Violencia de género: hijos, las víctimas silenciosas

Especialistas advierten que el maltrato hacia la mujer va unido al infantil. En lo que va de 2015 se abordaron 590 casos que fueron denunciados a la línea 102 provincial.

Violencia de género: hijos, las víctimas silenciosas
Violencia de género: hijos, las víctimas silenciosas

Se trató de un acontecimiento histórico, no sólo porque en todo el país miles de personas se unieron en un mismo pedido para decir basta a los femicidios. Fue la primera vez que la violencia de género, antes relegada al ámbito de la vida privada, se hizo pública.

La marcha del miércoles, promovida con el mensaje “Ni una menos”, dejó entrever la necesidad de abordar de manera urgente el tema en todas sus formas y desde todos los ámbitos para concebirla como una problemática profunda y multicausal.

Es que lejos de ser unidireccional, la violencia contra la mujer no puede ser abordada sin atender al contexto familiar, en el que los hijos suelen ser los afectados directos. “Todos los niños maltratados vienen de un hogar violento, donde la mamá es la primera víctima”, alerta Marta Stagni, titular del Programa de Prevención de Violencia Intrafamiliar, organismo que aborda los casos en la provincia.

A los niños y adolescentes que quedaron sin sus mamás luego de que ellas fueran asesinadas por su cónyuge (14 en la provincia en los últimos dos años) se suman aquellos que vieron cómo ella estuvo al borde de la muerte tras padecer duras golpizas y agresiones con armas. Pero también están los menores cuyo sufrimiento es vivido casi de manera silenciosa.

Los juzgados de Familia se encuentran saturados de causas por violencia intrafamiliar, en tanto que las líneas telefónicas oficiales habilitadas para recibir denuncias (102 y 144) aparecen colapsadas.

Quienes trabajan de cerca con las familias cuyos integrantes padecen a diario el maltrato en todas sus formas (físico, psicológico, simbólico y económico, entre otras), aseguran que los pequeños manifiestan el dolor de distintas maneras. La escuela, por ejemplo, es un escenario clave para identificar estas situaciones.

Vilma Jilek, titular de la Fundación Accionar -entidad que aborda la problemática-, describe que en las reuniones que mantienen con maestros ellos les plantean que muchas veces los niños no logran controlar los esfínteres y muchas veces dejan de jugar con sus compañeros, no sonríen y se olvidan de las cosas. “Todos estos son síntomas de que el chico está siendo víctima de violencia o bien, intuye que algo dramático pasa en su casa”, destaca.

Huellas de dolor
Sólo en lo que va de 2015 la línea 102 ha atendido 590 casos donde los profesionales, luego de tomar contacto con la familia, constataron el maltrato hacia niños y niñas por parte del progenitor.

La problemática no se reduce a este número, teniendo en cuenta que por cada denuncia recibida y constatada hay al menos cinco pacientes afectados psíquica, física y emocionalmente. Stagni advierte que en la actualidad los casos de violencia contra la niñez han aumentado “como mínimo un 18%”.

En todas estas situaciones, la mujer también es víctima y en algunas ocasiones se transforma en una figura de castigo. Ocurre que a veces la madre que es violentada por su pareja y lo fue durante su infancia, termina castigando a los hijos. Es justamente puertas adentro de los hogares donde las agresiones en todas sus formas se reproducen y perpetúan.

Gritos, golpes, amenazas, frases descalificantes, intimidaciones e insultos forman parte del trato cotidiano que niños y niñas con padres agresivos incorporan como algo natural.

La opción para salir de ese círculo es cuando, una vez que se concreta la separación efectiva del agresor, la madre logra demostrar a su hijo que existe una elección de vida distinta. Entonces, el niño aprende otro patrón de familia, detalla la psicóloga Laura Morales.

En ese contexto, los perjuicios para ellos son profundos, inclusive en aquellos casos en que el agresor toma como blanco a la madre y los malos tratos se llevan a cabo sin la presencia física de los hijos. “Ningún chico es indiferente a lo que ocurre en su casa. Siempre intuirá que algo dramático está pasando entre sus padres”, advierte Jilek, quien también es psicóloga.

Ella explica que el sólo hecho de que el niño o niña vea a su mamá llorar, pasar horas en cama o de repente, hacerse revisar por un médico una lesión, es una situación dolorosa que deja graves marcas psicológicas durante el crecimiento, que se manifiestan a lo largo de toda la vida.

Dejan de pensar en cosas de niños, sienten culpa y se debaten internamente cuál de sus padres es el que tiene la razón. Jilek explica que también se produce un daño cada vez que los hijos son manipulados, puestos a prueba y utilizados por su padre agresor para lastimar a la madre. En los casos en que el hijo o hija se identifica con el padre, puede suceder que ellos también maltraten a la madre.

“La violencia también está presente cuando el hombre habla mal de la mujer poniendo en el medio a los chicos”, aclara Jilek. “Tu mamá es una inútil”; “¿viste que no te hace de comer lo que te gusta? A mí me hace lo mismo”; “todo es culpa de tu mamá”, son sólo algunas frases negativas que Jilek cita para ejemplificar.

Violencia que se perpetúa
En todos los casos existe una perturbación que es vivida por el chico desde edades muy tempranas. Son los padres los primeros referentes que forman la conducta y personalidad de sus hijos, quienes a su vez los toman como modelo.

Por eso, aseguran los especialistas en niñez y adolescencia, el niño que alguna vez vivió situaciones de violencia en su casa, será violento en algún momento de su vida.

Desde hace años, Morales trabaja con niños y adolescentes en diferentes centros educativos. Dice que por lo general los niños manifiestan su dolor reproduciendo el modelo aprehendido en casa y se vinculan con sus pares con golpes, gritos e insultos. Y agrega que cuando son maltratados, desarrollan un mecanismo de defensa agresivo que más tarde van a sostener durante las etapas del desarrollo madurativo.

Esto se manifiesta, por ejemplo, en el noviazgo con jóvenes que agreden a sus parejas y chicas que viven el embarazo con problemas para vincularse con su hijo desde un lugar sano.

Al ser dañados desde su autoestima, los chicos que han sido testigos y víctimas de maltrato forjan una personalidad donde la inseguridad hace que busquen imponerse o bien viven en la frustración. “Son personalidades conflictivas, con problemas para relacionarse en todos los ámbitos de la vida social e íntima”, asegura la especialista.

La violencia -coinciden Jilek y Stagni- está presente en todos los ámbitos de la vida social y no es materia pendiente de un sector en particular. La diferencia, destacan, es que las mamás de sectores más empobrecidos sufren más la falta de acceso al sistema y tienen menos posibilidades de cortar con el círculo de maltrato. Esto se debe a la dependencia económica que tienen de sus propios agresores.

Una de las alternativas que se ha buscado desde el Programa provincial es abordar a las familias desde actividades creativas, donde los niños y sus mamás puedan compartir buenos momentos alejados del escenario de violencia. En los talleres formativos para padres, los chicos comparten la merienda con sus mamás, juegan, amasan y juntos se atreven a descubrir pequeños logros.

“Son momentos positivos que dan calma y permiten modificar las conductas violentas”, explica Stagni y detalla que las mamás que son víctimas de violencia de género son derivadas a áreas específicas para lograr avanzar en un tratamiento psicológico. Por su parte, como sus hijos no pueden permanecer bajo la guarda del padre, son derivados a la familia ampliada, es decir, tíos o abuelos.

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