidió guardar el secreto hasta que Dios le diera las herramientas para lograr la capilla y a partir de ahí  dar a conocer los designios sobre este sitio. En la actualidad a los fieles no se les pide ninguna colaboración, las herramientas aparecen por gracia Divina, así lo aseguran los voluntarios.

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