La violencia puede destruirlo todo

Una fenomenal crisis de valores se está apoderando de la sociedad argentina. Las permanentes golpizas en las escuelas (hasta llegar incluso a la muerte del agredido) o los hechos de inseguridad en los que la brutalidad del ataque ni siquiera se condice co

La violencia puede destruirlo todo

Más allá de los datos estadísticos que unos y otros esgrimen para justificar sus posiciones, en la sociedad argentina actual la pobreza estructural y la inseguridad creciente son dos datos duros que no necesariamente son causa de un gobierno o de una política en particular, pero frente a los cuales es preciso reconocer que las respuestas públicas que se toman no contribuyen a erradicar ninguno de ambos, y en algunos casos los profundizan.

Sin embargo, más allá de la pobreza que impide la vida digna a millones de personas y de la inseguridad que está cambiando sustancialmente, y para mal, la calidad de vida de la mayoría de los argentinos sin hacer distingos entre clases sociales, a estos dos graves problemas se le está agregando otro tan o más preocupante porque ya venía anidándose desde hace mucho tiempo en las profundidades sociales y ahora surge a la luz con modalidades cada vez más brutales.

Nos referimos a una violencia que se va instalando en los usos y costumbres culturales a modo de un terrible flagelo que cada día acompaña más los hechos delictivos producto de la inseguridad pero que también se reproduce en los más distintos ámbitos de la vida en común, escuelas, comunidades, familias, trabajo, etc.

Si ya los linchamientos ante los intentos de robo insinuaban una superación en la agresividad cotidiana, casos como el de la joven de 17 años golpeada hasta la muerte por un par de compañeras de colegio y la hermana mayor de una de ellas, posiblemente simbolicen un salto cualitativo en el desarrollo del mal.

La nimiedad absoluta de las razones por las que se agrede y mata, tanto con los alumnos agredidos o, ya en nuestra provincia, con el turista baleado bestialmente en el parque General San Martín, entre tantos otros asesinatos por asalto que están asolando a Mendoza dentro de una tendencia general en todo el país, nos habla de la exteriorización de un novedoso hecho sociológico: pareciera que el deseo de dañar, de destruir al otro, de producir sobre su cuerpo la mayor violencia posible, tiende a ser más importante que el hecho que supuestamente motiva la violencia.

En otras palabras, la violencia se está empezando a justificar por la violencia misma. El peor de los escenarios, porque la Argentina ya vivió la violencia política y ahora parece estar sufriendo otra violencia dispersa en la sociedad con todas las desmesuras que la misma trae consigo.

Y esto escapa, en sus causas, a cualquier justificativo económico; hablamos de las consecuencias de una fenomenal crisis acumulada de valores, ya que se está perdiendo la distinción entre el bien y el mal, ya que se abandona todo límite y control en la educación formal e informal de las generaciones más jóvenes, las cuales no tienen ni autoridad ni referente ni sustento ético a los cuales aferrarse para desarrollar sus conductas.

Si a esto se le suma una constante prédica acerca de las “bondades” del conflicto y del enfrentamiento como modos de hacer política, cuando estas absurdas ideologizaciones se filtran hacia abajo en la sociedad, el modo de reproducirse es mediante la intolerancia y la agresividad como modos de vida instalados, consciente o inconscientemente, desde el poder. Y mientras se predica la intolerancia en el debate, por el otro lado se elimina todo límite de autoridad en la educación pública, con lo cual a la vez que generamos violencia, eliminamos todo control sobre la misma. El peor de los mundos.

Es por todo lo que estamos reflexionando que si no ahondamos en las razones de los males profundos que nos aquejan, las meras alternativas preventivas o represivas serán insuficientes ante la violencia instalada, porque no se estará golpeando las causas subterráneas del odio, las que seguirán retroalimentádose.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA