Vigencia de una ingratitud

Vigencia de una ingratitud

Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Yo lo sufrí, yo sufrí el sueldo de un maestro. Mi padre era docente en un humilde pueblito cerealista y campesino de la llanura de Santa Fe; pueblo con gente simple de saludo reiterado y tiempo  para las charlas de vereda.

Nunca entendí por qué éramos pobres, porque mi viejo se había gastado el dorso por perfeccionarse y tenía en sus manos el porvenir de la patria.

No me entraba, ni me entra, que los encargados del porvenir de la patria estuviesen tan mal pagos. Debemos coincidir en que el sueldo de los maestros, nunca ha sido un sueldo educado.

Además tiene implicancias económicas, porque si los docentes no están en condiciones de darse por enteros, inmediatamente, en el país, aumenta el Producto Bruto Interno. La frase “más pobre que maestro de escuela” es muy vieja, ya se usaba cuando la Mirta comenzó a morfar en la tele. Cuando lo malo tiene vigencia, es malo todo el tiempo transcurrido.

Cuento una anécdota. Mercedes Sosa grabó poco tiempo antes de su adiós una canción mía y de Damián Sánchez, “Marrón, marrón”, inspirada en el Barrio San Martín de hace cuarenta años atrás. Dice en una de sus partes: “Marrón, marrón / por las calles de la villa / se me astilla mi canción/ dos niños se pelean / por un rayo de sol / miseria está muy fea / miseria ¿qué pasó?/ no dejes que te vea tu espejo de cartón”.

La canción, que ya había sido grabada con antelación, fue un éxito en diversos países de Latinoamérica. Hablé con Mercedes para felicitarla y ella me preguntó: “¿Qué opinás del éxito de tu tema?”. Yo, silencio mediante, le contesté: “Tengo sentimientos contradictorios, Negra. Por un lado me alegra que una canción mía sea tan popular y tan conocida, pero me apena mucho que el asunto del que trata la canción siga vigente. Si en cuarenta años la canción sigue siendo actual es que no hemos hecho nada para contrarrestar el mal. Me gustaría más que esa canción ya haya sido olvidada”.

Pues con la frase “Más pobre que maestro de escuela” ocurre algo similar. Me encontré con Alberto Carlos Libros, un amigo docente. Me dijo: “El gobierno dice, ustedes, los maestros,  saben que estamos atravesando una situación económica difícil en el gobierno”. Y yo le contestaría: “Si, claro, lo sabemos no somos tontos. Nos damos cuenta de las cosas. Pero primero había que preguntar ¿por qué estamos como estamos? ¿Es porque nosotros hicimos mal nuestro trabajo o porque lo hicieron mal ustedes? Además, muchachos con cargos, para ustedes esto que ocurre es una anécdota en vuestra vida de funcionario, de políticos, que por suerte es breve. Un momento difícil dentro de vuestras ocupaciones actuales, pero para nosotros es la vida, la comida de todos los días, los gastos cotidianos, la atención de la salud de la familia, problemas que seguramente ustedes no tienen porque no creo que sufran lo cotidiano por falta de dinero”.

Después se alejó, mi amigo Alberto Carlos Libros. Me dejó pensando, buscando en mi memoria aquellos momentos de estrechez económica de hace sesenta años atrás, cuando mi madre tenía que coser hasta las tres de la mañana de todos los días, para aumentar con algo magro lo magro del sueldo de mi padre. Me fui a revisar el pasado, y por hacerlo, me encontré con aquella frase de Edmund Burke: “La educación es la menos cara de las defensas de una nación”

Cuando Sarmiento se enteró de lo que ganaban los docentes dijo: “Mejor me dedico a ser presidente”.

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