Violencia moderna: un imperio perdido en Myanmar

En la fértil planicie de Birmania, templos medievales, pagodas y palacios conforman la capital perdida de un imperio de fábula. Pero lo que puede parecer un paraíso para el visitante occidental es lugar de una implacable limpieza étnica.

Violencia moderna: un imperio perdido en Myanmar

Al romper el alba, la fértil planicie de Mrauk U, situada en un remoto río del occidente de Myanmar (Birmania), es el sueño vuelto realidad de cualquier arqueólogo.

El sol lava cientos de templos medievales, pagodas y palacios. Esta es la capital perdida de un imperio de fábula. Aquí, los poderosos reyes de Arakán comandaron las rutas comerciales del sur de Asia desde una ciudad de 52 kilómetros cuadrados y 160.000 habitantes.

Actualmente, labradores guían silenciosamente a sus búfalos de agua entre verdes arrozales y las vacas vagan por terrenos de monasterios de 600 años.

Pero la calma como de ensueño de Mrauk U oculta una pesadilla del siglo XXI. La región de Rajine de Myanmar, donde yace la antigua ciudad, es lugar de una implacable limpieza étnica dirigida contra una minoría musulmana conocida como los rohinya, tildados de “inmigrantes ilegales” luego de generaciones de residencia, sin ciudadanía ni derecho a ella.

Desde 2012, cuando la crisis escaló hasta salvaje violencia, vecindarios rohinya de Sittwe (la moderna capital de Rajine) han sido reducidos a cenizas. Decenas de miles han escapado en endebles embarcaciones de madera solo para ser devueltos por los países colindantes. Traficantes humanos exigen cuotas extorsivas por sus servicios y asesinan sumariamente a cualquiera que no pueda pagar.
Más de 140.000 refugiados rohinya están atrapados en un solo fétido campo de concentración supervisado por el gobierno de Myanmar.

Gran parte del Estado ha sido cerrado a trabajadores de asistencia y periodistas internacionales.

El ataque ha sido encabezado por partidos políticos nacionalistas y monjes budistas, unidos en una coalición conocida como la Asociación por la Protección de la Raza y la Religión.

Estos grupos de incitación al odio mantienen alianzas cercanas con autoridades gubernamentales de alto nivel y han influenciado exitosamente la aprobación de una legislación discriminatoria”, dice Khin Ohmar, una activista defensora de la democracia que fue clave en el levantamiento de 1988 contra el ejército en Myanmar.

El propósito ostensible de la legislación es eliminar una “amenaza externa” para las tradiciones culturales y legado religioso de la nación dominada por el budismo.

No obstante, la historia documentada de Mrauk U muestra que el Islam (y los ancestros de muchas familias rohinya) han jugado papeles clave en la vida cultural rohinya durante siglos.

En la época dorada de Arakán, sus monarcas budistas presidieron un reino singularmente cosmopolita de intelectuales y mercaderes musulmanes, marineros cristianos portugueses y artistas hindúes, todos viviendo codo a codo con aristócratas y guerreros budistas.

Imperio de tolerancia

El ataque contra los rohinya hubiera parecido incomprensible para el rey Min Saw Mon Narameikhla, quien estableció la dinastía Mrauk U de Arakán, en 1430, y construyó en el lugar una impactante ciudad como su capital.

Conocido también por el título islámico honorífico de Solimán Shah, el rey había pasado dos décadas en exilio en el sultanato musulmán de Bengala. Sus políticas y costumbres de gobierno estaban orientadas a sus aliados musulmanes del océano Índico y no hacia los hostiles principados budistas del este. Durante los siguientes tres siglos, casi todos los sucesores de Min Saw Mon siguieron su ejemplo.

Tal como lo señala Mohammed Yunus, un historiador de los rohinya, los reyes budistas de Arakán acuñaron monedas con inscripciones trilingües en arakanese, bengalí y árabe, portando la profesión islámica de fe: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”.

En su cúspide, Arakán era una potencia marítima líder que ostentaba su riqueza con un espectacular despilfarro de edificios. Pocas décadas después de su establecimiento, los únicos rivales arquitectónicos de Mrauk U en el sureste asiático eran Bagan, en el centro de Birmania, y Angkor Wat, en Camboya, ambos abandonados para ese momento. En palabras de un informe de la Unesco de 1996, los monumentos de la ciudad de ese período “no tienen equivalente en la región”.

La pieza central del antiguo Mrauk U es el Templo Shitthaung, la “pagoda de 80.000 budas”. Son tres pisos de corredores complicadamente tallados, adornados con 547 poemas esculpidos dedicados a las reencarnaciones de Buda y una vertiginosa sucesión de imágenes de éste. En el borde oriental de la ciudad yace la mezquita Santikan, el centro más importante de adoración islámica de la ciudad. Fue construido en la década de 1430 por Min Saw Mon.

Llenando el piso del valle y coronando sus colinas se elevan capiteles y domos casi demasiado numerosos para contarlos, encadenados por un fenomenal sistema de canales de irrigación y lagos artificiales que rinde testimonio de la ingeniería altamente avanzada del viejo Arakán. En 2015, Mrauk U está lleno de escenas de la vida antigua; en el pequeño pueblo no hay autos. Bueyes enyugados y cochecillos tirados por caballos cubren los caminos sin pavimentar.

Reescribiendo la historia

Puede parecer como un paraíso de tranquilidad para un visitante del frenético Occidente urbanizado, pero a tan solo una caminata de 15 minutos desde el templo Shitthaung y la mezquita Santikan, están las oficinas del Partido de Desarrollo de Nacionalidades de Rajine, el cual ha incitado gran parte de la limpieza étnica.

La mayoría de los catedráticos coincide en que la demografía racial de Rajine de hecho fue abrumadoramente indoaria en lugar de birmana durante los primeros 2.000 años de su historia registrada. Hay considerable evidencia de que los rohinya remontan sus orígenes a esta comunidad.

En 1901, bajo la soberanía británica en la India, un censo encontró que 21 por ciento de la gente de Rajine era musulmana. De acuerdo con el Grupo Crisis Internacional, con base en Bruselas, los musulmanes constituían 30 por ciento de los 3,2 millones de habitantes del Estado antes de las revueltas de 2012.

En un compilado oficial de los grupos étnicos de Myanmar, el gobierno enlista 135 comunidades. Los musulmanes de Rajine no figuran entre ellos. “La historia de los rohinya en Birmania ha sido borrada durante décadas”, acusa Khin Ohmar, quien ahora funge como coordinadora de Sociedad Birmania, una organización defensora. Como muchos activistas de la oposición, se refiere a su país por su nombre previo al gobierno militar.

Aung San Suu Kyi, ganadora del Premio Nobel de la Paz, líder de la oposición y candidata en las próximas elecciones presidenciales de octubre, no ha hecho ninguna declaración pública sobre la limpieza del mapa de los rohinya. Dado el surgimiento de nacionalismo xenofóbico, “es políticamente peligroso apoyar a los rohinya”, señala Ohmar. Pero “para la comunidad de derechos humanos, es decepcionante ver que [Suu Kyi] permanece callada”, agrega.

No hay ninguna campaña de oposición que apele a los propios rohinya. No se les permite votar en Myanmar, ni en ningún otro lado.

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