Poco tiene que ver la vitivinicultura de hoy con la de hace medio siglo, pero la provincia se ha adaptado a los avances tecnológicos y las tendencias de consumo para seguir siendo pionera del vino argentino.
La vitivinicultura de Mendoza ha cambiado muchos en los últimos cincuenta años, pero nunca ha dejado de ser la industria madre de la provincia.
Allá por los años '70 el consumo de vinos llegó a 80 litros per cápita. Era la estrategia del volumen y poco se concentraba en la calidad. Treinta años más tarde, en 2006, el Instituto Nacional de Vitivinicultura informó que el consumo había bajado a 23,23 litros por cada habitante del país.
Esa caída no tiene por qué ser necesariamente una mala noticia. Es que el vino argentino sufrió una transformación radical, que pasó del volumen a la calidad, del consumo masivo interno a las exportaciones y a los premios.
Malbec para todos
Mendoza fue y es el principal referente de la actividad vitivinícola y se alza como la pionera y responsable de estos cambios. Si bien hoy coexisten todo tipo de varietales y calidades, el vino mendocino ha logrado un importante reconocimiento en diferentes partes del mundo especialmente de la mano del malbec.
Para llegar a esto fueron necesarias grandes transformaciones en el camino. En la década del '80 y principios de los '90, Argentina realizó un proceso de erradicación de viñedos que redujo su producción de vinos de forma considerable. En los años siguientes se implantaron nuevas variedades de mayor calidad, que recibieron mejores cuidados desde lo agronómico y lo enológico. Esos fueron los años clave, en los que no sólo se apuntó a elaborar mejores productos, sino que también apareció el mercado externo como nuevo destino.
Siendo un país con mucha historia vitivinícola, Argentina inició un proceso en el cual incorporó tecnología en todas las etapas del proceso productivo. También mejoró su logística de comercialización y empezó a avanzar a paso firme en los mercados mundiales.
Si bien sus primeros años como exportador fueron muy difíciles, Argentina comenzó a ganar terreno de la mano del malbec, con mejor imagen dentro de Mendoza, donde comenzaban a agruparse las producciones de mayor calidad de varietales tintos del país. De a poco las bodegas locales fueron también incorporándose a los concursos internacionales de vino y recibiendo premios por su calidad.
Luego, con el comienzo del nuevo milenio, se dieron todas las condiciones económicas, culturales y climáticas para que Argentina finalmente despegara y se posicionara como uno de los mayores exportadores de vino del mundo. Con un tipo de cambio favorable, exportar vinos se convirtió en un negocio ideal.
Pronto en varios países del mundo se reconocería a Argentina por su malbec y su excelente relación precio - calidad. Fueron años dorados para la vitivinicultura nacional, en especial del 2003 al 2008.
Durante ese periodo la ventaja competitiva le permitió a Argentina posicionarse en países como Estados Unidos, Brasil y Reino Unido. El malbec logró el mayor prestigio internacional de su historia y de a poco se transformó en un símbolo de la industria vitivinícola de Mendoza.
Este avance del vino argentino y mendocino en especial, no pasó desapercibido por los demás productores. Tanto fue así que en noviembre de 2005 Mendoza fue nombrada una de las 9 Capitales Mundiales del Vino, junto a Bilbao-Rioja (España), Burdeos (Francia), Christchurch-South Island (Nueva Zelanda), Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Florencia (Italia), Mainz (Alemania), Oporto (Portugal) y San Francisco-Napa Valley (EEUU).
Otro importante reconocimiento, llegó en el mes de junio, cuando la mendocina Claudia Quini, del Instituto Nacional de Vitivinicultura, fue elegida nueva presidente de la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV).
Panorama futuro
Tras la crisis internacional de 2008 y los problemas económicos internos de Argentina, el negocio del vino, en especial el de exportación, ya no disfruta de ventajas competitivas. De hecho, los costos se han incrementado mucho y los márgenes de rentabilidad se han acotado bastante.
Sin embargo, mucho de lo que se hizo en los últimos años aún persiste y hoy las bodegas cuentan con mayor experiencia y tecnología para afrontar el mercado y la competencia.
En busca de un mejor desempeño, diferentes organismos nacionales crearon el Plan Estratégico Vitivinícola 2020. La idea de este modelo es lograr una política de trabajo que permita a Argentina posicionarse en el mundo y hacerse fuerte en el largo plazo. Habrá que esperar y trabajar duro para lograr los objetivos.
El mundo cambió y el vino argentino lo entendió. Pasaron los años, cambiaron los modelos y las estrategias, pero Mendoza sigue y seguirá siendo la cuna de unos de los mejores vinos del mundo.