Vicente Del Giudice, conocido popularmente como Pichín en la historia del fútbol argentino, fue una de las figuras más emblemáticas de fines del amateurismo en los años 20 e inicios del profesionalismo en 1931 como jugador del Racing Club de Avellaneda y de la Selección Nacional.
Lo llamativo es que también dejó una huella imborrable en nuestras canchas porque a comienzos de los 40 en el final de su exitosa trayectoria, pero aún con destellos de su vistoso y efectivo juego ofensivo desde su habitual posición de entre ala izquierdo, vino a jugar al Deportivo Maipú que en 1940, en su mejor campaña hasta entonces, se clasificó sub-campeón del torneo oficial de la Liga Mendocina de Fútbol.
El conjunto Cruzado, que intervenía en el círculo superior desde 1934 al haber ganado el ascenso un año antes, debió disputar al final de esa temporada a tres partidos definitorios frente al poderoso Independiente Rivadavia de esos tiempos con el que había compartido el primer puesto en el campeonato local con 37 unidades, apenas una más que Gimnasia y Esgrima clasificado tercero.
En esa instancia decisiva, Independiente se clasificó campeón con una derrota y dos victorias por lo que quedó para el Maipú del gran Pichín, el glorioso honor del subcampeonato celebrado ruidosamente por el futbolero pueblo Cruzado según le comentó a Los Andes, el recordado dirigente Jorge Armando Lito Silva, testigo presencial de aquellos y otros memorables hechos de la época.
Maipú había sido sexto en 1934, 1935 y 1937, último junto a Pacífico y Palmira en 1936 cuando funcionó bajo el nombre de Maipú-Gutiérrez por la fusión de los tradicionales adversarios departamentales por primera y única vez en la historia, noveno en 1938 y tercero en 1939. A fines de los cuarenta Del Giúdice también ejerció la tarea de entrenador de los Cruzados en la época que surgían dos verdaderos fenómenos como el arquero Primo y su hermano Aldo miembros de la segunda generación de los Palazzo un apellido ilustre en el fútbol mendocino.
Distintos testimonios, que se encuentran en viejas ediciones de Los Andes y del vespertino La Libertad, además de la palabra de Fermín Liberal (80) uno de los integrantes más antiguos junto a Pepe Guirao y Juan Bonafini de la Peña del Futbolista “Felipe Gallego”, destacan su perfil de buen compañero y mejor persona, de trato sencillo y amable, por lo que se granjeó la simpatía general y se convirtió en un personaje respetado y apreciado.
Quizás por esa razón Pichín se radicó definitivamente en Maipú, donde con el tiempo forjó su hermosa familia: su esposa María Victoria Quiroga; sus cinco hijos: Lidia, Elba, Olga, Beatríz y José Francisco y sus dos nietos: Santiago y Daniel. Cuando dejó de jugar y dirigir se lo valoró también como empleado de la Municipalidad de Maipú porque en la década del ‘50 ocupó con probada honestidad y responsabilidad la función de tesorero en el área contable de la repartición.
En su legajo personal constan varias de las distinciones que recibió por la eficiente y honorable tarea desarrollada. Así por ejemplo, en 1950: medalla al mejor empleado; en 1955: medalla al mejor compañero y en 1952, 1958 y 1961: medalla al mérito.
Dijo nuestro diario al día siguiente de su fallecimiento que se produjo el 11 de mayo de 1965 a la edad de 53 años bajo el respetuoso título: “Vicente Del Giúdice: Prestigió al Fútbol”: “De pronto ese fatal desenlace hace indispensable evocar al futbolista de calidad y jerarquía indiscutible que fue. Vicente Del Giúdice ha muerto… Vino a Mendoza en el ocaso de su carrera pero en el campeonato porteño, en las décadas 1920-1930, se consagró como jugador nato. Sus excepcionales condiciones de delantero revelaron un estilo que estuvo entrelazado con la libertad exclusiva del baldío. Esas virtudes lo hicieron indispensable en equipos poderosos como Racing Club y la Selección Argentina.
Generoso, equilibrado, siempre jugó para sus compañeros, con su personalidad altruista, porque él no definía. Fue crack en toda la expresión de la palabra. Alejado de la actividad futbolística, después de trasmitir su experiencia como técnico en su querido Deportivo Maipú, conocimos al verdadero ciudadano.
Prestó servicios en la Municipalidad de ese departamento en un cargo de absoluta confianza y máxima responsabilidad como el de tesorero. Con su presencia y su aporte alentó al progreso del fútbol lugareño en una época de permanente crecimiento en la que se jugaba por el sentimiento y la gloria”. Aquel emotivo artículo de Los Andes no hacía otra cosa que reflejar las bondades y virtudes de aquel notable número 10 que sobresalió por su carisma y habilidad, formado en la era amateur en los potreros de Avellaneda cuando todavía existía el verdadero amor por la camiseta en el fútbol argentino.
Había nacido el 1 de julio de 1911 y jugó en Racing Club entre 1928-1937 y 1939; en Talleres de Remedios Escalada a préstamo por un año en 1938 y en Deportivo Maipú en 1940, 1941 y 1942 donde se incorporó con el pase libre como un premio a su trayectoria. Con 76 conquistas en 132 partidos es el 13 goleador histórico de Racing en el profesionalismo y en la última etapa en la Academia formó el ala izquierda con el inolvidable ‘Chueco’ Enrique García en una ofensiva que completaban Devizia, Zito y el paraguayo Benítez Cáceres o el Conejo Scopelli que en 1936 regresó a la Argentina para jugar en la Acadé luego de actuar en el Belenenses y el Benfica de Portugal y el Inter de Italia.
Se lo asocia además a antiguos referentes como el arquero Juan Botasso (Cortina Metálica), ‘Pechito’ Della Torre, el ‘Ruso’ José María González, Antonio De Mare, Fernando Paternoster (El Márques), Vicente Antonio Zito (La Bordadora), Evaristo Vicente Barrera (El Omnibus), los hermanos Juan Nelusco y Natalio Perinetti, Enrique García (El Chueco), Stagnaro, Roberto Bugueyro, Scarcella, Fassora, Pompey y Alejandro Scopelli (El Conejo), entre otros, cuando la Academia celeste y blanca empezó a escribir su gloriosa historia de grandes y memorables epopeyas.
¡Qué jugador!
Lito Silva, papá del arquero Jorge, que atajó en Maipú en los ‘80 y que hoy es contador de la comuna maipucina, recordaba con su gran corazón cruzado aquella formación del Deportivo Maipú que le peleó el campeonato a Independiente Rivadavia en 1940: Musa; Sosa y Britos; Villanueva, Scalamandré y March; Lerma, Reyes, Castellanos, Del Giudice y Labayrú. El ex dirigente y ex secretario de la Liga Mendocina de Fútbol, citaba que en la última fecha los azules golearon 6 a 0 a Godoy Cruz y que Maipú en un emotivo encuentro le ganó 8 a 7 a Nacional-Vélez Sársfield-Pacífico con goles de Castellanos (3), Del Giudice (2), Reyes, Labayrú y Lerma por lo que ambos terminaron en el primer lugar.
En la primer final, que se suspendió y se dio por terminada por falta de garantías a los 34’ del segundo tiempo, el domingo 17-11-40, Maipú ganó 2 a 1 con goles de Castellanos, mientras que la Lepra venció 1 a 0 en la segunda final (domingo 24 de noviembre) y 4 a 0 en la tercera (domingo 1 de octubre).
Tras elogiar el excelente desempeño del Azul, donde actuaban jugadores de la jerarquía de Lodi, el ‘Mariscal’ Luis Bolognesi, el ‘Chileno’ Ponce, Garrido, Paratore, Bartolucci, Rouyére, Belmonte y Bálsamo, nuestro diario solamente destacó el desempeñó de Del Giúdice en el equipo perdedor: “En un desconocido Deportivo Maipú la única excepción resultó Del Giúdice, el único que pidió la pelota y que no se entregó ante la progresiva diferencia del marcador”.
Ese año Labayrú fue el goleador Cruzado con 14 conquistas, escoltado por Pichín con 10. En la temporada siguiente que en 1941 consagró campeón por primera vez a la fusión Nacional-Veléz Sársfield-Pacífico, que se convirtió desde 1946 en Atlético Argentino, Deportivo Maipú terminó sexto con 17 puntos a 8 del primero. Se recuerda una formación de ese año: Musa; Sosa y Britos; Morandini, Ruggieri y Rabino; Boquete, Cali, Espínola, Del Giúdice (anotó 2 goles en todo el torneo) y Sciarra.
Maipú volvió a ser subcampeón en 1942 y en 1943 a un punto y a dos de Nacional-Vélez Sarsfield-Pacífico que completó su histórico triplete de tres títulos consecutivos. El torneo de 1942 marcó el retiro de aquel extraordinario entre ala que dejó atrás el brillo de aquella Academia de los años 20 y 30 para ganarse un lugar en el corazón Cruzado.