En infinidad de notas, en los buscadores de internet y hasta en Wikipedia, figura que Julio Le Parc nació en Palmira, la conocida ciudad de San Martín. Sin embargo, la verdad es que el artista plástico que reconoce el mundo nació en Ciudad. El error histórico, si se lo puede considerar así, lejos de generar una controversia es una bendición para Le Parc.
“Nunca me preocupé en aclararlo porque no me molesta para nada, al contrario, esa gente ha sido muy sacrificada y muy querida. Cada vez que he vuelto me han tratado muy bien. Allí estaban mis hermanos, mi familia y a pesar de las vicisitudes de la vida de esa época, eso genera en mí un gran recuerdo”.
La realidad indica que su padre, que era ferroviario, fue trasladado a Palmira, que en la décadas del 30 y 40 vivía su época de esplendor. En ese pueblo trabajador, Le Parc se crió y obtuvo imágenes que lo marcarían de por vida, a él y a su obra. “Esa parte de la niñez era muy fuerte y queda en el recuerdo de la gente que nació ahí. Como hice la escuela primaria lo asocian cómo que nací ahí. Esa parte de la adolescencia es muy importante. Era un pueblo humilde, trabajador, muy pobre también”.
Ni la distancia, ni los flashes del reconocimiento han mellado un ápice su amor por Mendoza porque “todo eso queda… Toda la gente que siendo niño nació un lugar y cambia, no solamente tiene recuerdos, sino que todas esas cosas están ahí, viven dentro de uno y forman en parte una personalidad. Las andanzas con los compañeros, las cosas que ocurrían, el chancho que se mataba, etc… todas esas cosas están y quedan dando vueltas”.
Con una dulce melancolía, Le Parc confesó que gran parte de Mendoza habita en su taller, ubicado en Cachán, una comuna parisina que está a sólo 20 minutos de la Torre Eiffel. “Me traje todo lo que pude, acá están mis familiares y hasta el lechero vasco también, je. A veces el sol que se pone en la parte de atrás del taller, que tiene los techos en punta, me trae una oleada de imágenes del mismo sol poniéndose detrás de la Cordillera de los Andes, y los cambios que se van produciendo a medida que el sol baja. Es lo mismo que se producía cuando era chico”.
Como un imparable tren escudriñador de recuerdos, agregó: “Cuando como uvas también me acuerdo de Mendoza y del parral que tenía mi padrino en la casa que nací. Me dejaba cortar para que yo pudiera comer un poco de esa uva fresca. También recuerdo el pórtico, que no se si estará aún, en el límite con San Luis. Decía: ‘llega a la tierra del sol, el buen vino y de las mujeres hermosas’, o por lo menos eso tenía en aquella época. Si se lo pusieron estaba justificado” (NdR: sólo figura la primera parte de la frase).
Este incansable creador todavía tiene muy fresco el registro de sus exposiciones con Ana María Alvarez, porque “me sentí muy reconocido por el recibimiento de la gente que me encontré, familiares o compañeros de la escuela, fue muy emotivo. Si se diera la ocasión volvería con mucho gusto a sentir el calor del sol del verano o incluso del invierno, que es muy agradable. Cuando se de la ocasión iría. Hace unos cuantos años fui sólo para hacer un paseo y pasear unos días sin tener obligaciones profesionales”.
Al preguntarle si a él le habido llegado algún cuestionamiento por la elección de su nombre para el centro de calle Mitre, Le Parc respondió: “No, por lo menos a mí no me llegó nada. Vos, ¿has tenido ocasión de escuchar algo parecido? La verdad que si hubo reticencias, con o sin fundamentos, o situaciones de celos, no me he enterado. Cuando estuve ahí lo único que sentí fue el cariño de la gente, Lógicamente, hay muchos creadores mendocinos que le podrían haber dado su nombre al centro, como Quino, por ejemplo. Carlos Alonso también es muy buen artista”.
Con la intensa actividad que tiene Le Parc es casi una falta de respeto hablar del tema, pero igual nos arriesgamos a plantear si alguna vez pensó en retirarse en Mendoza. “Me estoy quedando acá en Francia mientras los hechos cotidianos se van sucediendo día a día, mes a mes, año a año. De una manera voluntaria no he decidido nada. Si eso sucediera, cuando estoy de visita. Digo, si me muero mientras estoy en Mendoza, cómo última morada no puedo decir que no. No sé la verdad. Aquí dónde estoy, hace muchos años que estoy en esta ciudad, en este taller, donde tengo todo”.