Víctor Figueroa: el mendocino que unió los extremos del mundo

En abril de este año fue el líder de la primera expedición argentina que viajó al Polo Norte. Así, se convirtió en el único latinoamericano que ha pisado los puntos más fríos y lejanos, ya que en 2005 comandó una travesía al Polo Sur.

Víctor Figueroa: el mendocino que unió los extremos del mundo

A las 13 (hora argentina) del 22 de abril, los mendocinos Víctor Figueroa y Luis Cataldo, junto a sus compañeros Ignacio Carro, Juan Pablo De la Rúa, Emiliano y Gustavo Curti, Santiago Tito, Tomás Heinrich y Mauricio Fernández Funes, cumplían la misión iniciada el 13 de abril: llegar al Polo Norte. 

En ese punto del planeta, el reloj marcaba las 18 y los expedicionarios argentinos completaban por fin la misión que habían iniciado diez días antes como integrantes del Ejército y de la Fundación Criteria.

De paso por su tierra, Víctor Figueroa de 60 años y nacido en Tres Porteñas (San Martín) visitó a Los Andes para dar una muestra gráfica y de primera mano de lo que fue su aventura por los extremos del mundo, ya que también ha pisado el Polo Sur. De este modo, se ha convertido en el único latinoamericano que ha realizado esta hazaña.

Figueroa contó que desde un principio la idea era conquistar el Polo Norte por objetivo deportivo y también para poder traer conocimientos nuevos a los científicos argentinos que estudian el Polo Sur.

Pero surgió el desafío de llegar a este punto con un equipo compuesto únicamente por argentinos ya que Juan Benegas (mendocino) también realizó esta expedición en 2013, lo hizo con un grupo integrado por personas de diferentes nacionalidades.

“Queríamos concientizar sobre el cambio climático. Aquí es a donde más se siente cómo afecta la contaminación a partir del retroceso de los hielos o de la desaparición de la fauna local”, explicó el mendocino, general de brigada y licenciado en psicopedagogía.

“También fuimos en apoyo de la actividad científica del Instituto Antártico Argentino ya que trajimos muestras de agua, hielo y de la profundidad del pack de hielo”, detalló.

El pueblo sin cementerio

El primer contacto con el Ártico -y donde permanecieron 2 semanas- fue un pueblo de 2 mil habitantes de Noruega, denominado Longyearbyen que es el mayor asentamiento del archipiélago de las islas Svalbard.

Este lugar está a la misma latitud que la base Belgrano II en la Antártida, con la curiosidad de que está habitada como un pueblo cualquiera, con dos vuelos diarios, con supermercados y escuelas. "Sólo que no tiene árboles, pájaros u otro tipo de animales, con excepción de los osos polares", describió Figueroa, líder de la expedición argentina.

Otro dato curioso es que en este lugar los fallecidos no se entierran, ya que debido al frío no se descomponen (su temperatura promedio en invierno oscila entre los 10 y los 20 grados por debajo del cero).

“Es un pueblo cerrado debido a la gran cantidad de osos polares que hay en los alrededores. De hecho, muchos comercios del lugar tienen osos embalsamados que fueron cazados por intentar atacar a la gente, puertas afuera. Por eso, vos ves que todos los que salen están armados”, contó el mendocino considerado el militar con más condecoraciones recibidas en época de paz.

Islas a la deriva

El 13 de abril, los expedicionarios argentinos liderados por Figueroa partieron hacia Barneo, una base de hielo temporal establecida desde 2002 por Rusia.

Tiene esa característica porque está ubicada sobre un bloque de hielo en movimiento ya que su sitio depende de los vientos. Allí, tanto los campamentos como la pista del Antonov An-74 en el que viajaron desde Longyearbyen los argentinos, deben ser rehechos todos los años por la naturaleza de la superficie.

“Ahí nos esperaban dos helicópteros MI17 que nos iban a dejar en el punto de partida a los 89° latitud norte. Desde allí son aproximadamente 111 kilómetros hasta el Polo, pero depende de la deriva del hielo la distancia real, porque hay que ir eludiendo bloques de hielo que se forman”, informó el militar agregando que en total el viaje a pie fue de 140 a 150 kilómetros.

Respecto de los helicópteros, dijo que se los contrata por tres motivos: para llevar al grupo de expedicionarios al punto de partida, para acudir en caso de una emergencia o de que algún integrante de la partida no quiera continuar, y para trasladar al equipo una vez alcanzado el objetivo.

Crujidos del silencio

“Cuando vas caminando se escucha el viento, sí. Pero lo que más se siente es el crujir del hielo. En ese espacio todo blanco y monótono, lo único que tenés son los pensamientos de tu casa, de tu vida, de los hijos los que tienen”, relató Figueroa y recordó el tramo final -y principal- del viaje.

El primer día de marcha sobre esquí y los diez posteriores, todos con 50 kilos de equipaje en los trineos tirados por ellos, tuvieron mucho de papel calcado: desayuno (fiambre, frutos secos, barras proteicas) a las 7 de la mañana, establecer las comunicaciones y novedades con “tierra”, desarmar el campamento y caminar unas 7 horas, desde las 10 hasta las 17.

“Llegás y lo primero que querés hacer es entrar a la carpa. Pero primero tenés que derretir agua, poner a secar la ropa y armar el campamento”, dijo el aventurero y agregó que a diferencia del polo sur, en el norte el clima es muy húmedo y la primera capa de ropa queda toda impregnada de sudor, por lo que debe secarse antes del día siguiente. “También sacábamos muestras para los científicos y preparamos la cena, toda comida liofilizada (necesita de agua hirviendo para hidratarse)”, contó.

Hay algunos obstáculos que impiden que la travesía se realice sin dificultades. Además de los 35 grados bajo cero, se hayan las líneas de presión que son corrientes marinas que chocan con tanta fuerza que provocan la formación de bloques de hasta tres metros de altura que deben ser superados por los caminantes sin los esquíes ni los trineos.

El vértigo de la inmensidad

Luego de 10 días de travesía, el equipo de argentinos llegó, todos al mismo tiempo, al Polo Norte. Lo primero que hicieron, rápidamente, fue marcar en el GPS los 90° ya que en cualquier momento el Polo podía llegar a correrse nuevamente. Recordemos que aquel punto de la tierra es un bloque de hielo, no hay tierra, a diferencia del polo sur.

Habían pasado una decena de jornadas de caminata. En el transcurso, el papa Francisco les había enviado una carta, la pista de hielo de Barneo tuvo que ser corrida 2 kilómetros por una grieta y el día de arribo al objetivo coincidió con el día de la tierra.

“Fue una alegría. Ya estábamos relajados desde el día anterior, sabiendo que íbamos a llegar. Entonamos el himno, desplegamos banderas. Fue todo muy emocionante. Una vez cumplido con todo eso, llamamos al helicóptero para que nos llevara de vuelta”, contó el militar y agregó que siempre hubo tiempo para tomarse unos mates.

“Con esto intentamos generar conciencia, porque aunque no parezca, nuestro viaje tuvo mucha trascendencia, sobre todo en grupos especializados y además este tipo de logros favorece a las empresas que se dedican a esto, son viajes muy costosos”, finalizó Figueroa.

La edad de los desafíos

Víctor Figueroa reconoce que la edad comienza a darle muestras de que los cuidados de la salud deben ser otros. “Ya no tengo el físico de una persona de 40”, admitió. Y si bien en su currículum figuran grandes hitos como haber sido director Antártico del Ejército y Comandante de la Expedición al Polo Sur en 2005, también hay otros datos que revelan la identidad de este viajero que no son recientes en su biografía laboral.

A la Antártida Argentina fue 4 invernadas (4 temporadas de un año) y realizó 20 campañas de verano, asistiendo a todas las bases de la Antártida Argentina para realizar trabajos de relevo.

Ha sido distinguido en varias ocasiones, entrevistado por el New York Times y es el militar con más condecoraciones en época de paz. También es rescatista y en su juventud se desempeñó como cosechador. Participó en campeonatos mundiales de esquí (Finlandia, Italia y la ex Yugoslavia).

Monumento y museo

Según detallaron miembros de la Asociación Antártica Mendoza, la semana pasada se aprobó la creación del monumento antártico que se ubicará en la intersección de las calles Pedro Molina y Mitre, de Ciudad. Ahora restan definir los plazos para llevar adelante esta obra, simbólica de todos los expedicionarios al frío continente del sur. Los integrantes de la agrupación esperan que esté listo para el 21 de junio, día de la confraternidad antártica.

Además, solicitaron la colaboración de los mendocinos ya que necesitan un lugar donde emplazar el museo antártico de Mendoza ya que al tratarse de una agrupación sin fines de lucro carece de los recursos necesarios para poder gestarlo.

Un dato

En Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, se encuentra el Banco Mundial de Semillas que es una enorme despensa subterránea de semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo perfectamente conservadas para resistir todo tipo de desastres naturales.

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