Mauricio Macri hizo una visita relámpago a Mendoza. En dos horas, junto a funcionarios provinciales y de San Juan, formalizó el aporte para "sacar" vino del mercado que está generando sobre stock y por ende incidiendo sobre los precios. Completó así las promesas que había realizado durante la campaña, en referencia también a las exportaciones. Pero cabría señalar que se trata de medidas tendientes a solucionar la coyuntura, faltando aún encarar los problemas estructurales.
Los problemas de coyuntura comenzaron a presentarse a partir de 2010. Por erróneas políticas económicas implementadas a nivel nacional, consistentes en mantener un dólar desfasado frente a una creciente inflación interna, el vino argentino fue perdiendo competitividad en los mercados internacionales. En aquel año dejó de crecer, ingresó en una meseta y en los dos últimos años los números dieron en rojo.
De nada valieron los planteos efectuados ante las autoridades económicas, hasta que, con la actual gestión, dos medidas permiten visualizar con mayor optimismo el futuro: la derogación de las retenciones y una devaluación que favorecerá las exportaciones. Cabría destacar que los efectos no serán inmediatos, ya que los mercados internacionales son difíciles de ganar, pero juega a favor el hecho de que los empresarios mendocinos cuentan con la suficiente capacidad y experiencia como para reconquistar la presencia en las góndolas en un lapso mucho más corto.
Con relación al sobre stock, todo surgió también de una equivocada decisión, en este caso relacionada con la derivación de uvas a mosto durante la cosecha 2014. Según afirman los industriales, un error en el pronóstico de cosecha determinó que se fijara un porcentaje muy bajo en el acuerdo Mendoza-San Juan y la gente prefirió elaborar vino en lugar de fabricar mosto.
Se generó así un superávit de vino que influyó sobre el mercado y por ende sobre los precios y la solución pasaba por establecer de qué manera "sacar" ese vino sobrante. La medida es oportuna porque descomprime el mercado, como también lo es la decisión del Gobierno provincial de destinar el dinero proveniente de la Nación sólo a productores "chicos" y "genuinos".
Lo cierto es que se ingresa a una nueva cosecha con otro tipo de expectativas. El tiempo dirá si las medidas habrán dado los resultados esperados, pero no se puede negar que se ha dado respuesta a los planteos que desde hace por lo menos tres años viene realizando la industria. Sólo falta solucionar, siempre dentro de las medidas coyunturales, la situación del transporte. Las provincias vitivinícolas están muy alejadas de Buenos Aires y llevar el vino desde Mendoza hasta el puerto sale más caro que trasladarlo desde Buenos Aires hasta Hamburgo.
Pero hay también problemas estructurales que la industria debe enfrentar. En primer lugar, la situación de esos pequeños productores que ahora se intenta ayudar con el aporte nacional. Se trata de finqueros que cuentan con viñedos de baja calidad enológica y cuya producción no supera los 120 quintales por hectárea, lo que provoca que su uva no es la ideal para el vino y es muy poca para el mosto.
Ello derivará en que el problema de rentabilidad volverá a presentarse a lo largo de las cosechas. Para que la gente no abandone el campo, habrá que ayudarlos a los efectos de que realicen mejoras en sus fincas y puedan así aumentar la producción o bien reconvertir los viñedos hacia variedades más nobles. Como también habrá que concurrir en ayuda de algunas bodegas que no han actualizado sus maquinarias, lo que no les permite elaborar el vino que exige un mercado cada vez más exigente.