Hay platos que encandilan al paladar por complejos o atrevidos, mezclas que no habíamos probado y mucho menos pensado. Sin embargo, hay mixturas sencillas y sin pretensiones, -aunque no por eso menos sabrosas- que resultan igualmente efectivas al momento de seducir al comensal ¿Uno es mejor que otro? En mi opinión no y disfruto de ambas opciones. Este último es el caso de Dr. Shakshuka a pocos pasos del popular Mercado de Pulgas en pleno corazón de Jaffa en Israel.
Llego al lugar, luego de pasear por el barrio buscando algún sitio donde almorzar. Sin recomendación de nadie, ni el visto bueno de ninguna red social dedicada a restaurantes o viajes, la apuesta es arriesgada. En la puerta, uno de los mozos invita a los transeúntes a pasar.
Esa “estrategia de marketing” no me da buena espina; me lleva a esos sitios de La Boca donde los viajeros pagan el precio más caro por el peor asado (recalentado) que puedan probar, o a la Rambla de Barcelona donde sucede más o menos lo mismo, sólo que con la paella.
Además, mi propia experiencia me ha enseñado que son lugares dedicados exclusivamente a turistas con todo lo que eso conlleva. Pero desde el desayuno ya pasaron varias horas y decido igualmente entrar… Contra todos los pronósticos la decisión ha sido acertada; suspiro aliviada.
Beno Gubso, hijo de inmigrantes libaneses, es quien está detrás de este restaurante que desde hace más de tres décadas sirve platos típicos de la región en la antigua ciudad amurallada de Israel. Aunque el origen del shakshuka es magrebí, la inmigración de judíos de Túnez y otros países del norte de África introdujeron el plato en Israel donde hoy forma parte del “abc” de su cocina.
En Dr. Shakshuka, el nombre del lugar, rinde homenaje, tanto a su plato insignia como al apodo de su dueño, haciendo que uno y otro se confundan.
Este plato se prepara a base de salsa de tomate y en esta parte de Oriente se come tanto en el desayuno, en el almuerzo como en la cena. Una especie de comodín gastronómico que viene bien en cualquier momento del día. A la salsa se le suman diferentes verduras que aportan su sabor, como el ajo, la berenjena y el pimiento rojo y especies como el comino, la guindilla y el pimentón, que la dotan de personalidad y un gustillo levemente picante.
El plato se corona con unos huevos que se cuecen al calor de la perfumada salsa y se destacan en su rojo profundo. Este manjar se sirve en una sartén que lo mantiene caliente y se saborea con pan de pita o como acompañamiento de algún otro plato. Sencillo, sabroso, efectivo y apto para todo tipo de paladares.
El menú del restaurante se complementa con otros sabores autóctonos como el shawarma de cordero, cous cous, sopa de vegetales y humus, entre otros. Todos dispuestos en la mesa en pequeños recipientes, a modo de una picada que invita a mezclar texturas y aromas dejando que el paladar descubra, juegue y se sorprenda.
Mientras, el Dr. Shakshuka -como cariñosamente se lo conoce a Beno a lo largo del país- tiene su figura luciendo un delantal, impresa en las servilletas del local y por ellas es que lo reconozco, jugando a las damas en una de las mesas vecinas.
Detiene su juego para dar indicaciones y continúa con la partida. Se nota que es una de aquellas personas que han hecho de su trabajo su vida y de su restaurante su casa. El esfuerzo y la dedicación se aprecian a cada bocado.