Desde 2006 hubo al menos 3 proyectos e intentos fallidos para reabrirlo. Y finalmente parece que el cuarto será el vencido. Tras desistir de utilizarlo como hotel, el grupo Danone ya puso primera para refuncionalizar el histórico establecimiento de Villavicencio, cerrado desde 1978, pero con otro fin: convertirlo en un museo y al mismo tiempo explotar parte de su estructura para eventos corporativos, con un presupuesto de más de 6 millones dólares.
A partir de la convicción de que la reapertura como hotel es anti económica (la brecha en términos de inversión sería 60 por ciento superior), el plan de la empresa arrancó con la puesta en valor del entorno paisajístico en el que está enclavado el hotel, como parte de la reserva natural de más de 72 mil hectáreas.
Ahora va por la intervención de la clásica fachada, una postal de Mendoza que se refleja en las etiquetas de agua mineral y los espacios del interior, con la idea de explotarlo a partir de 2017 ó 18, si todo sale en función de lo planeado.
La empresa dueña de la reserva y el establecimiento acaba de habilitar un parador para los más de 250 mil visitantes que -según datos de la misma firma- reciben por año, sabe que es imposible ir por modificaciones sustanciales de la estructura, de tanto arraigo que ilustra la etiqueta de cada botella de agua mineral.
“Operar como hotel es muy oneroso, teniendo en cuenta costos variables y fijos como la falta de energía eléctrica. De hecho, mientras estuvo abierto siempre dio pérdida. Por eso apostamos a ponerlo en valor para mostrarlo al visitante y también captar eventos corporativos”, confirmó la responsable de la Reserva Natural de Villavicencio, Silvina Giudici.
Caída cualquier posibilidad de asociarse a un grupo hotelero, desde el grupo empresario de capitales franceses los números son claros. Habilitar el establecimiento como hotel exigiría 10 millones de dólares, como mínimo.
Por otra parte, mantener el lugar (reserva y hotel) le cuesta, con staff propio de guardaparques incluido, 7,5 millones de pesos anuales, que serán $ 9 millones el año próximo; aseguran desde la firma.
Para Giudici, “la mayor dedicación está puesta en la conservación y la educación y, para eso, el turismo es la pata financiera que lo sostiene. De todos modos, luego de estudiar la segmentación del público desde hace mucho tiempo, queda demostrado que la mayoría son visitas por el día, desde la familia mendocina que viene a comer un asado o a tomar mate, hasta el turista extranjero de mayor poder adquisitivo que elige recorrer el lugar. En este contexto, el alojamiento sería incompatible con esos hábitos”.
Otro negocio en la mira
En relación a la decisión de inversión de, finalmente, cancelar el proyecto de un hotel, se tuvo en cuenta uno de los puntos débiles del histórico edificio y es que las 30 habitaciones que lo conforman deberían, al menos, duplicarse para justificar una capacidad de alojamiento redituable. Algo que, con el cambio de modelo, ya quedó en el camino.
Por eso, aunque el plazo máximo de Danone para poner en carrera la renovada estructura y lanzarse al turismo de negocios es el año 2020, buscan acelerar el proceso para empezar a captar demanda de congresos y exposiciones entre 2017 y 2018. Buena parte del presupuesto está predestinado al arreglo de filtraciones, el remozamiento de la madera original y aberturas, como también pintura general tanto del edificio como de su capilla.
Ya en 2014, con el proyecto en elaboración, la conducción de Danone Argentina le había pedido al ministro de Turismo provincial, Javier Espina que propiciara una reunión entre el número 1 mundial de la firma con el ministro de Turismo de la Nación, Enrique Meyer, para explicarle lo que pretendía con su apuesta turística en Mendoza.
“Villavicencio tiene muchas debilidades y necesita cambios estructurales para que sea un negocio de nivel superior. En algún momento se conversó que, de prosperar la reapertura del hotel, la Provincia gestionaría la conexión eléctrica, pero la decisión actual está dentro de las atribuciones privadas y no se puede incidir en eso, aunque nos encargamos del mantenimiento de los caracoles de Villavicencio”, adujo Espina.
En tal sentido, el funcionario remarcó que “sí se han solicitado las inversiones necesarias para poner en valor el edificio del hotel Villavicencio tanto como la reserva porque la afluencia comprueba que es un ícono para los mendocinos y un hito turístico que actualmente se autogestiona”.
Una historia que comenzó en 1940
El hotel Villavicencio fue construido en sólo 6 meses e inaugurado en 1940 por Ángel Velaz, empresario ganadero que un par de décadas antes había fundado la firma Termas de Villavicencio. Su propósito inicial era recibir y alojar a sus amigos de varias de las familias patricias del país.
Velaz murió en 1943 y ya en 1950 el hotel empezó a abrir sólo 4 meses al año como centro termal al que llegaban visitantes de todo el país y el exterior. Años después, los sobrinos de Velaz venderían el hotel a Héctor Greco, fundador del grupo homónimo, quien lo mantuvo habilitado hasta el Mundial de Fútbol de 1978.
En los '80, cuando los activos del holding Greco (las marcas de vino Resero y el agua Villavicencio, entre otros tantos) fueron rematados, la familia Cartellone se quedó con la principal marca de agua mineral. Cartellone la traspasó finalmente a Danone, líder mundial en agua mineral (su marca referencial en Francia y EEUU es Evian), en 1999, que le había ofertado U$S160 millones.
Para 2006, Danone y el grupo hotelero marplatense Álvarez Argüelles, dueño de Costa Galana, firmaron un acuerdo para convertir el histórico edificio en un 4 estrellas superior. La multinacional francesa tenía a cargo las 72 mil hectáreas de reserva natural que lo rodean, declarada área protegida en 2001 por su diversidad biológica.
El proyecto, demasiado futurista, prometía 108 habitaciones, un spa y restaurantes pero disparó la polémica: su maqueta mostraba un edificio de más de 7 mil metros cuadrados, el doble de la estructura original, que muchos compararon con un ovni al pie de los cerros de Villavicencio, en contraste con el diseño tradicional.
Los socios prometieron que en 2008 estaría todo listo pero la falta de inversión hizo que los Álvarez Argüelles dieran un paso al costado en 2009 y el convenio con Danone quedó disuelto. Luego, hubo un nuevo intento: un proyecto que contemplaba otra torre adyacente al edificio, que, de la mano de otro grupo de capitales nacionales con experiencia en administrar hoteles de montaña y hosterías, tampoco prosperó.
Pese a todos los vaivenes y el paso del tiempo, el hotel Villavicencio cumple 65 años y más de la mitad de su vida inactivo. Ahora parece dar un paso cierto para renacer, aunque con otra alma, pero la misma fachada de postal.