Los vinos y la diversificación de varietales

No quedan dudas de que el malbec es la variedad emblemática de los vinos argentinos. Fue el que permitió ganar los mercados internacionales. Pero ahora aparece con fuerza la calidad del bonarda, un varietal que era usado como corte, pero que -bien cuidado

Los vinos y la diversificación de varietales

A la Argentina le costó mucho ingresar en los mercados internacionales de vinos. Pasó que, como consecuencia de un fuerte consumo interno, que alcanzó a los 90 litros per cápita en la década del 60-70, nadie pensaba en la exportación.

Es más, la elaboración se volcaba esencialmente hacia los vinos genéricos y la venta de varietales o de alta gama era muy escasa. Hasta que una serie de circunstancias, que algunos atribuyen al ingreso masivo de bebidas sustitutas, otros a los cambios de hábitos en el consumo y los restantes al fraccionamiento en origen, provocaron que el consumo cayera diametralmente.

Frente a esa nueva situación, la Argentina debió salir a ganar mercados. Lo hizo mucho después de los países del Nuevo Mundo Vitivinícola -Estados Unidos, Chile, Australia, Sudáfrica o Nueva Zelanda-, razón por la cual la cruzada resultó mucho más difícil.

El primer paso se dio con la participación en las ferias internacionales y fue allí donde el malbec -un cepaje de origen francés pero que en Mendoza encontró el hábitat ideal- llamó la atención de los consumidores más exigentes. Y, a través del malbec, entre los tintos, y el torrontés, entre los blancos, los mercados se abrieron y hoy nuestros vinos son reconocidos a nivel mundial.

Pero, al decir de los propios industriales no se pueden mantener los mercados con un solo varietal y es por ello también que, si bien el malbec es el vino emblemático, se suman a las exportaciones los cabernet sauvignon, los syrah, los merlot o los chadonnay, por señalar algunos.

Sin embargo, en los últimos años ha aparecido como interesante novedad el “bonarda”, un varietal que para algunos tiene procedencia francesa y para otros italiana, pero que fue introducido a la provincia por aquellos inmigrantes que provenían de la península. En un principio fue utilizado como vino de corte, pero ha comenzado a ganar espacios de manera individual, siendo oportuno recordar que un bonarda mendocino ganó la gran medalla de oro en un concurso Vinandino.

Encontró su clima y suelo ideal en la zona Este y de las poco más de 15 mil hectáreas implantadas en Mendoza, 3.700 se encuentran en San Martín, poco más de 2 mil en Lavalle, 1.900 en Rivadavia, 1.600 en San Rafael y 1.400 en Santa Rosa mientras San Juan, advertido de la calidad y del excelente futuro del varietal, aumentó un 47 por ciento la cantidad de hectáreas. En el caso del consumo, el año pasado representó el 10 por ciento del total del vino despachado, con un incremento del 461 por ciento respecto de 2006 y de un 82 por cien con relación a 2010.

De manera tal, entonces, que esta nueva situación planteada permite a la zona Este y el Norte provincial, que hasta no hace mucho tiempo se había caracterizado por la producción de vinos de menor calidad enológica, incursionar con fuerza en los de media y alta gama.

Tal como lo señalan los especialistas, el futuro del varietal es prometedor pero para ello deben cumplimentarse algunos requisitos, como es el caso de la tecnología en bodegas y de un suficiente cuidado en las fincas, evitando las superproducciones. La industria ha advertido las bondades y se está trabajando muy bien, posicionándolo como un compañero del malbec para continuar ganando los mercados. El primer paso se ha dado y es necesario continuar en el camino que ha ganado la vitivinicultura argentina durante los últimos años.

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