Viajes

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Se vieron por primera vez, después de un largo tiempo, allá
por la Alameda. Ambos viajaban en el mismo micro. Uno venía
de trabajar en una escuela, el otro de hacer trámites
relacionados con el bono de puntaje.

Se saludaron afectuosamente. Uno era de River, el otro de Boca.
Hablaron del descenso, de Batista y de Grondona. Se bajaron
cerca de la Terminal. Uno de ellos compró unos CD vírgenes.

El otro un paquete de galletitas de chocolate rellenas de una
crema blanca y espesa. Ambos pensaban: "qué avejentado
se ve"... Charlaron animadamente hasta que subieron
a micros diferentes. Uno al directo y el otro al expreso. Pero
quedó flotando entre ambos un clima extraño, algo inconcluso
que no se explicaron de donde provenía...

La segunda vez, se vieron a destiempo. También en un micro. Uno
de ellos dormía. Al otro le pareció mal despertarlo, no
había nada importante entre ambos. Eran parientes lejanos,
en ciertas ocasiones la vida los había juntado en situaciones
de búsquedas de trabajos, velorios o reuniones con algún tinte político.

El que iba durmiendo casi al final del vehículo se despertó por
un sacudón y al verlo pensó: "otra vez este... que raro!". Cerró
sus ojos y continuó soñando con el Enzo, Francescoli y Fillol.

No volverían a encontrarse pasados varios días. Pero ambos se
habían quedado con esa sensación extraña, ese presentimiento...
"Por qué estoy viendo tan seguido a este loco?"

Cierto día en la inauguración de un nuevo supermercado, se
volvieron a encontrar. Hablaron de los precios, de los plasmas,
de Cristina, de las tarjetas, de Macri, de Schoklender...Y fue en
un instante preciso cuando todo se aclaró. Ambos pensaron lo mismo,
pero no lo comentaron. "Este se está por morir, por eso estoy
encontrándomelo a cada rato!". La vida continuó fluyendo, la vereda
se llenó de nieve, los micros siguieron su camino, el televisor
daba lentamente las mesas escrutadas, las facturas se endurecían
sobre un plato helado...

Ambos murieron, muy cerca del Hospital Central, el mismo día; casi
a la misma hora. El mismo pensamiento había atravesado a ambos como
un rayo: "Tengo que verlo, tengo algo para contarle, algo de lo
que nunca hablamos y es importante, es vital. Tal vez nos
encontremos dentro de un rato, nuevamente, en la Terminal..."

Ángel

Lame la piel
oxidada
de vinos y hastío
 
Lame la piel
de la ciudad
que mana óleos
por su arteria asestada
 
Cubre la piel
con el viento tibio
de tu flujo astral 
Cubre la piel
con tu miel dorada
 
Lame la piel
Cubre la piel
hasta despertar
hasta despertar
ángel de la mañana.

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