El violín que sonó hasta hundirse con el Titanic

Un coleccionista pagó una fortuna por el instrumento del director de orquesta que tocó hasta morir junto a sus ocho músicos. Resquebrajado y con sólo dos cuerdas, es un símbolo de la tragedia.

El violín que sonó hasta hundirse con el Titanic
El violín que sonó hasta hundirse con el Titanic

Londres. El violín del director de la orquesta del Titanic se subastó ayer en Inglaterra por 900.000 libras (1,45 millones de dólares ó 1,063 millones de euros), 101 años después del naufragio del buque “insumergible”.

“Estamos encantados”, precisó Christine Aldridge, portavoz de la casa de subastas Henry Aldridge & Son, y detalló que la “venta se había desarrollado en 10 minutos” y que el precio final con comisión de la casa de remates se establecía en “1.050.030 libras” (1,24 millón de euros).

La venta bate un nuevo récord para un objeto del Titanic. El anterior lo tenía un mapa del buque, de casi 10 metros de largo, que se usó durante la investigación posterior al naufragio de 1912 y que se vendió, hace dos años, por 220.000 libras (259.900 euros ó 355.000 dólares).

Valorado en entre 200.000 y 300.000 libras (236.000 a 354.400 euros), este instrumento “modesto, de origen alemán y de fábrica” es “probablemente de la escuela de Berlín o Dresde. Data de 1880 y posteriormente se le agregó la marca Giovan Paolo Maggini Brescia”, según la casa de subastas.

“Su estado refleja su agitada vida, con señales de restauración y grandes fisuras en el cuerpo del violín”, agrega. Solo le quedan dos cuerdas.

Han sido necesarios siete años para certificar el origen de este violín, que milagrosamente sobrevivió al drama, explicó Andrew Aldridge, de la casa de subastas.

El violín perteneció a Wallace Hartley, director de la pequeña banda musical del Titanic que tocó hasta que se hundió el barco en el Atlántico en abril de 1912 y los músicos con él.

En esos momentos dramáticos Hartley decidió tocar el himno “Más cerca de ti, Dios mío” en un intento de calmar a los desesperados pasajeros que trataban de subirse a los escasos botes salvavidas, según contaron los supervivientes.

Los ocho músicos murieron y los restos de Wallace Hartley permanecieron diez días en el agua antes de ser recuperados. “El violín estaba en un bolso de piel” que colgaba de su cuerpo, contó Andrew Aldridge.

Poco después de la tragedia, la madre de Wallace Hartley declaró a la prensa: “Sabía que moriría abrazado a su violín. Estaba apasionadamente apegado a este instrumento”.

El instrumento, regalo de su novia, María Robinson, tenía una pequeña placa de plata con la inscripción todavía visible: “Para Wallys, con motivo de nuestro compromiso. María”.

Los expertos que han examinado el instrumento concluyeron que el “deterioro y el óxido” del violín, “se deben a la inmersión en el agua salada”, según Andrew Aldridge.

Tras recuperar el precioso instrumento, las autoridades canadienses se lo enviaron a María Robinson. Cuando ella murió en 1939, el instrumento cayó en manos del Ejército de Salvación. En una carta fechada a principios de los años ’40, una profesora de música de la organización escribió: “Es casi imposible tocarlo a causa, seguro, de su agitada vida”. El violín fue a parar a una familia que lo guardó en el desván.

“Tiene una historia humana increíble”, comentó Andrew Aldridge. “Wallace Hartley es una de las personas más importantes” de la historia del Titanic, por su “valentía prodigiosa”, adujo.

El violín ha sido expuesto en dos museos estadounidenses, en el Titanic Branson, en Missouri, y el Titanic Pigeon Forge, en Tennessee, donde más de 315.000 personas lo han visto este año.

Después ha sido expuesto en el museo norirlandés “Titanic Belfast”, no lejos del lugar donde se construyó el buque.

El Titanic naufragó en las gélidas aguas del Atlántico Norte en su viaje inaugural en la noche del 14 de abril de 1912 tras chocar con un iceberg. De las cerca de 2.200 personas a bordo, murieron más de 1.500.

Para muchos, este naufragio fue símbolo de la arrogancia del hombre moderno castigada por la naturaleza. Fue muy alto el precio de la segregación entre ricos, en primera clase y los emigrantes y marineros, que dormían en las bodegas del barco y no pudieron escapar. E incluso, para algunos fue preludio del declive del imperio británico.

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