La contradicción es evidente pero es la cruda realidad: en una convocatoria que terminó en una marcha de miles de personas reclamando pacíficamente por la violencia contra la mujer, terminaron ganando algunas decenas de violentos que aprovecharon la situación y generaron disturbios, roturas de mobiliario del Estado, agentes de policía heridos y desesperación en aquellos que, habiendo concurrido con sus hijos menores de edad, quedaron encerrados dentro del caos que se generó. Es el momento de decir basta y de hacer caer todo el peso de la ley sobre esos antisociales que parecen no estar dispuestos a aceptar las reglas de juego de la democracia.
Las muertes, violentas y lamentables, de Janet Zapata, Julieta González y Ayelén Arroyo, que se sucedieron en el transcurso de dos días, calaron hondo en el sentir de los mendocinos.
Hubo una convocatoria a través de las redes sociales y miles de personas se sumaron a una marcha del silencio para que las autoridades y la propia ciudadanía tomen conciencia de la cruda y durísima realidad. El slogan “ni una menos” se multiplicó a lo largo y a lo ancho de las arterias por las que circuló la movilización.
No se trató de una marcha contra el Gobierno ni en contra de nadie, sino de un grito desesperado para que termine la violencia de género.
Es más, algunos organismos, como la Universidad Nacional de Cuyo, decidieron suspender las actividades para permitir la asistencia de los alumnos a la movilización, y otro tanto hicieron algunos colegios de nivel superior. La marcha era pacífica y silenciosa, recorrió distintas arterias y terminó frente a la Casa de las Leyes.
Nadie podía prever que algunos inadaptados iban a aprovechar la situación para generar caos y violencia. Antisociales que no pueden aducir que reaccionaron contra determinada actitud policial porque iban preparados: nadie va a una marcha “de silencio” portando palos, gomeras y piedras en sus mochilas. No es la primera vez que sucede. Se trata de gente que prefiere ganar espacios generando violencia, lo que queda demostrado en sus discursos, muchas veces retrógrados, que no convencen a nadie y mucho menos a una ciudadanía que está dispuesta a defender la democracia, sus valores y el respeto a las leyes.
Fue tal el grado de desubicación de sus integrantes que no advirtieron que, al gritarles “hijos de p...” a los policías que custodiaban el edificio Legislativo, estaban insultando a una mujer precisamente en una marcha a favor de las mujeres.
Lo grave del caso es que, aunque duela decirlo, los antisociales terminaron imponiéndose porque en el día después de la marcha los medios de comunicación ya no se refirieron al reclamo silencioso y multitudinario sino a los destrozos que provocaron esas pocas decenas de delincuentes, así bien llamados porque al romper bienes del Estado estaban delinquiendo. Hubo destrozos, vidrios rotos, muebles que quedaron inutilizables y pintadas en el frente del edificio, remplazos y arreglos que terminaremos pagando los mendocinos.
De acuerdo con un informe brindado por una autoridad policial, hubo detenidos y pruebas concluyentes de su accionar a través de videos.
Sobre aquellos debidamente identificados debe caer todo el peso de la ley y hasta resultaría conveniente que se haga público quiénes son los detenidos y a qué organismos pertenecen, a los efectos de que sean expulsados de inmediato de posibles próximas convocatorias a marchas de este tipo: de reclamo y en silencio.
Los violentos no deben tener cabida en una sociedad que prioriza la paz y la tranquilidad. Ya ganaron en el fútbol, donde la familia dejó de concurrir a los estadios por el agresivo accionar de los barrabravas.
No dejemos entonces que sigan avanzando.