Las cifras son alarmantes y obligan a la reflexión, porque el crecimiento de las villas inestables a lo largo y a lo ancho del país ha sido constante y se va incrementando exponencialmente a medida que pasan los años. El tema pasa por cómo enfrentar la situación y alcanzar una solución para los cientos de miles de familias que viven con sus necesidades básicas insatisfechas y en muchos de los casos han caído en la resignación respecto de su futuro y el de su familia. Inquieta también que se vaya perdiendo una cultura arraigada durante décadas en Argentina, fundamentada en el trabajo y el estudio para mejorar la condición social.
El informe dado a conocer a nivel nacional por la agencia oficial de noticias Télam, indica que son más de 810 mil las familias que viven en las 4.100 villas y asentamientos, distribuidas en todo el país, lo que en los hechos determinaría que son por lo menos 3 millones de personas (tomando como base una familia "tipo" y no "numerosa") las que están padeciendo las consecuencias. El estudio cobra importancia y seriedad porque fue realizado por jóvenes con la experiencia necesaria para desarrollar ese tipo de tareas. Se determina además que la provincia de Buenos Aires encabeza al "ranking" de villas, con 1.611, ubicándose luego Santa Fe, con 330, Chaco, con 264 y Misiones, con 243, pero llama la atención también que existan asentamientos inestables con construcciones precarias en lugares con climas extremos, como Tierra del Fuego.
En el caso específico de nuestra provincia, ocupa un preocupante quinto lugar, con 205 villas, un aspecto que inquieta que es superior a una provincia con mayor cantidad de población, como Córdoba y a otras con poblaciones más o menos similares. Las Heras encabeza los departamentos con 30 villas, seguida por Guaymallén, con 28; Maipú, con 26, Luján de Cuyo, con 25; Ciudad, con 23; Godoy Cruz, con 16; San Rafael, con 12 y en orden decreciente aparece el resto de los departamentos, con excepción de La Paz y Santa Rosa, que no cuentan con asentamientos inestables, mientras en Junín aparece sólo uno y en San Carlos y Malargüe sólo 3.
Valdría aclarar que el fenómeno de las villas surgió en la provincia a principios de la década de 1960, con la ubicación de familias en viviendas precarias que comenzaron a levantarse "detrás de las casas colectivas" (barrio Cano) en lo que es hoy el barrio San Martín. Se trataba esencialmente de gente que provenía del interior de la provincia que, ante la falta de trabajo, concurrían a la "gran ciudad" en la búsqueda de fuentes de trabajo. Pero se encontraban con el obstáculo del desconocimiento de oficios y la falta de estudios.
Los diferentes gobiernos, ante ese nuevo panorama, destinaron distintos programas para intentar mejorar la situación de esos habitantes. A través del Instituto Provincial de la Vivienda crearon los planes de "erradicación de villas inestables", o "ayuda mutua", entre muchos otros, pero perdieron la batalla porque el crecimiento fue exponencial y por más casas que se construyan resulta imposible hacer frente a la demanda. Se dan casos, inclusive, en que los habitantes de las construcciones precarias, ubicadas en terrenos de valor importante, como las estaciones ferroviarias o los costados de rutas, se niegan a abandonar el lugar, exigiendo que los barrios se construyan en el mismo lugar donde residen.
Llevar las soluciones a esos lugares, mejorarles sus condiciones de vida y fortalecerlos en la cultura del trabajo es el gran desafío que tiene la clase política por delante, más allá de quien tenga a su cargo la gestión gubernamental. Son miles de mendocinos los que están sufriendo las consecuencias y que merecen mejores oportunidades.
