“El fútbol se valora en juego, pero se mide en goles”, dice un axioma futbolero. Si no pregúntenle a Javier Villaseca. Goleador surgido en Atlético Argentino, desde el 25 de setiembre de 2006, cuando convirtió su primer gol, de penal ante Atlético Palmira, no paró de festejar. Era el “Boli” del “Panza” Muñoz y el delantero había llegado desde el Centro Deportivo Rivadavia, que militaba en la Primera B mendocina. Velocidad, vértigo, sorpresa y una enorme jerarquía para definir, hicieron que el nacido en Junín hace 32 años, pronto llamara la atención de Carlos Sperdutti, quien lo sumó a las filas del Deportivo Maipú.
Allí, inolvidable sociedad con Leo Torres y más goles. Ascenso al Argentino A y amor eterno del hincha “botellero”. Aquella temporada se perdió un gol insólito ante Alvarado de Mar del Plata, cuando abajo del arco estrelló el balón en el travesaño. Los goleadores también fallan.
En Atenas de Río Cuarto, donde pasó más tiempo lesionado que en la cancha, tuvo una temporada olvidable. Cuatro partidos y apenas 1 festejo. Volvió con todo a Maipú para gritar los goles perdidos y recuperar confianza. Gimnasia lo buscó para encarar el Argentino B 2009 y el no defraudó. En 2010 llegaría una de sus mejores temporadas, con los colores de Unión de Villa Krause. Celebraciones y otra vez juramento de amor eterno por parte de los hinchas, quienes le regalaron una lona gigante con un festejo suyo al mejor estilo chileno Salas.
En Palmira formó una dupla mortal junto a Marcos Báez. Los goles, y los festejos ocurrentes, fueron parte de aquel proceso del “Huevo” Castro. La caída en instancias finales fue “uno de los momentos más tristes”, tal como lo definió.
El fútbol da revanchas. Ahora encabeza la ilusión “chacarera” en el presente Federal B y sueña con un nuevo ascenso. Goleador innato, dos perlas le permitieron llegar a los 100 festejos. Nueve años pasaron desde el primero. Desde entonces su apellido fue mutando. Ahora es VillaGol.