El año 2018 nos dejó varias enseñanzas y al estilo que nos gusta a los argentinos: a los golpes. Parece que nunca vamos a aprender y hay dudas de que lo hagamos en el futuro. Austeridad en el gasto público, apuntar al superávit fiscal en lugar de vivir en déficit, limitar la presión impositiva, terminar con el festival de subsidios, evitar endeudamientos innecesarios, son algunas de las premisas que no queremos asumir hasta que viene el golpazo. Muchos prefieren creer que es injusto, que hay una conspiración, que nuestros abusos son justos y buscan algún candidato que les mienta un futuro mejor sin trabajar.
Desde diciembre de 2015, cuando la Reserva Federal de EE.UU. comenzó a subir las tasas, partiendo desde cero, era sabido que iba a alcanzar niveles que presionarían al valor del dólar a la suba y con ello propiciaría devaluaciones en el resto de las monedas y caídas en los precios de las materias primas. Fue justo en el momento que asumía Macri y su gobierno, después de arreglar con los holdauts los temas pendientes de la deuda, salió a tomar crédito externo para financiar el déficit fiscal.