Víctima del mal ejemplo de sus mayores

El hecho tomó estado público y hasta obtuvo trascendencia internacional. Un joven fiscal de mesa le quitó el saludo al jefe del gobierno porteño, Mauricio Macri, cuando este le extendió la mano al salir del cuarto oscuro. El muchacho, de apenas 16 años, e

Víctima del mal ejemplo de sus mayores

El desplante del joven sorprendió al jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y luego sufrió las críticas de la gran mayoría de la población, enojada con justa razón ante esa evidente falta de respeto.

Sin embargo, en gran medida, el joven es víctima de una sociedad en la que se han perdido muchos de los valores y de una dirigencia -especialmente de quienes tienen a su cargo la conducción del país- que ha fomentado la división y el rechazo por sobre la necesaria convivencia que debe primar entre todos los argentinos, sean cuales fueren sus preferencias políticas.

Si bien no se han conocido las cifras concretas sobre la cantidad de jóvenes de entre 16 y 18 años que concurrieron a votar, no quedan dudas de que hubo un mayor interés entre los chicos por participar del mayor acto de la democracia.

No por casualidad, entre las propuestas y los discursos de campaña de los diferentes candidatos figuraron temas como las trabas para conseguir el primer empleo, el acceso a la educación, la droga, entre otros. Sucede que, en el país, unos 592 mil jóvenes fueron incorporados al padrón, representando el 2 por ciento del total de ciudadanos que podían sufragar.

Pero cabría preguntarse en qué contexto social crecieron esos chicos. En el ámbito educativo, durante la niñez, muchos se formaron en un ámbito en el que se priorizó la contención del alumno por sobre la calidad de la educación; aspecto que derivó, lamentablemente, en la pérdida del debido respeto que deben tener, tanto hacia los docentes como a los directivos del colegio.

Más adelante y cuando su formación democrática estaba en sus comienzos, crecieron en un clima de violencia verbal de parte de la dirigencia política, dirigida especialmente hacia quienes piensan distinto. Donde el opositor no es un adversario sino un enemigo y donde la denostación y la crítica se impuso por sobre las propuestas para captar voluntades.

Donde “la mayoría” impone el número en lugar del convencimiento y donde las minorías no son escuchadas en los debates parlamentarios. Un clima que se enrarece aún más con pseudo programas políticos de canales oficiales o para-oficiales en los que se prioriza el ataque y hasta la burla hacia quienes no coinciden con el pensamiento de quienes tienen a su cargo la conducción del país.

E incluso con responsabilidad de la más alta autoridad del país que, en lugar de reconocer el mensaje dado por la ciudadanía a través de las urnas, sale a convocar a dialogar -emulando un partido de fútbol- con los “dueños de la pelota” y no con los “suplentes”, ubicando entre los primeros a los grupos económicos y en último plano a los candidatos opositores. Una “chicana” que bien puede considerarse como una vulgar falta de respeto institucional.

A punto tal llegó la confusión del chico fiscal de mesa, que a pesar de asistir a una escuela privada, le retiró el saludo al jefe de Gobierno porque era un “derechoso que no respeta la educación pública”, a la vez que lo consideró un “perseguidor de estudiantes”. Resultó evidente que había comprado un discurso y así fue interpretado por el propio Macri, quien dijo que el joven tiene tiempo de mejorar y aprender formas y valores de una sociedad que pretende una convivencia democrática, señalando que le preocupaban más “los adultos que estuvieron detrás de esa actitud, quienes fueron los que lo indujeron a comportarse de esa manera”.

En síntesis, lo sucedido con este joven fiscal de mesa fue, afortunadamente, un hecho aislado pero que debe llamar la atención porque son muchos los adolescentes que reciben ese tipo de mensajes. Lo positivo fue que miles de jóvenes en esa misma franja etaria se informaron y concurrieron a votar, participando activamente del acto más importante de la democracia, el derecho a votar.

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