Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar
Si la ucronía que emparentaba el futuro argentino al presente de Venezuela resultara remanida o de difusa visualización, los mendocinos bien podrían ver reflejado en Santa Cruz el destino que esta provincia alcanzó a evitar pese a haber empezado a caminar por esa cornisa un puñado de meses antes de la asunción de Alfredo Cornejo. Los desatinos de una provincia que, pudiendo ser rica, no puede pagar a sus empleados, y cuyas calles de llenan de protestas sociales, es una pesadilla que podría haberse concretado en Mendoza.
La oportunidad de la comparación no es caprichosa. Por estos días en que se manifiestan los primeros escarceos de la inminente pelea política que desembocará en la contienda electoral legislativa, aquel escenario de la crisis que pudo haber sido pero no fue, reactualiza el debate de las urgencias o las postergaciones a la hora de gobernar.
Santa Cruz tiene un déficit de 5 mil millones de pesos y debe al Estado nacional 7.930 millones. Sólo este año recibió adelantos financieros de la Nación por 1.435 millones. Sin embargo, en la última década, aumentó el empleo público en un 54%.
Más allá de las cifras o las particularidades del caso, el diagnóstico que hoy tiene a la administración de Alicia Kirchner en terapia intensiva, es aquél que Cornejo profetizaba en campaña si no aparecían correctivos fiscales a tiempo.
Por ello, las penurias santacruceñas no sólo alimentan el ego del Ejecutivo local sino que hasta sirven de excusa para justificar su accionar durante este tiempo, precisamente cuando más lo necesita: a la hora de un nuevo turno electoral.
Unificado o desdoblado
Mientras el Gobierno sigue jugando a las escondidas respecto de la convocatoria a elecciones, casi como si lo que tuviera que decidir fuera un secreto de Estado; o peor aún, una atribución de su única y exclusiva incumbencia y no de la ciudadanía toda, la Legislatura aprobó esta semana la reforma electoral que permitirá a Cornejo tanto unificar la fecha con la Nación como desdoblar.
Sin consenso político con la oposición y con heridos en el oficialismo, la carrera electoral volvió a sacar el catálogo de miserias a flote.
Es que tanto oficialistas como opositores parecen haber olvidado la debacle final de Francisco Pérez y los padecimientos posteriores para reencauzar -como en Santa Cruz- las cuentas públicas a costa de más endeudamiento.
También, esta semana, el ex ministro emblema del kirchnerismo, Axel Kicillof aseguró con irresponsable candor que Mendoza tomó deuda por U$S 500 millones y el cornejismo hizo cola para refutar su apreciación y ponerla en contexto.
Ése es el panorama no exento de grieta en el que se darán las primeras definiciones electorales: con el desentendimiento de los responsables de la actual situación y la victimización de los que apenas lograron superar el fango. Y como si aquí no hubiera pasado nada, cada cual se lavará la cara, planchará el traje y se predispondrá a que la nueva historia que está por escribirse lo retrate en su mejor pose.
En el oficialismo, las tensiones comienzan a transformarse en tirantez cuando los partidos y los grupos que lograron acordar su participación en el Frente Cambia Mendoza para entronizar a Cornejo en la Gobernación, tensan o dudan reeditar esa alianza bajo razones de indubitable espesor: el lugar o el protagonismo que ocuparán en las listas.
Oficialistas u opositores
Si bien el radicalismo mayoritariamente está resignado a acatar lo que Cornejo decida respecto de candidaturas y nominaciones, sus socios saben que éste es el momento de la diferenciación y la ejecutan.
De todos, el más disciplinado parece ser el Pro, que espera que en distritos como Ciudad y provincia de Buenos Aires los radicales le respondan de la misma manera, aunque eso también está más que en discusión.
Los demócratas apuestan a dar pelea en las PASO, pero sin embargo ya exhiben fisuras: motorizados por los funcionarios Richard Battagión y Josefina Canale, desafiaron días atrás a Carlos Balter y le dijeron que no están dispuestos a confrontar internamente con el gobernador.
Los massistas son un caso aparte. Forzados a hacerse lugar a nivel nacional entre el macrismo y el kirchnerismo, en Mendoza ratifican -por ahora- su pertenencia al oficialismo pero en las peleas decisivas suelen votar con la oposición. El diputado Guillermo Pereyra, de indubitable madera y doctrina peronista, juega incómodo en Cambia Mendoza y hay quienes en uno y otro bando ya cuentan cada vez más cierto su regreso al PJ.
No es el caso del intendente de San Carlos, Jorge Difonso que, sin embargo, ha construido poder local desde la multiplicidad de aliados y la restricción de su modelo a las fronteras del departamento: desdoblamiento y colectoras mediante, juega con todos y todos juegan para él. Hace negocio.
Sin embargo, su apuesta para intentar sortear los efectos de la reciente reforma electoral y anticiparse con un nuevo desdoblamiento comunal, lo alejan de la consideración oficial, que justamente estableció como “innegociables” a las colectoras y el financiamiento de elecciones fuera del calendario provincial.
La sobreactuada y repentina defensa de la paridad de género que los massistas esgrimieron esta semana para su última escena pública pareció más calculada para allanar el terreno a la visita de la primera dama del Frente Renovador, Malena Galmarini, que a plantear diferencias de fondo con Cornejo. Sin embargo, abundaron los reproches al gobernador por esta razón.
Las huestes de Libres del Sur se enredan en el acuerdo cada vez más cierto entre Massa y Margarita Stolbizer en la provincia de Buenos Aires. La decisión, que implica romper el Frente Progresistas con el que la diputada aspiró a la Presidencia de la Nación (el socialismo ya avisó que no considera a Massa precisamente un dirigente de centroizquierda), también los aleja de Cornejo en la Provincia. Como los massistas, Graciela Cousinet y compañía ruegan que el desdoblamiento se concrete para poner huevos en dos canastas distintas. Cornejo, el del rigor contra quienes osen desafiarlo, buscará que en todo caso sean ellos los que opten por quedarse o irse.
Peronistas o kirchneristas
En el PJ las aguas siguen revueltas. Demasiados candidatos parece incluir la lista que agrupa a Omar Félix, Alejandro Bermejo, Jorge Tanús, Roberto Righi y, sorpresivamente el (¿ex?) ciurquista Emilio Caram. En el partido distinguen que el escenario diferirá si la elección es desdoblada o no. Si fuera unificada, aseguran “los peronistas iremos todos juntos”. Y en la aseveración incluyen también al massismo.
“Ya está arreglado”, agregan con suficiencia.
Sólo aparece un agravante interno: el kirchnerismo duro está convencido de que la actual dirigencia partidaria está jugando “para perder” y lejos de resignarse, pero fiel a su estilo, los muchachos cristinistas amagan con desafiar cualquier obstáculo. Aunque sea en una PASO.
Claro está, de autocrítica, nada. Es más fácil repetir consignas contra el Presidente que sincerarse ante la sociedad y explicar con humildad las razones políticas de por qué “ajustadores seriales” como Cornejo o Mauricio Macri les ganaron las elecciones.
La madre de las batallas también podría darse allí, sin mucha alharaca. El pejotismo pretende, por vía de las urnas, enterrar definitivamente al kirchnerismo y hacernos creer que tanto el pasado reciente de atriles y atropellos, como la actualidad macrista, son sólo un mal sueño.
Mañana en ocasión del discurso de apertura de sesiones ordinarias en la Legislatura, Cornejo reafirmará su rumbo. Celebrará, sin decirlo, que cada vez estemos más lejos de Santa Cruz. Aunque esto, tal vez, no sea más que una burda simplificación de la realidad.