Viene un 2019 cargado de esperanza e incertidumbre - Por Rodolfo Cavagnaro

El año que se va nos deja sensaciones de golpiza y el nuevo año siempre se empieza con esperanzas, pero cargado de más incertidumbres.

Viene un 2019 cargado de esperanza e incertidumbre - Por 	Rodolfo Cavagnaro
Viene un 2019 cargado de esperanza e incertidumbre - Por Rodolfo Cavagnaro

El año 2018 nos dejó varias enseñanzas y al estilo que nos gusta a los argentinos: a los golpes. Parece que nunca vamos a aprender y hay dudas de que lo hagamos en el futuro. Austeridad en el gasto público, apuntar al superávit fiscal en lugar de vivir en déficit, limitar la presión impositiva, terminar con el festival de subsidios, evitar endeudamientos innecesarios, son algunas de las premisas que no queremos asumir hasta que viene el golpazo. Muchos prefieren creer que es injusto, que hay una conspiración, que nuestros abusos son justos y buscan algún candidato que les mienta un futuro mejor sin trabajar.

Desde diciembre de 2015, cuando la Reserva Federal de EE.UU. comenzó a subir las tasas, partiendo desde cero, era sabido que iba a alcanzar niveles que presionarían al valor del dólar a la suba y con ello propiciaría devaluaciones en el resto de las monedas y caídas en los precios de las materias primas. Fue justo en el momento que asumía Macri y su gobierno, después de arreglar con los holdauts los temas pendientes de la deuda, salió a tomar crédito externo para financiar el déficit fiscal.

El problema es que no bajaba el déficit y así todo el gobierno se lanzó a un programa de reducir impuestos, lo que agravaría la necesidad de financiamiento. Mientras tanto la tasa norteamericana subía y aquí había una pelea pidiendo más subsidios sin saber de dónde saldrían los recursos. El gobierno, para evitar críticas, aumentaba los planes sociales.

Desde el arranque se propusieron meas de inflación muy ambiciosas que no tuvieron en cuenta el peso del déficit ni el impacto que iban a generar en los índices de precio los aumentos en los precios de los servicios públicos. Algunos llegaron a decir que las subas eran brutales y que había que ser más gradual. Hasta la justicia intervino y el déficit se seguía acumulando, nadie se hacía responsable y había que financiarlo.

El fatídico 28 de diciembre de 2017

Ese día quedará marcado como el comienzo de la crisis de 2018, porque en una reunión de prensa se desautorizó al Presidente del Banco Central, se modificaron las metas de inflación haciéndolas más laxas y estirando los plazos para alcanzar el equilibrio fiscal. Fue, a su vez, una demostración de la forma que el ala política del gobierno, con Marcos Peña a la cabeza, avasallaba la autonomía del Banco Central, algo de mucha gravedad institucional.

Para colmo de males, sobre el cierre de ese año, el Congreso había aprobado, sin queja del oficialismo, lay que grava la renta financiera, algo que había caído muy mal entre inversores extranjeros que traían sus capitales para financiar al Estado. El gobierno los atraía con altas tasas de interés y el Congreso los castigaba por ganar plata.

Ante el anuncio del cambio de metas, que auguraba más inflación y por más tiempo, el impuesto a la renta financiera y la perspectiva de suba de las tasas en EE.UU., los inversores comenzaron a retirarse y a demandar dólares en el mercado presionando una suba de la divisa, pero el Banco Central intervenía vendiendo reservas para contener el precio.

Mientras el primer trimestre de 2018 mostraba crecimiento, los inversores ya hacían cuenta de que Argentina no podía conseguir financiamiento en los mercados y así en abril surgió el primer acuerdo con el FMI. Mientras tanto, continuaba la salida de capitales y la sangría de dólares. El acuerdo con el Fondo fue recibido con pesimismo porque contemplaba metas muy cortas sin un plan financiero claro. Tanta fue la desconfianza que el primer desembolso de u$s 15.000 millones solo sirvió para financia fuga de capitales mientras la cotización del dólar seguía atrasada.

Después vivieron meses muy locos. Un primer salto del valor del dólar obligó a una nueva renegociación con el FMI, asumió el tercer presidente del BCRA en un año y se estableció una regla monetaria que fijó el objetivo de congelar la base monetaria e forma nominal hasta junio de 2019 y un sistema de bandas flotación cambiaria, con un piso y un techo dentro del cual la cotización de la moneda estadounidense fue flotar libremente. El BCRA solo intervendría si se perforaban algunos de los extremos, algo que desde agosto no ocurrió, aunque siempre estuvo más cerca del límite inferior.

En los meses siguientes se sintieron las consecuencias del alza del dólar y del impacto de los aumentos de tarifas, y así la inflación llegó a niveles muy elevados, sobre todo entre agosto y octubre, acumulando aumentos de precios que terminarán el año con un 47% anual. Pero el dólar aumentó un 100%, con lo cual recuperó una parte de la competitividad perdida por el atraso. Los precios no pudieron aumentar más por el deterioro del poder adquisitivo de los salarios.

El mayor problema fue desamar las posiciones en Lebac, que se usaban para absorber pesos excedentes. Estas se fueron liquidando pero fueron reemplazando por las Letras de Liquidez (Leliq), que solos e colocan en los bancos. El problema es que se mantiene muy alta la tasa y los bancos le prestan al Central y no les prestan  a los clientes. Este nivel de tasa ha profundizado la recesión y si no baja rápido costará la vida de muchas empresas.

La conclusión fue un año muy malo, con una caída del PBI de por los menos 2,5%, inflación entre 47 y 50%, pobreza en el 33%, desempleo creciendo, presión fiscal superior al 43% del PBI y una suma de incertidumbres hacia el futuro.

Con la vista en 2019

Para el nuevo año la previsión de la inflación es del 23%, aunque los analistas la ven cerca del 30%. Se calcula que partir del tercer trimestre se notará una leve mejoría porque los nuevos datos se van a  comparar con el segundo trimestre del año 2018, que fue muy malo, lo mismo que los dos restantes. No obstante, los cálculos indican que el año 2019 marcaría una nueva caída de PBI del 1%, esperando que recién en 2020 se alcance la senda ascendente.

Con respecto al valor del dólar, el BCRA estableció para este año un escenario de actualización de las bandas de flotación que llevarían el techo a un valor cercano a los $50. No obstante, al mantenerse la dureza de la restricción monetaria, las autoridades piensan que no habrá "combustible" para fogonear una suba del dólar, siempre y cuando no haya errores internos ni factores externos que desequilibren los escenarios.

Respecto de las exportaciones, siguen con la esperanza de que haya una buena cosecha (ya no será récord por factores climáticos) y esto traería una mayor oferta de dividas, sobre todo en el primer semestre. No obstante, surgen dudas respecto de exportaciones primarias y agroindustriales provenientes de economías regionales ya que, entre las cargas impositivas internas, sumado a la rebaja de reintegros y la aplicación de retenciones a las exportaciones, muchas producciones quedan fuera de mercados.

Sobre todo el problema es con Brasil, que también devaluó su moneda.

El sector del turismo es el que genera algunas esperanzas. Se sabe que la cantidad de personas que viajarán al exterior será menor que las del año pasado y eso traerá menor  demanda de dólares, pero aumentará la cantidad de visitantes extranjeros, como ya ocurrió en el último trimestre. Las vacaciones de argentinos dentro del país ayudarán a muchos centros turísticos.

El mercado interno se recuperará un poco porque es probable que las negociaciones salariales se pacten con cláusulas de ajuste. Es posible que sea difícil recupera la pérdida de 2018, pero al menos empatarán en 2019.

La duda viene por el lado fiscal. El gobierno se ha comprometido a llegar al equilibrio fiscal, lo que supone que no habrá que financiar más déficit y esto presionará menos sobre la inflación. Si se van cumpliendo las previsiones, es dable esperar una baja en las tasas de interés que permiten una reactivación de los créditos productivos y de consumo.

Como puede verse las perspectivas son razonablemente buenas, en principio. Pero hay que esperar cómo juegan las variables externas. El 1 de enero asume Jair Bolsonaro como presidente de Brasil y hay que esperar sus decisiones, y en esto está en juego el Mercosur. También puede sorprender Donald Trump con nuevas salidas que alteren los mercados, pero todo es incierto y solo hay que esperar que ver o que pasa. Por lo pronto, hay que prepararse para afrontar un año duro con optimismo.

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