Vinos, con más problemas de competitividad

En los últimos días se han producido situaciones que afectan la competitividad del vino argentino, como la devaluación del real y el aumento en los combustibles, que incide en el costo del transporte entre Mendoza y el puerto.

Vinos, con más problemas de competitividad
Vinos, con más problemas de competitividad

El tema quedó plenamente marcado en los discursos que dirigentes del sector ofrecieron durante los actos vendimiales. Tanto la titular de la Coviar, primero, como el presidente de Bodegas de Argentina, después, coincidieron en señalar que los problemas de la industria comenzaron hace cinco años, cuando la inflación le ganó a un dólar desfasado, lo que generó que las exportaciones dejaran de crecer al ritmo que venían teniendo -de dos dígitos anuales- se mantuvieran brevemente en una meseta y luego comenzaran a aparecer los números en rojo.

Más aún, destacaron que de haberse mantenido el ritmo exportable no existirían actualmente problemas de sobrestock y no hubiera hecho falta que el Gobierno saliera a intentar reducir el sobrante actual de 200 millones de litros de vino.

Sin embargo, en los últimos días han surgido nuevas variables que harán aún menos competitivos los vinos argentinos en el exterior. En primer lugar aparece la devaluación del real, en Brasil, el tercer mercado en importancia hacia el cual van dirigidos los vinos argentinos hacia el exterior.

Paralelamente se da el hecho de que el euro cayó al valor más bajo de su historia respecto del dólar, lo que favorece a los vinos europeos, especialmente de España, en el caso de los graneles, respecto del vino argentino.

Pero como si esto fuera poco, aparece un nuevo inconveniente, como es el aumento -dirán pequeño, pero aumento al fin- en el precio de los combustibles que tendrá una influencia negativa para las bodegas por el incremento que se producirá en el transporte hacia los puertos de salida de los vinos hacia el exterior. Se trata de un tema serio, preocupante y sin solución posible a corto plazo porque el transporte por rutas sigue siendo el único posible, al menos para quienes desean trabajar con tranquilidad y seguridad en lo que a tiempos se refiere.

Debemos recordar también que se ha asegurado que, por extraño que parezca, cuesta más trasladar un contenedor desde Mendoza al puerto de Buenos Aires, que desde Buenos Aires a Rotterdam, en Holanda. Juan José Canay, titular de Bodegas de Argentina fue claro en este aspecto al señalar que la Argentina tiene los costos de transporte más caros del mundo y que el problema surge porque el costo del flete se ha ido actualizando de acuerdo con la inflación, mientras los precios del vino no siguieron ese camino y están atados a la evolución del dólar.

El tema del transporte tiene otra arista que habría que analizar porque tiempo atrás vino a Mendoza el ministro del Interior y de Transporte de la Nación, Florencio Randazzo, quien, con bombos y platillos “inauguró” el denominado tren del vino, que debía llevar la producción desde Mendoza hasta Buenos Aires, a un costo muy inferior al que se aplica en el caso de los camiones. Pero lo que Randazzo -funcionario que aparece casi a diario en televisión inaugurando modernas formaciones de trenes en el Gran Buenos Aires y la Capital Federal (donde están los votos)- no tuvo en cuenta es que ni los trenes ni las vías en el interior del país están en condiciones de cumplir con las exigencias que rigen para el comercio en la actualidad.

Según se afirma, el tren demora cuatro días en llegar a destino porque debe circular a no más de 30 ó 40 kilómetros por hora; que llega con la mercadería no en las mejores condiciones por el movimiento permanente a que son expuestas las botellas y que no existe seguridad con respecto a los horarios, un aspecto esencial en el caso de las cargas en los puertos. En ese marco, es mínimo el vino que es trasladado en tren a Buenos Aires.

Randazzo ha dicho que ya corren trenes entre Capital Federal y Rufino y que pronto se llamará a licitación para mejorar las vías entre Rufino y Beazley, en San Luis y que luego se hará el tramo entre esta última localidad y Mendoza. ¿Cuántos años pasarán para que todo ello se concrete? es la pregunta del millón.

La industria lo ha pedido pero las soluciones no llegan. La vitivinicultura no quiere subsidios, sólo exige seguridad para los negocios. El transporte, incluyendo el ferroviario, es una de ellas y pesa tanto como la inflación o el dólar.

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